–¡¡CUIDADOO……!!– gritaron.
¿Pero qué puedo hacer? ¿Qué se supone que debo de hacer cuando el universo me manda una señal tan directa? Me quiere ver muerta.
Listo. De seguro moriré, el enorme metal está a tan sólo centímetros de mi cara. Sólo cerraré los ojos, esperando que eso aminore el dolor.
Un par de segundos más y mi vida habrá terminado.
Pero antes de eso, siento un extraño peso sobre mí. Este fierro es suave y…¿pachoncito?
No, esto es una persona.
–¿Eh?–
–¡¡IDIOTA!!– grita esa persona.
Abro mis ojos sólo para descubrir que hay un chico sobre mí, de cabellos morados y ojos verdes detrás de unas gafas, llorando. Las gotas caen sobre mi rostro.
–Ah, uh, perdón…– le hablo.
¿Qué está pasando aquí? Acaso él…¿me salvó?
Me mira tan suplicante, tan afligido, que no puedo sostenerle la mirada sin sentir como deja un vacío dentro de mí.
Me resulta familiar.
–¡ERES UNA IDIOTA!– me grita a la vez que se retira las gafas y se limpia las lágrimas –¡HACERME PREOCUPAR TANTO POR TI, LIZ!– solloza.
Demasiado familiar.
–¿Jesse?– le pregunto confundida.
–¡¿QUIÉN MÁS SE ARRIESGARÍA TANTO POR TI?!–
–¿Darrel?– lo contrarresté, en un fallido de intento de romper la tensión.
Aún se veía algo conmocionado, triste diría yo.
Se levantó.
–Gracias, Jesse…Ya sabes…por salvar mi vida– apuesto a que yo tenía un tenue rubor en las mejillas.
–Debía hacerlo–
Sí, Jesse siempre había sido así.
–¿Qué hacías aquí, de todos modos?– le pregunté.
–Eso lo debería decir yo–
–¿Ya estás bien?– me atreví a preguntarlo. No hace mucho que él aún estaba llorando.
–Eso creo– se limpió los ojos con el antebrazo una vez más –¡¿Qué me dices acerca de ti?! ¡PRESTA MÁS ATENCIÓN POR DONDE CAMINAS!– me reprendió, golpeándome en la cabeza.
–Auch– me quejé sobando mi adolorida cabeza.
–Bueno. ¿Qué te parece si vamos a tomar algo?– me extendió una mano.
–Soy menor de edad– bromeé.
Él rió.
–Me alegro, porque yo también–
Ésta vez yo reí. Extrañaba tanto a Jesse.
~∞∞~~∞∞
Nos sentamos en una de las mesitas que estaban afuera del café Dulce Patria. Después, claro, de que el encargado de la obra se disculpara conmigo por el descuido, y que si quería me recompensarían con lo que fuera, bla bla bla. Quise un casco de trabajador.
–Aún no entiendo porqué quisiste un casco de un obrero– se burló Jesse, tomando de su café des-cre-ma-do~~
–Bueno, son lindos– le reproché, inflando mis cachetitos.
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Mi ángel pelirrojo
RomansaElizabeth ha estado enamorada de Adam desde casi toda su vida, pero por cuestiones personales tuvo que abandonar su ciudad y a Adam, dando por sentado que jamás lo vería de nuevo. Ahora Elizabeth ha vuelto a su ciudad. ¿Se reencontrarán o sólo son...