Por un susto, cambio mi vida

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Odio la navidad, no porque tenga algún trauma o miedo a Santa, es que cada vez que se acerca estas festividades me estreso, vivo muy lejos de mi familia y por mi trabajo no tengo mucho tiempo de visitarlos y de festejar la navidad; trabajar para una de las empresas más grande de España hace que tenga menos tiempo de ir a las tiendas y comprar regalos para la familia. 
Hace prácticamente un año que no los veo, recuerdo que el año pasado todo fue un desastre, cuando llegué a casa de mis padres todo fue pura felicidad, hasta que recibí una llamada urgente del trabajo, que provocó que tuviera que irme antes de tiempo, mi familia se disgustó mucho, porque siempre había algo que me impedía quedarme o impedía ir a visitarlos. Decían que mi trabajo era más importante, eso me partió el corazón, sé que mi trabajo es importante, pero ellos lo son más, sin embargo, no lo demuestro.
Salgo del trabajo veo a la gente sonreír, parejas tomadas de la mano, niños jugar en la nieve, felices haciendo muñecos de nieve. En ese instante, me vienen recuerdos de la niñez, pienso cuando la navidad era mi época favorita y me sentía muy feliz cuando veía a toda la familia reunida festejando la navidad. Recuerdo también cuando mis primos y yo hacíamos los muñecos de nieve, y nos tirábamos en el suelo para dibujar mariposas, era la niña más feliz del mundo. Y ahora cada vez que pienso que se acercan estos eventos me pongo de mal humor, no duermo bien y cuando hablo con mi madre siempre terminamos discutiendo porque no puedo decirle cuando iré a verlos.
Llego a mi casa saludo a mí mejor amigo Paco, mi perro de un año de edad, un Golden retriever, cuando lo vi por primera vez en la tienda de mascotas me enamoré al instante. Cuando no estoy en casa, mi vecino Diego me ayuda a cuidarlo. Es un magnifico amigo y aunque le insisto en pagarle por cuidarlo, él no quiere. Cómo siempre soy bien recibida, lo apapucho y le digo cosas que la gente pensaría que soy una loca, pero a mí no me importa. Apenas tomo su correa Paco se vuelve loco corriendo por toda la casa, sabe que daremos un paseo. Cuando veo que se calma le coloco la correa, tomo las bolsas y los guantes, y caminamos hacia el ascensor, vivo en una segunda planta en un edificio cerca de la calle Ardenmans.
Tan solo pongo un pie en la calle la correa se rompe y Paco empieza a correr. — Paco, Paco, ven acá—grito, pero él muy travieso no me obedece y tengo que correr detrás de él. Vuelvo a llamarlo, pero nada sigue corriendo como si su vida dependiera de ello. Veo que se detiene en un parque. Miro alrededor me encuentro en la plaza Manuel Becerra, específicamente en el parque Eva Duarte de Perón. Este sitio cuenta de amplio espacio con diversas áreas deportivas una de ellas es una zona infantil y una canina. Fue bautizado así debido a una política y actriz del mismo nombre, la cual luchó por la igualdad jurídica de los cónyuges y la custodia compartida. Se destaca por tener dos fuentes ornamentales de gran singularidad y un busto en honor a esta mujer.
Veo a Paco entrar en la zona canina y empieza a jugar con otros perros. Cuando voy en su búsqueda siento que algo agarra mi brazo, doy un brinco del susto que hace que pueda soltarme. Me doy la vuelta para ver quién me había agarrado y me percato que es un pobre anciano con toda la ropa sucia, lo oigo susurrar algo, pero no logro entender que es lo que dice.
—Señor se encuentra bien —pregunto tratando de acercarme poco a poco a él no vaya a ser que sea un ladrón.
El anciano no me responde y sigue susurrando algo que sigo sin poder entender, me acerco un poco más y vuelvo a preguntar si todo está bien, pero no obtengo respuesta hasta que logro oír
—Podría darme algunas monedas, por favor, —dice con voz débil.
Virgen santísima, mira que toparme con un mendigo y seguro que el dinero que pide es para gastarlo en alcohol o drogas, que suerte tengo para encontrarme a este tipo de persona. Iba a seguir hasta que vuelve a sujetarme, trato de soltarme, pero su agarrare es muy fuerte, tengo miedo, no sé qué me podría hacer y cuando voy a gritar para ver si alguien me ayudaba, él trata de señalar hacia un lugar, no puedo enfocar bien la vista y ver lo que quiere que vea. 
—Por favor, solo es unas monedas para comprar comida para mi nieto. —dice llorando quedándome en shock.
Qué hacen estas dos personas en la calle y además con el frío que está haciendo. Trato de ayudar al anciano a sentarse en uno de los bancos, pero no quiere. Al ver que no reacciono se marcha con la cabeza cabizbaja, eso me pone triste, pero es que estoy completamente en shock porque no sé qué hacer. Lo veo que sigue insistiendo, pero nadie se digna a ayudarlo, hasta que no puedo aguantar más viendo esta escena. Le silbo a Paco esta vez me obedece le coloco la correa, me acerco al anciano lo tomo por el brazo, quedándose completamente sorprendido, veo de reojo que el niño viene detrás, nos dirigimos a un puesto de comida que está a las afuera del parque compro un sándwich para cada uno y compro otros para que se lo coman más tarde. El anciano y el pequeño me lo agradecen.
Al poco rato el abuelo y yo nos sentamos, mientras Luis, así es como se llamaba el niño jugaba con Paco. Su abuelo Rubén me cuenta que el niño perdió a sus padres en un accidente en vísperas de navidad y él tuvo que asumir porque no tenían más familiares a quien acudir, pero se endeudó por una mala decisión que hizo y casi le cuesta la vida, al exigirse más de lo que él realmente podía hacer y así poder cumplir con su nieto para que no le faltara nada. Y en estos momentos, está tratado de salir adelante para mantener a su nieto con lo poco que tiene, eso me entristeció mucho, debió ser duro lo que pasó este pobre hombre. Una lágrima recoge mis mejillas al recordar a mi abuelo materno que falleció hace tiempo, pero su recuerdo aún está presente y pienso que tal vez él pudo estar en la misma situación que Rubén cuando mi madre me contó lo difícil que fue para él criar a tres hijos solos sin que nadie lo ayudase. Reflexiono un poco en la vida que estoy llevando, pienso en mis padres y en toda mi familia. En ese instante, se me ocurre una brillante idea....
—¿Luis ya tienes todos listo? —pregunto mientras cierro mi maleta.
—Si señora Ana, —contesta
—Luis cuantas veces te he dicho que me llames solo Ana no Señora Ana, —digo saliendo del cuarto mientras lo veo jugar con Paco que desde que tomé la decisión de que Luis y abuelo vinieran a vivir a mi casa eso dos han sido inseparables.
Mi vida cambió completamente, cuando me encontré a estas dos personas. Ahí es cuando me di cuenta del valor de la familia, que hay que tener un tiempo, aunque sea el más mínimo para dedicárselo a tus seres queridos, y que mejor momento que en la navidad. Pedí unos días de vacaciones para ir a visitar a mi familia en Ayllón un pueblito perteneciente a la cuidad de Segovia para pasar las navidades y presentarles a los nuevos integrantes.
Al llegar a la casa toda mi familia nos recibe con la mayor alegría del mundo. En la noche del 25 de diciembre ayudo a mi madre y mi tía a preparar la cena mientras que Luis ayuda a los primos a colocar los regalos en el árbol de navidad. Rubén charla con mi padre y mi tío mientras se fuman unos puros cubanos. Me siento feliz, mi familia ha recibido a Luis y a Rubén como si fueran otros miembros más de la familia. Ya para la medianoche todos abren sus regalos, pero veo a Luis triste y me acerco a él.
—Todo bien pequeño, —pregunto, pero me temo que ya sé la respuesta.
—Si Se... Ana, —corrige en cuanto ve mi cara cuando iba decir Señora.
—¿Seguro?, —digo, pero sé que está mintiendo
—Seguro- afirma
—Vale, porque quiero que me hagas un favor, — digo y el pequeño asiente. —Podría alcanzarme esa caja mediana que está en el árbol. Cuando Luis me la trae le pido que la abra.
—Pero no debería, es su regalo, —dice todo apenado
—No Luis ese regalo no es mío es tuyo. —corrijo.
El niño se me queda mirando y luego mira la caja, veo que está sorprendido, levanto la vista veo a su abuelo que también está sorprendido, pero al mismo tiempo feliz, una lágrima resbalar por sus mejillas, no se esperaban este gesto.
—¿Para mí?, —contesta sin aún podérselo creer.
—Si, es todo tuyo — afirmo, veo que mira a su abuelo y este lo anima abrir la caja.
Al abrirla queda totalmente sorprendido, —Un perrito, —grita de alegría. Corre hasta donde está su abuelo —Mira abuelo, un perrito, a que es mono y es igualito a Paco, —dice con toda emoción. Claro que es igualito a él, si es de la misma raza que Paco, a los pocos días de llegar al pueblo, fui con mi madre a comprar cosas para la cena de navidad y vi la tienda de mascotas no dude en entrar y cuando vi al cachorro pensé en Luis y lo feliz que se sentiría, así que lo adopté. El pequeño corre hacia donde está Paco echado y se lo enseña, el animal empieza a olisquearlo y le pasa la lengua, aceptando al cachorro.  El abuelo me mira y sus ojos dicen cuan agradecido está. Luego veo al niño correr hacía mí. —gracias, —dice lanzándose a mis brazos
—No tienes nada que agradecer tú te lo mereces, —digo proporcionándole un fuerte abrazo. —¿Y qué nombre les vas a poner?, —pregunto mientras seguía en mis brazos
—Paquito, —responde sin pensárselo dos veces y yo me emociono.
Pasamos unos días maravillosos en Ayllón, sin duda uno de los mejores de mi vida. Ya de regreso a nuestro hogar, los tres más los dos perros tomamos la carretera.
—Gracias, —dice de repente Rubén.
—¿Por qué?, —pregunto sin entender a que se refiere
—Nadie en la vida además de sus padres y de mí le han regalo algo, —dice casi llorando y a mí se me forma un nudo en la garganta
Lo miro y después miro hacia atrás donde el niño duerme con los perros. —No hay nada que agradecer, al contrario, yo les doy las gracias por hacerme entender que lo más importante en la vida es la familia, y que el trabajo puede esperar—respondo con voz entrecortada.
Sin duda alguna, quien iba decir que por un susto mi vida cambió por completo, y me hizo ver a la navidad como algo positivo donde puedes compartir con lo poco que uno tiene con tus seres queridos y decirles cuantos los amamos porque al final no sabemos cuándo nos faltarán, y que no debemos exigirnos tanto para que nos acepten.

Un cambio de parecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora