Capítulo 1

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Al cruzar la puerta divisé la figura de mi padre junto a mis otros dos hermanos. Estaban esperándonos a Miguel y a mí, pues hicimos un viaje desde donde vivíamos hasta donde vivía mi padre, y por desgracia, sería un viaje en el que nos quedaríamos un largo período de tiempo.

Llevaba cuatro años sin ver a mi familia paterna, y mi intención era que pasara aún más tiempo, pero por circunstancias de la vida, eso no pudo ser posible.

Mi hermano de trece años, Lucas, vino corriendo a abrazarnos a Miguel y a mí. A él era a la única persona que me apetecía ver, pues teníamos muy buena relación, incluso cuando decidió irse a vivir con papá.

一Hola renacuajo, ¿cómo estás? 一saludé, alborotandole el pelo, sabía que eso dejó de gustarle desde hacía varios años.

一Ya no soy un renacuajo 一rodó los ojos一. Estoy bien, aunque hace un rato estaba muy nervioso y con muchas ganas de veros. Os he echado mucho de menos 一le di un beso en la frente y saludé a mi padre y hermana.

Mi relación con mi padre se deterioró en el momento en el que interpuso a su mujer antes que a mí, incluso siendo consciente de todas las barbaridades que me hizo aquella dichosa mujer. Y con mi hermana, bueno, mi relación con ella terminó un año después, cuando decidió que sería mejor irse a vivir con mi padre y borrarme de su vida.

Sí, ya sé que estaréis pensando que entonces la mala fui yo, pero lo cierto es que no, y quizá más adelante descubriréis todo.

一Vamos, he aparcado el coche en doble fila 一apresuró mi padre cogiendo parte del equipaje.

Sabía que quería estar bien conmigo y hacer borrón y cuenta nueva, pero digamos que yo era una persona rencorosa con ciertos asuntos, y ese le iba a costar su tiempo para que yo le perdonase.

Lo único que sabía era que vivían en la aldea que tantos recuerdos me traían siempre que iba de vacaciones.

Recuerdos llamados Jaime.

Me esperaban unas cuantas horas de camino, y como no tenía intención de mantener una conversación con mi padre y hermana, opté por ponerme los auriculares y escuchar música de Krystal Jones, mi cantante favorita.

(...)

Mi reencuentro con mi familia había sido tal y como me lo imaginaba. Saludé a cada uno de mis familiares y no faltó la pregunta del millón, la que siempre me hacían cada vez que me veían: ¿Ya tienes novio?

Y cada vez que me lo preguntaban, mi respuesta siempre era la misma: No.

Comimos todos reunidos en casa de mi abuela, pues su casa era muy grande, lo suficiente o más para que cabiesemos todos.

El primer día allí diría que fue el más aburrido de todos. Prácticamente estuve respondiendo interrogatorios y organizando todo mi equipaje en una habitación vacía que había en casa de mi padre.

Ya estábamos en invierno, y se notaba sobre todo en el norte, donde me encontraba. Pues, ya empezaban a hacer falta los abrigos y bufandas, incluso guantes y botas. Pronto empezaría a nevar, y era algo que me encantaba de pequeña. Cada vez que nevaba aquí Jaime y yo nos pasábamos toda la tarde jugando con la nieve hasta la hora de cenar.

Flashback

Toc, toc.

Bajé corriendo las escaleras, sabía que era Jaime y venía para ir a jugar con la nieve. Hace unos días empezó a nevar, y teníamos una tradición, por así decirlo, de hacer una guerra con bolas de nieve. Ningún año fallaba.

Nos pasábamos horas y horas jugando sin aburrirnos. Nadie se apuntaba a jugar con nosotros, pero sinceramente, no nos molestaba en lo absoluto, estando nosotros dos, no necesitábamos a nadie más.

¡Laia, vamos a jugar! exclamó emocionado Jaime.

Corrimos entre la nieve sufriendo alguna que otra caída entre risas. Jaime hizo una bola y me la lanzó, con tan mala suerte que me dio en la cara.

Oye, cuidado hice un puchero.

Perdóname, Laia. Venga, tírame tú una.

Y así hice. Con mis manos creé una bola de nieve y se la lancé con todas mis fuerzas.

Se me dibujó una sonrisa en el rostro recordando aquellos momentos en los que era verdaderamente feliz, hasta que a mí mente llegó el día en el que se rompió la tradición y mi sonrisa volvió a disiparse.

Toqué el timbre varias veces, ansiosa por que Jaime abriese la puerta y fuésemos a jugar con la nieve.

Hola, Laia saludó.

Parecía triste.

Jaime, ¿por qué sigues en pijama? Venga, vamos a jugar.

No, ya no voy a jugar en la nieve.

¿Por qué? ¿Estás constipado? negó一. ¿Entonces?

Porque ya no quiero jugar más, ya no me gusta.

Y cerró la puerta.

Volviendo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora