PRÓLOGO

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Tal vez tú no tienes la culpa.

Tal vez fuiste víctima de aquel pensamiento que te hacía creer diferente a las demás.

Tal vez pensaste que con tu muerte las cosas podrían cambiar.

No te culpo, no te culpo por tus acciones, no por tus deseos. Los culpo a ellos, los culpo por no amarte lo suficiente, los culpo por ser cobardes, por ser hombres, por ser unos Verdammt.

No voy a mentir, en un momento de mi vida deseé conocerte. Deseé saber por qué te amaban, de la manera en la que lo hacían. El porqué solo por tu imagen aceptaron todo aquello que hicieron.

No me arrepiento de lo que hice, no está bien. Lo sé, pero era necesario, necesario para soltar tu recuerdo y que yo pudiera ser libre. Tal vez existían otras formas de hacerlo, otra forma de liberarme, pero estaba desesperada. Necesitaba ser libre, necesitaba descansar.

La culpa aún me afecta. En esos momentos, cuando me siento en la cama y pienso en lo que hice, lloro. Lloro porque me regaño pensando en que había otras formas, pero ya no hay vuelta atrás y si la hubiera, no regresaría. Tal vez escribirte cartas es una forma de pedirte perdón, tú no tenías la culpa, tú no eres la responsable. Te odié por mucho tiempo, pero entiendo que no lo mereces.

A pesar de que no leas esto, es un respiro para mi alma condenada al infierno; un respiro para sacarme por un segundo la culpa; un respiro de mi pasado.

La nueva versión de mí puede no ser la mejor, pero es la que se está recuperando, es la que está en un camino diferente y es la que está comenzando a vivir.

Espero que eso te enorgullezca, espero que eso te haga sonreír.

Pero a pesar de todo el odio, del rencor...

Te extraño, mamá.

L.D

Familia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora