Epílogo

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El balón se puso en juego. El quarterback cogió la pelota y dio un par de pasos hacia atrás. Visualizó el campo. Habían estudiado aquellas posiciones. Jihoon debía estar en el borde derecho solo, mientras que Dongpyo estaba al otro lado fingiendo ser el que iba a interceptar el pase. Debía fingir lanzar a Dongpyo y cambiar al último momento el movimiento hacia Sejin. Estaba tan concentrado en generar ese disimulo que no se dio cuenta de que sus defensas habían sido derribados. Alguien se había lanzado contra él con fuerza y lo había tirado al suelo. El balón ya no estaba en sus manos. Ni siquiera había conseguido levantarse cuando escuchó vitorear al otro equipo. Cuando por fin se puso en pie vio a Yonghyun, Jiseong y los demás abrazarse. Se pasó la mano por el cabello rubio en un gesto de irritación. El entrenador le iba a matar.

—¡Jaemin! —le escuchó gritar desde fuera del campo—. ¿En qué narices andas pensando?

Jaemin se giró para mirar a su entrenador, Jeon Jungkook. A veces le daba la sensación de que daba igual si lo hiciera bien o lo hiciera mal, nunca era suficiente. Resopló y se volvió a girar sin contestarle, posiblemente eso le cabrearía más, pero le daba lo mismo.

—¡Vamos a repetir la jugada! ¡Volved a vuestras posiciones! —gritó Jungkook a los niños.

Jaemin volvió a coger el balón cuando el entrenador dio la señal. Aquella vez no dudó, agarró el balón con fuerza y se la lanzó a Sejin. Sejin y sus manazas cogieron el balón sin problemas.

—¡Sejin, no te quedes parado! —gritó Jungkook.

Sejin echó a correr, y cuando tuvo a dos encima, cedió el balón a Yonghun en un pase lateral. Llegó con velocidad hacia la zona de marcaje. Jaemin pegó un salto cuando lograron el touchdown. Miró inmediatamente a su entrenador, que les miraba serio y se limitó a asentir antes de tocar su silbato.

—¡Muy bien, venid aquí! —les gritó.

El equipo se acercó a su entrenador y le miraron atentos.

—No habéis estado mal, pero debéis ejecutar con mejor precisión las jugadas —les reprendió a todos antes de mirar a Jaemin—. Sobre todo tú Jaemin, que eres el capitán. No puedes quedarte pasmado en medio de la jugada.

Jaemin iba a replicar algo, sin embargo, el entrenador habló antes.

—Eso es todo por hoy. Recoged vuestras cosas, nos vemos el lunes —dijo con seriedad.

Todos se apresuraron a cumplir su orden, menos Jaemin, que se quedó allí parado ante su entrenador. Jungkook hizo desaparecer su rostro serio entonces, dedicando una sonrisa al niño.

—Has estado bien en la última jugada, sigue así y te convertirás en un gran quarterback —dijo.

Jaemin frunció el ceño y se acercó a su mochila para llevársela al hombro.

—¿Por qué no has dicho eso delante de los demás? —inquirió entonces, pero ya no estaba enfadado, al menos no demasiado.

—Porque cuando estás con el equipo soy tu entrenador, no tu tío —le explicó Jungkook.

Sí, el entrenador era su tío. En otras circunstancias, los demás chicos de su colegio pensarían que tenía un trato especial al ser familiar del entrenador, sin embargo, los niños no le envidiaban para nada. Jungkook siempre era más duro con Jaemin por esa misma razón. Aunque no ocurría lo mismo con las chicas. Las hermanas de sus amigos, no solo las de su edad, también las mayores de quince y dieciséis años, acudían a los entrenamientos de sus hermanos pequeños para ver al entrenador Jeon. Incluso Jaemin, que no contaba ni con diez años, pudo darse cuenta de que incluso las madres de sus amigos y compañeros de equipo babeaban por su tío. Su madre le había dicho que su tío había sido un gran jugador de fútbol hacía unos años. Jaemin podía recordar cómo de pequeño había acudido a verle jugar a los grandes campos de fútbol, pero era un recuerdo muy borroso. Aunque eso sí, tenía varias camisetas que demostraban que su tío no era ningún Don Nadie. Jaemin se apresuró a seguir a su tío que ya iba hacia el coche, huyendo de las pesadas de las madres de los demás chicos. Jaemin abrió la puerta del copiloto y tiró sin ningún cuidado su mochila al asiento trasero del coche.

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