Capítulo 119: El Vengador

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Ares, el que estaba siendo humillado, sonreía con amplitud y aparecía en su mano derecha una larga espada de un brillo lumínico, a la vez que el mango poseía una gema roja con una inscripción en la hoja que no llegaba a distinguir, pero para Shiori parecía un terror inaudito. Asimismo los ojos del dios se volvieron rojos como el fuego, y tanto los músculos como el cuerpo se volvieron más tonificados, ¿qué significa esto? Mientras trataba de aclarar mis dudas, la cuchilla se había caído siendo agarrada por Kyoko, recibiendo una arremetida del mismo hasta que chocaron armas con una gran presión formando una onda expansiva.

--Esa espada...es la legendaria espada sagrada Excalibur...¿cómo puede tener ese desgraciado un arma tan poderosa? Kyoko está perdida, ya no puede ganar.--Declaraba mi prima con tal horror que no llegaba a entender, pero yo entendía perfectamente a lo que se refería. Según los relatos míticos de lo que me había obligado a leer mi madre era el asunto de armas divinas, y una de ellas mencionaba a Excalibur. Como tal es un arma sagrada que no sólo puede cortar todo, también es capaz de contraponer la oscuridad y todo poder divino que se oponga a ella, así como destruir toda defensa o intangibilidad, y además controlar el elemento de la luz, donde propiamente es la personificación de la gloria y la guerra, pero que Ares tenga algo así...obviamente alguien que está bajo el poder de la oscuridad como mi otra familiar es simplemente atroz, si no cambiaba a otra habilidad divina podría incluso matarla, la luz oscura era el símbolo de la perdición para nuestra aliada.

--No hace falta que lo menciones Kasumi, diablos. Eres bastante interesante, para ser un aficionado no lo haces mal, pero te has metido con la persona equivocada, la que va a hacerte pedazos...soy yo estúpida. Técnica Divina: Tinieblas en la Profunda Noche de Nix-Destrucción Abismal.--Se burló con arrogancia mi prima cortando la presión entre ambos mediante una patada de la usuaria para así saltar por medio de un impulso chocando sus pies contra Excalibur y quedar a una distancia de 10 metros con respecto la de nuestra enemiga. En un momento dado realizó siete tajos aéreos entre horizontales y verticales, donde rayos negruzcos iban hacia Ares en diversas direcciones como si fueran misiles, pero el mismo confiado giró su espada de manera lineal repetidamente dejando ver una gran y poderosa luz que dispersó al instante las lanzas de las Tinieblas, todo con una defensa perfecto por la habilidad de Excalibur, el arma divina más poderosa. ¿Cómo se estará sintiendo Kyoko frente al nuevo poder que estaba emitiendo dicho dios cobarde?

--¿Impresionante? Lo sé, puede que no posea ningún poder divino, pero a cambio poseo una fuerza y una velocidad diferentes a los de cualquier dios, y además poseo a la espada más poderosa otorgada por Izanami, la famosa Excalibur. Después de morir Arturo ella me la dio, a decir verdad es algo grato que la tenga por diversos motivos, pero después de matarte iré a por los dioses, y por último será ese Izanagi, de todas maneras la ley omniversal será cumplida tarde o temprano, nos falta un paso más.--Añadió Ares con una voz pretenciosa y llena de arrogancia balanceando su espada de manera diagonal a pesar que Kyoko había colocado su cuchilla, por lo que retrocedió y su brazo fue llenado de una herida completamente visible por una gran cicatriz, lo que me daba a pensar del verdadero poder que tenía dicha deidad.

A pesar de ello el combatiente guerrero dejó a su oponente hasta sentir mi corazón ser atravesado por un gran filo, escupiendo sangre y siendo desplomada al suelo, ¿en verdad había muerto? Cada vez me costaba más respirar, la respiración se me agotaba y mi visión poco a poco desaparecía, hasta que todo empezó a volverse negro y ya nada de eso importaba, finalmente mi vida había acabado a manos de una dios terriblemente bélico y cruel, una deidad de los conflictos propiamente dicho. Mis brazos empezaron a dejar de moverse y mi habla ya no funcionaba, así como mi oxígeno poco a poco desaparecía hasta empezar a faltarme, justamente la muerte me había llegado para desaparecer de este mundo cruel.

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