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Nueva York, instalaciones secretas.

-Mhm...

Se sentía mareado, no soportaba la sequía de su boca y odiaba tener fatiga en su cuerpo.

Lo único que podía demostrar en ese momento era su preocupación más grande:

-Busque... busquen a Tony...

Aun cuando sus ojos no se lo pedían los abrió, encontró un techo blanco y molesto. La habitación era pequeña, la camilla donde estaba era cómoda.

Su cara estaba terriblemente hinchada debido a los golpes y sentía la picazón de cada herida que yacía suturada y en recuperación.

Hizo un gran esfuerzo por ver a quién estaba a su lado izquierdo.

-Estoy vivo.

-Lo estás -contestó Sam Wilson.

Nunca se sintió más vivo, a pesar de estar en recuperación de lo que supone fue una cirugía de riesgo. Aunque, su recuperación en los primeros días sería difícil, luego iba ser pan comido gracias al factor de recuperación del suero.

-Sam, me agrada verte y saber que estás bien pero podrías decirme...

-Ya viene...

Sam le sonrió, sabía que él esperaba ver a Tony. Stark iba en camino. Wilson no tenía permitido hablar de lo ocurrido no hasta que estuvieran en un terreno más familiar y seguro.

Aun estando en una camilla, Stark entró con las manos extendidas y alzadas como siempre, dedicando una sonrisa de suficiencia, nadie absolutamente nadie iba derrotarlo jamás.

Steve no sabía qué ocurría, ¿por qué su omega  estaba en una puta camilla y golpeado? Miró sus pómulos y labios, fue consiente de las heridas en sus brazos.

Quiso formar puños en sus manos pero no podía, casi no las sentía. Y, mierda, no podía siquiera gritar y levantarse buscar a quién le haya hecho eso a su esposo pero se va arrepentir, lo promete.

-¿Tony?

Tony suspiró aliviado, creyó nunca más oír esa voz de incredulidad que todavía se sorprende.

-No, su fantasma. Claro que soy Tony, alfa idiota.

La enfermera empujó la camilla, Sam apartó la silla donde estaba. Acomodaron la camilla de Stark junto a la de Steve. Arreglando la bolsa de sueros que el millonario necesitaba.

Sin siquiera pensarlo ambos se tomaron de las manos al mismo tiempo. No podían hacer demasiado como restregar sus mejillas y darse un beso o abrazo.

-Alfa tonto, creí, creí...

-No siempre tienes la razón -admitió Steve en una desesperada dosis de valor. Stark pensó que ya luego se las pagaría.

Ahí en esa pequeña habitación de hospital, ambos se miraron a los ojos, lo que bastaba para sentirse fuertes y saber que iban a resolver con más fortaleza todo aquello que los atormentaba.

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Ya estaba cansada de tantas agujas, la ponían nerviosa y su esposo vigilando su habitación 24/7 no ayudaba. Hasta se ponía intenso con esa mirada de La miras te mueres.

Tuvo que disculparse con el doctor y hasta con la enfermera por su zombie esposo. De igual forma agradecía tenerlo ahí. Se sentía más segura, más amada, más fuerte.

El Sol De HydraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora