Capítulo XLVII

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Alexandra

Cuando llegué a Vanglens Valley para el entrenamiento, las personas en las calles estaban con los jerseys de sus jugadores favoritos. Hoy jugaban con nuestro equipo como locales, lo que significaba que Aiden estaría en la ciudad. No tenía idea de si los jugadores ya habían llegado, pero incluso con el estadio cruzando la calle, fue un poco difícil avistar algo con tantos árboles.

El entrenamiento ya había terminado cuando finalmente llegaron los uniformes nuevos que usaríamos para la próxima competencia. La última, que había sido hace unas pocas semanas, la habíamos ganado por mucha diferencia. A nuestros entrenadores les gustaba cambiar nuestros trajes cada vez que ganábamos una, como una especie de cábala. Era extraño, pero venían incluíos en lo que pagábamos mensualmente por estar aquí, así que daba igual.

—¿Crees que el trasero se me ve grande? —preguntó Nina mientras se quebraba tanto el cuello para mirar su trasero en el espejo que perfectamente podría rompérselo.

—Nina, tu trasero se ve como siempre: perfecto —le dije rodando los ojos.

—Fácil para ti decirlo, con tus curvas perfectas y to porte perfecto.

Para ser alguien que medía 1.75, se quejaba bastante por un porte que bien podría impulsarle una carrera de modelo en cualquier parte, sobre todo con sus grandes ojos verdes y cuerpo de reloj de arena.

—¡Al menos tienes trasero, Nina! —gritó Karla de algún lado de la habitación.

Yo apenas si me molesté en mirarme al espejo. Nuestro nuevo traje me entraba, se ajustaba bien y me permitía moverme con facilidad, y era todo lo que importaba. Si me miraba demasiado al espejo, entonces empezaría a encontrar pequeños detalles que me harían sentir mal. Entre menos lo pensara, mejor me sentía respecto a mí misma.

—¿Irás al partido, Alex? —preguntó Magda de pronto.

La historia de Vanglens Valley no era para nada como la de mi ciudad. Aquí no había rivalidades entre sectores y menos entre los mismos equipos de la escuela.

—¡Claro que irá! Es su equipo, duh —respondió Nina por mí—. Además, ya lo planeamos. Alex incluso se sentará con nosotras en el lado de locales. Apuesto a que la tendremos haciendo porras contra su equipo en el segundo cuarto.

—Eso no pasará —me reí.

Sentarme en la banca de los locales sería la manera más fácil de pasar desapercibida. Muchas familias y estudiantes de Sylver Valley estarían presentes en el partido, ya que la escuela se encargaba del transporte de los jugadores, las porristas y el público aficionado que no quería o no podía llegar en su propio vehículo cuando la locación del partido quedaba a menos de 45 minutos de distancia. Si era más lejos, entonces solo los jugadores y las animadoras tenían ese privilegio.

—Sí, no me perdería ver cómo aplastamos sus traseros, Magda —me reí.

—No me importa —Magda se encogió de hombres—. Voy a ver chicos. El futbol no me podría interesar menos.

Nina soltó una enorme carcajada.

—Eres una zorra, Magda.

Magda volvió a encogerse de hombros, poco impresionada por la declaración.

—Nuestro receptor abierto es guapíííísimo. ¿A quién le importa el fútbol? A mí solo me importa el número 11 —se rio Anna.

—Está bien, pero ¿haz visto al quarterback del equipo de Alex? Eso, señoritas, es de lo que están hechos los sueños —Nina sonrió ampliamente.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora