_Rencor_

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En la oscuridad de la noche un hombre caminaba, si es que a sus torpes movimientos se les podía llamar así, estaba ebrio hasta las manitas y su única preocupación en mente era tirarse en un lugar lo suficientemente cómodo como para dormir lo que restaba de esa madrugada de sábado, no le importaba el fresco o que cuando el sereno hiciese su aparición le quemará por estar al aire libre, tampoco le interesaba si alguien que conociera le mirase tirado por las calles del poblado, para nada, por qué si fuese por él se hubiera ahogado hasta la muerte en el bar de quinta dónde había empezado a beber en primer lugar, pero lo sacaron a patadas, por qué ya no tenía con que pagar y de hecho sus últimas monedas de su último dinero se habían ido en las copas que tanto pedía.

--Me lleva --termino exclamando aquel sujeto tirándose a tierra del camino a sus pies logrando que toda su, delgaducha y golpeada, humanidad terminara por estremecerse pero no le dolió ningún músculo pues el alcohol en sus venas lo tenían completamente dopado, no sentía nada, más allá del dolor en su corazón que se estrujaba y lo hacía llorar desconsoladamente.

Ya le había dicho su padre; "Los hombres no lloran" pero en una situación así ¿Que más le quedaba?, Le habían quitado el empleo debido a la movilización militar que en todo el virreinato se llevaba acabo, y además, estaba más endeudado que cualquiera en este mundo, sus hijos ya no tenía ropa ni calzado descente, su esposa le exigía sustento y él, se gastaba todo en sus borracheras para no llorar en casa. Su casa, esa a la que no deseaba regresar jamás con el rostro empapado y humillado, esa que si quería mantener debía conseguir un milagro.

--Que casualidad... --una voz ajena lo hizo parar sus llantos y levantar la mirada, sus ojos mareados por la bebida se enfocaron por unos segundos y al hacerlo vieron directamente unos orbes tan rojos como el mismo infierno, brillando cual llamaradas intensas en la oscuridad, por qué en realidad eso eran --Que pequeño es el mundo, ¿No lo crees? --hablo el dueño de aquellos orbes tan peculiares. Era un muchacho con la mayoría de edad y un poco más, de cabellos castaños y piel morena, pálida cuál muerto en morgue; se mantenía de cuclillas para estar a la altura del hombre en el suelo y sonreía ampliamente cómo si de un viejo amigo se tratase --Buenas noches, Joaquín...

El hombre en el piso trago duro al escuchar su nombre dicho por aquella aparición, con sus brazos temblorinos se apoyo y logro ponerse de rodillas, con la mirada gacha para no volver a presenciar los orbes de infierno que el contrario tenía en la cara.

--Buenas... Buenas noches --respondió por fin con su voz flaca debido a sus recientes lloriqueos, sorbió su nariz y con su mano seco lo mejor posible su cara.

--Se te ve muy mal, pobre alma en desgracia --hablo el muchacho levantándose de su posición, aprovechando que el hombre no le miraba para seguir con su sonrisa la cuál difería en su tono de preocupación --Si me hubieras hecho caso hace medio año que te quedaste sin trabajo seguramente ahora mismo no estaríamos aquí, de hecho, estoy seguro de eso. --comunico el castaño y al ver la nula reacción de Joaquín decidió acercarse un paso para acariciarle la cabeza, esos sucios mechones azabaches que tenía descuidados --Nadie se merece esto, tienes todo para salir adelante y aún así la vida se voltea dándote solo la espalda --consoló --Hiciste lo que pudiste, nadie puede negarlo, ahora mismo yo solo quiero darte un empujón, déjame ayudarte Juárez, déjame por favor...

Sonó como una súplica lo que dijo aquel ente endemoniado, pero para el pobre hombre fue más bien la amenaza de que algo peor podría venir si no aceptaba por fin el trato que aquel joven le ofrecía. Al final de cuentas, y en su situación tan precaria, ese trato sonaba como el paraíso mismo y las delicadas manos del castaño lo hacían sentir seguro, como la verdadera salvación.

--Esta bien, perdoname por tardarme tanto Leo, no quise hacerte esperar... Al final si quiero lo que me ofreces --comunico el hombre, y como si no fuera poca la sonrisa del castaño aumento en tamaño mientras sus ojos brillaban de emoción. Joaquín levantó la mirada y cuando noto el gesto del ente se sintió arrepentido muy en su interior, pero ya no se iba a hechar para atrás, estaba completamente desesperado.

Contrato con el diablo // [Charro Negro x Leo San Juan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora