BELLA DE NOCHE

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Por Patri

Introducción: La furia de una mujer

Armando Mendoza acababa de romper su relación con Marcela Valencia. En realidad, fue ella quien le terminó a él. No podía soportar más sus continuas infidelidades con cuanta modelo se le presentaba enfrente. Esa mujer había perdido muchas veces la dignidad por amor; por amor a su prometido. Pero ya no pudo más cuando le descubrió con dos mujeres en la misma noche en el apartamento que ambos compartían.
MC: Y, ¿qué va a hacer ahora, hermano? –preguntó con cierta incertidumbre por el futuro de su amigo– Cuando sus papás se enteren pondrán el grito en el cielo... ¡Y no quiero ni pensar lo que ocurrirá cuando la noticia llegue a oídos de Danielito Valencia!
A: ¡No me agobie, Calderón! –dio un sorbo de su vaso de whiskey– ¡No se imagina el problema que me acabo de quitar de encima! ¡Lo mío con Marcela no iba más allá de la cama, hermano! ¡Cada día estábamos peor!
Ambos estaban en el salón del apartamento de Armando. Cuando Mario recibió la llamada de su amigo, contándole lo que había ocurrido, corrió velozmente hacia su casa.
MC: Pero, ¿cómo se le ocurre traerse a sus amiguitas acá? ¿Hicieron un "menage à trois"? –preguntó con cierto morbo
A: ¿Cómo cree, degenerado? –preguntó a su vez, enfadado– Estaba con Miriam Suárez cuando llegó. Se presentó acá cuando estaba solo y terminamos en la cama después de dos copas de vino. Marcela llegó y nos sorprendió mientras teníamos sexo...
MC: Entonces... ¿Qué pintaba acá Ingrid Valenzuela?
A: Deje que le siga contando... Marcela comenzó a gritar en la puerta de la recámara. No sabe el miedo que tuve en esos momentos... –más que miedo, en realidad sintió algo de culpabilidad; pero se negaba a aceptar que tenía sentimientos así– Comenzó a romper todo lo que se encontraba por el camino.
Calderón echó un vistazo a su alrededor y se fijó de nuevo en la cantidad de objetos repartidos y hechos añicos por el piso: jarrones, ceniceros, copas de cristal, portarretratos, etc.
A: Miriam se fue poco después, porque temía que Marcela se atreviese a hacerle daño. Estuve un rato a solas acá. Y de repente se me presentó Ingrid. Usted sabe lo loca que está esa vieja...
MC: Ufff... No me lo recuerde... –aún recordaba la vez que amenazó con cortarse las venas en Ecomoda si se casaba con Marcela.
A: Intentó seducirme y yo le dije que no. No estaba para ánimos de nada; ni para tener sexo ni para discutir. Lo único que quería era acostarme y dormir para estar más despejado –su gesto se tornó serio– Pero en esas, Marcela volvió. No sé para qué... Me imagino que querría volver para aclarar las cosas. Sus gritos y amenazas siempre eran en balde. Y vio allí a esa loca. ¡Se puede imaginar su reacción!
MC: Sí... Casi puedo ver que estuvo a punto de llamar a la Policía porque amenazó con matarlo...
A: Casi... Me tiró ese jarrón chino y estuvo a punto de abrirme la cabeza... –dijo con miedo. Estuvo a punto de morir a manos de su ya ex-novia. Una parte de él le decía que se lo merecía; pero otra parte le decía tampoco era para tanto. ¿Qué tenía de malo estar con dos mujeres en lugar de con una?– Me dijo que era un desgraciado... Que estaba completamente enfermo... Que no merecía ni vivir... Que algún día pagaría por lo que había hecho... Luego fue al cuarto, tomó una maleta, metió algunas cosas en ella y se fue corriendo...
MC: No entiendo cómo se ponen así las viejas... Los grandes hombres repartimos el amor entre varias mujeres. Eso siempre ha sido así. ¡Y las mujeres quedaban calladas y lo aceptaban!
Armando era un mujeriego por naturaleza. Se ponía como loco cuando veía a las modelos. No podía controlar su testosterona... Sin embargo, no podía creer su amigo hablase con ese desprecio de las mujeres... ¡Hasta él tenía sus límites!
A: A ver, Mario... –se rascó la cabeza– Eso tampoco es así... Yo me alegró de haber terminado esa relación absurda; pero por otro lado sé que Marcela ha pagado un precio muy alto...
MC: Y, ¿qué ocurrió con Ingrid?
A: ¡También salió corriendo en cuanto la vio! Y no sabe cuánto se lo agradezco... Si esa vieja vuelve a aparecerse por acá, tendré que pedir una orden de alejamiento en su contra...
MC: Bueno... Dejando de lado el tema de las tres mujeres... ¿Qué le va a decir a la Reina Margarita y su papá?
A: Aún no lo sé... –apoyó la barbilla en la mano– Mi mamá estaba feliz con ese matrimonio... Tengo que hablar con ellos cuanto antes. No sé cómo enfrentarlos. Marcela les dirá todo lo que pasó y no tendré cómo excusarme ante mi affaire con Miriam... De hecho, no tengo excusa... –resopló y se tapó los ojos con las manos.
MC: Hermano, hermano... Deje de ya de martirizarse por eso... Ojalá yo hubiese estado en su lugar y hubiese estado con ese monumento de mujer... La muy desgraciada siempre me ha dicho que yo no estoy a su altura...
Armando simplemente lo miraba indiferente. No entendía cómo su amigo podía pensar así. Era el hombre más retrógrado que había conocido; junto a Hermes Pinzón, el papá de su asistente en Ecomoda. Ojalá Betty estuviese allí para escucharle... Ella siempre le había ayudado con sus amantes y amiguitas; y seguramente que sería capaz de llamar a sus papás a Londres para hablar con ellos e inventarse alguna excusa.

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