El carro del sueño:

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A los dioses no se les da muy bien cumplir plazos.

La idea de disponer de un tiempo limitado para hacer algo no tiene mucho sentido para un inmortal. Desde que me había convertido en humana, me había acostumbrado a la idea: ve aquí para esta fecha o el mundo se acabará. Consigue este objeto para la siguiente semana o todos tus conocidos morirán.

Aún así, me sorprendió descubrir que Nerón planeaba destruir Nueva York esa misma noche—con pastel, celebración y tortura en abundancia—y que no había nada que yo pudiese hacer al respecto.

Me quedé mirando a través de los barrotes después de que Gunther se fuera. Esperaba que volviese a aparecer y gritase: "¡Era broma!", pero el pasillo siguió vacío. Podía ver muy poco del corredor salvo unas paredes blancas lisas y una única cámara de seguridad fijada al techo, que me miraba con su reluciente ojo negro.

Me volví hacia Lu.

—He llegado a la conclusión de que nuestra situación es un asco.

—Gracias.—Ella cruzó sus muñones sobre el pecho como un faraón—. Necesitaba esa perspectiva.

—Hay una cámara de seguridad ahí afuera.

—Claro.

—Entonces, ¿cómo pensabas sacarnos? Te habrían visto.

Lu gruñó.

—Es una sola cámara. Fácil de evitar. Las zonas residenciales están vigiladas desde todos los ángulos, tienen micrófonos que captan los sonidos, sensores de movimiento en todas las entradas...

—Ya, lo entiendo.

Me daba rabia, pero no me sorprendía, que la familia de Nerón estuviese más vigilada que sus prisioneros. Al fin y al cabo, era un hombre que había matado a su propia madre. Ahora estaba criando a su prole de pequeños déspotas. Teníamos que llegar hasta Meg pronto.

Sacudí los barrotes solo para poder decir que lo había intentado. No se movieron. Necesitaba un arrebato de fuerza divina para escalar a golpes, pero si quería que mis poderes obedecieran a mis necesidades, podía esperar sentada.

Volví fatigosamente al sofá y miré con odio los sándwiches y refrescos.

Traté de imaginar lo que podrían estar pasando Percy o Meg en ese momento. Meg podría estar en una opulenta habitación parecida a esa; menos los barrotes, quizá, pero una celda de todas formas. Cada uno de sus movimientos sería registrado, cada una de sus conversaciones escuchada. Y por el lado de Percy... dioses, no quería imaginarlo, él fue el primero que se llevaron para torturar, no sabía que podría estar haciendo Nerón con él, pero el solo pensarlo me arrancaba lágrimas de los ojos.

—Saldremos de aquí.—La voz de Lu me sacó de mis deprimentes pensamientos—. Y luego ayudaremos a Meg.

—Y a Percy—apunté.

—Si queda tiempo, supongo—murmuró ella—. Si tu amigo ya fue mandado a torturar, dudo que aguante mucho más.

La fulminé con la mirada.

—Ha luchado en dos guerras y atravesado el Tártaro, estará bien.

La gala se encogió de hombros.

—Lo que digas, pero ese chico tiene muchas heridas abiertas. A Nerón se le da especialmente bien encontrarlas y explotarlas.

Por más que quisiera discutir, sabía que sería una pérdida de tiempo, mi respuesta fue un simple: "¿Quieres un sándwich?"

Ella miró la fuente.

—Sí. De pepino y queso para untar, si hay. El cocinero prepara unos sándwiches muy buenos de pepino y queso.

Las pruebas de la luna: La Torre de NerónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora