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LOS TRES CERDITOS


AUDREY

Me duele la cabeza y mi cuerpo se siente cansado.

Tengo la garganta seca y la boca agria.

Me tomo un momento para saber qué me ha ocurrido mientras trato de abrir los ojos. Tengo un leve recuerdo, de esos que pasan tan rápido que son difícil de procesar, en el que la sonrisa de Dhaxton fue todo lo que vi antes de que la oscuridad me envolviera por completo. 

Eso y el dolor del primer golpe que me dejó en el suelo.

Recobrar la memoria y hacer presente el dolor es una tarea difícil. Intento acomodarme donde quiera que esté, pero mi cabeza está en un plano diferente al de mi cuerpo. No tienen coordinación, no hay una forma en que los pueda mover como deseo. Solo puedo guiarme por el dolor, la sed, la incomodidad y el miedo.

Hago un esfuerzo sobrenatural por abrir los ojos. Un destello se cruza por mi cara, me encandila y frunzo el ceño moviendo la cabeza a un lado, haciendo que el apresurado movimiento me provoque un mareo.

Jadeo en frustración, desespero, en no poder hacer lo que deseo.

—Al fin te despiertas.

La voz de Dhaxton se escucha lejana. El miedo se apodera de mí, pues ha usado un tono muy diferente al que suele demostrar a la hora de hablar. Hay algo en sus palabras que me hiela la sangre.

O tal vez es que cuando estaba tirada en el suelo ha mostrado su verdadera cara.

Trato de abrir los ojos por segunda vez, pestañeando con rapidez para acostumbrarme al cambio de luz. El destello de antes sigue en mi rostro, pero empiezo a sentirlo más caliente y pesado, como si estuviera expuesta a los rayos del sol. Con dificultad consigo abrir mis ojos, entrecerrados para no dañarlos del todo, y puedo divisar una silueta aproximarse. Es como una mancha negra con muchas aureolas que lo contonean, moviéndose en una danza macabra.

—Déjame ayudarte.

Unos dedos largos me toman de la cara con fuerza, obligándome a voltear la cabeza al frente, justo donde la luz me molesta. Con la otra mano, toma los párpados de mis ojos y me obliga a abrirlos para que la luz me ciegue. Luego sigue con el otro, dejándolos en libertad. Cierro los ojos con fuerza, con las lágrimas pronunciándose tan rápido y espesas que no tardan en caer alrededor de mis mejillas.

—No te ves tan mal... —pronuncia con desinterés—. A ver aquí...

Siento sus dedos en mi frente tocar justo donde mi dolor de cabeza se acentúa. Emito un quejido y volteo para alejar sus dedos, pero es en vano, me retiene con más fuerza, con sus uñas enterradas en la piel de mis mejillas.

—Tienes suerte, no parece profunda.

Me deja en libertad sin que lo espere, por lo que dejo caer mi cabeza de golpe hacia al frente, con mi mentón casi tocando mi pecho. Una vez logro recomponerme, hago otro intento por abrir los ojos y divisar con mayor detalle mi entorno.

Lo primero que veo es a Dhaxton, sentado a varios metros, recargado a un costado, con la camisa desabotonada del cuello y las mangas recogidas. Lo siguiente que veo es una pared blanca, diferente a la de su habitación; en ella diviso unos bocetos, los cuales reconozco de su estudio, pero estos tienen algo diferente... Algo que no logro precisar del todo. Alrededor de Dhaxton, hay una mesa de trabajo, un escritorio con la pantalla de un computador y algunas hojas.

—Dhaxton —le llamo con la voz agrietada, temblorosa y baja.

Quiero llevarme las manos a la garganta, cubrirme el rostro, hacer algo, pero me tiene atada de manos y piernas. Estoy en una silla. Y con el foco de luz en la cara, sintiéndolo más intenso cada vez.

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora