La fúnebre caída del terciopelo rojo deslizandose entre el cristal del sarcófago de aquella humilde mujer, quién con su palidecido rostro aún mantenía una sonrisa.
Rosas color carmín rodeaban la delicada y fría anatomía de aquella mujer, con sus cabellos platinados llenos de ondas y pequeñas trenzas que hacían lucir sus preciosas y dulces facciones.
— Lamento no haber podido salvar tu vida, mademoiselle.
Sus dígitos se presionaron suavemente contra el cristal, provocando que la yema de sus dedos manchase el mismo; el vapor de aquél cuerpo que dejaba el mundo de una forma desgarradora; destrozaba en absoluto el corazón del rey, quién con el corazón en la mano murmuró.
— Prometo hacer de Francia un lugar justo para ustedes, Mon Cherié.
Se alejó de su lecho de muerte, caminando desganado por el gran pasillo dónde ofrecía la ceremonia, todos sus plebeyos y sirvientes conmemoraban aquél instante como uno de los actos más nobles del reciente heredero, sus antepasados jamás habían ofrecido un "evento" como aquél.
— Hijo mío, no puedes permitir que la tristeza te consuma... El ciclo de la vida es así, por más que desees cambiar la realidad de estas personas. Es imposible.
El menor negó, no pudiendo caer en cuenta que su propio padre le diese la espalda en un momento como ése, el mismísimo Louis XIII conocido por ser el portador más justo de la corona, refiriéndose así a una pobre anciana.
— Padre, eres decepcionante.
Ejerció su camino hacia el trono, tomando asiento antes de tocar su campanilla; provocando que absolutamente toda la atención se posara en él.
— Deseo que desde hoy en adelante, el pueblo Francés haga saber sus carencias a las posaderas de este castillo; dicha posesión no es mía... Es de todos nosotros.
Las doncellas a su alrededor hicieron una reverencia a tono de respeto, meneando aquellas prominentes faldas hacía las puertas del salón.
El obispo se hizo presente en la ceremonía, exigiendo un silencio pulcro en la sala.
Entonces comenzó su predicamento.
— Estamos aquí reunidos hoy, para conmemorar el fallecimiento de Beátrice Levouffé, gran esposa y mujer... Arrastrada por las garras de una enfermedad irreversible, que nos deja una gran enseñanza.
El obispo roció agua bendita sobre la cúpula del ataúd, abriendo la biblia para recitar el salmo.
— Sabiduría, 3-1 16, dice lo siguiente.
Las almas de los buenos están en las manos de Dios, y el tormento no las alcanzará. Los insensatos creen que los buenos están muertos; consideran su muerte como una desgracia, y como una calamidad el haberse alejado de nosotros.Se persignó doble vez, realizando una reverencia antes de santiguar a todos los presentes.
— Au nom du père, du fils, du saint esprit.. amen.
El jóven muchacho besó la punta de sus dedos una vez selló la oración, inclinandose ante la mujer antes de permitir que la funeraria retirara sus restos.
Transcurridos unos minutos todos los invitados comenzaron a dejar las instalaciones, despidiéndose del rey y deseando su más sentido pésame al mismo.
Decidido a cerrar las puertas de su hogar, se vió invadido por su fiel mayordomo, quién con los cabellos ligeramente húmedos por la llovizna que se presenciaba aquella noche simplemente exclamó asustado.
— ¡Mon Monsieur! ¡Mon Monsieur!
Dijo con un arrastrado acento francés, Youngjo era un hombre asiático ya bastante adulto, pero fiel, había cuidado de Louis desde que el anteriormente mencionado tenía memoria.
— ¿Qué ocurre, Youngjo?
El muchacho de hebras pelirrojas crecientes se inclinó a modo de disculpas, extendiendole un pergamino con escrituras japonesas en él.
— España ha enviado multitudes asiáticas en tropas... Debemos protegernos, señor.
El castaño presionó el tabique de su nariz con rabia, caminando en círculos por varios minutos; apretando entre sus palmas aquél papel ya gastado y viejo.
— ¿Sabes de cuántos planean atacar? ¿O siquiera como se llaman?
El chico asintió, acercándose un poco al muchacho para hacer de aquello lo más confidencial posible.
— El rey Felipe IV de España, envió a Zhou Zhiyou de China, y a Jin Mu de Japón, señor.
Louis palideció por unos segundos, ese sería su fin.
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Dinasty
Fantasyun conjunto de problemas entre seda mojada pondrá fin al autocontrol de Louis.