Capítulo 25

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—Yoongi... —escuchó de fondo.

Estaba totalmente inmerso en un sueño en el que no encontraba su ropa.

—Yoongi —volvió a escuchar, pero él no prestaba atención, tenía que encontrar su ropa rápidamente o no llegaría a...—. ¡Yoongi!

La boda. Abrió sus ojos de repente, y se incorporó en una sacudida. Jin estaba ante él, y le miraba con una ceja alzada.

—Tenemos que estar en la ceremonia en una hora —le dijo Jin entrecerrando sus ojos.

Por un momento, Yoongi se tranquilizó. Él con una hora no solo le daba tiempo, sino que además le sobraba. Iba a volver a recostar su cabeza en la cama cuando notó que tenía algo pegado a la cara. Se pasó la mano por ella, encontrando un papel pegado con saliva a su mejilla. Sus ojos volvieron a abrirse de par en par. ¡Se había quedado dormido y no había escrito el discurso! De golpe se levantó de la cama. Jin ya no estaba allí. Había salido fuera, pero no había cerrado la puerta de la habitación de Yoongi, por lo que el pálido pudo ver que el primo de Jimin ya estaba allí, en el sofá, vestido con un traje que seguramente no le había costado más de cincuenta dólares.

—¡Hola, Yoongi! —saludó éste cuando vio salir al pálido de su cuarto, con una cara terrible y el pelo totalmente despeinado. Éste le saludó con un ligero movimiento de cabeza.

Zico también estaba allí, despierto para su asombro, y además vestido. Bebía una taza de algo que seguramente ponía en peligro el blanquecino e impecable color de su camisa. Jimin apareció, también vestido con los colores acordados, negro y azul, al igual que ellos. Cuando vio a Yoongi se acercó a él.

—¿Tengo bien la corbata? —preguntó atacado.

—Estás bien —le tranquilizó Yoongi.

—Bien —dijo, y después resopló intentando calmar los nervios.

Por un momento, Yoongi temió que Jimin se diera a la fuga, solo por no tener que pasar la ceremonia. Yoongi se duchó veloz, y tras salir y secarse el pelo con una toalla, acudió a su habitación. Al pasar por el salón, se encontró la escena cómica de Jimin practicando el vals con Zico. Casi se carcajeó sin compasión, pero inmediatamente recordó que él tendría que bailar aquel día con la madre de Eunha, por lo que decidió callar. Ropa interior limpia, pantalones, camisa blanca, corbata azul, chaleco azul y chaqueta negra. La madre de Eunha se había encargado de que con esos trajes no se les viera a ninguno de los cuatro ni un solo tatuaje. Yoongi estaba seguro de que les obligaría a maquillarlos si alguna prenda dejara verlos. Yoongi se miró al espejo cuando terminó de vestirse, y al ver sus pendientes se preguntó si debía quitárselos. Se encogió de hombros y decidió dejárselos, aquella mujer no mandaba en ellos. Detestaba aquellos zapatos de pijo, deseaba poder ponerse sus converses, pero estaba seguro que si acudía con ellas a la boda le ahorcarían junto al altar. Salió de nuevo al salón y Jimin estaba hablando por teléfono.

—Claro, lo entiendo —decía con un tono entristecido.

Yoongi miró a Jin preguntándole con la mirada de qué se trataba, pero éste no le dijo nada.

—Sí, gracias. Espero que nos veamos pronto —continuó Jimin—. ¿Con Yoongi? —inquirió de pronto, y elevó la mirada hasta Yoongi, que seguía mirándole confuso—. Claro —dijo antes de apartarse el teléfono de la oreja, y se lo tendió—. Es Jinyoung. Quiere hablar contigo.

El pálido abrió los ojos de par en par, y miró el aparato sin estar seguro de querer cogerlo. Finalmente, tomó el móvil y se lo arrimó a lo oído.

—¿Sí?

—Hola, Yoongi —escuchó al otro lado. Sonrió levemente antes de girarse y meterse en su habitación.

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