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Pasos pesados y cansados recorrían aquel sendero entre las altas montañas pintadas de naranja pastel, el viento empujaba con gracia aquella cabellera de color oro, su larga trenza que caía sobre la espalda se decoraba con pequeñas hojas naranjas. Un joven tan hermoso para todo aquel que lo veia pasar, aquel forastero es el héroe que salvo a Liyue, muchos decían al verlo.

El día había terminado dándole la bienvenida a la noche, el viento soplaba con delicadeza llevándose consigo pequeñas hojas anaranjadas que poco a poco adornaban el camino.

Hacía sentir seguros a todos con su sola presencia pero... ¿Donde quedó ese viajero siempre tan dispuesto y lleno de energía?

Sus ojos que eran iluminados como si el mismísimo sol estuviera en ellos ahora solo se veía una gran nube gris que la cubría, un día nublado que amenazaba con llover.

La cabeza le pesaba demasiado, su cuerpo no reaccionaba y caminaba por su sola cuenta, su mente estaba siempre nublada por aquellos recuerdos y pensamientos que le producian aquel insomio que no lo abandonaba por más que lo intentará. Noches sin fin donde sus ojos no cerraban para descansar, su cuerpo no lo mostraba pero su mente lo exigía, estaba agotado mentalmente por todo.

La diosa misteriosa que los separo a él y a su hermana, la destrucción de aquel reino sin dios, el reencuentro con su hermana, Teppei... Todo lo sucedido era algo nuevo para el y apenas podía digerirlo con problemas pero aquello que detono esa bomba que llevaba al momento que despertó en Teyvat fue la muerte de La Octava Heraldo de los Fatui Signora. Presenciar con mis propios ojos la muerte de alguien a manos de un arconte fue algo que congelo mi mente por completo.

Recuerdo esa sensación, esa tan cruda sensación de millones de cuchillos encajandose sobre mi cabeza, el zumbido sobre mis oídos inundando con miedo mi mente, el aire frio chocando contra mi cuerpo. Mis ojos poco a poco iban perdiendo el color, todo era blanco y negro pero la voz de Paimon sacudía mi cabeza, por primera vez agradecí por haber escuchado su parlanchina voz

Di mi nombre y yo el Adeptus Xiao estaré ahí.

El vago recuerdo de esas palabras elimino por un instante esos pensamientos que me torturaban cada minuto, alze la mirada.

Una gran posada se alzaba con majestuosidad estando rodeado por extensos lagos a su alrededor mientras los árboles acompañaban al paisaje, la luna no se quedaba atras dándole aún más un aspecto reconfortante. El viento se detuvo por un instante y las pequeñas hojas que volaban en ella ahora caían sobre la agua cristalina que reflejaba la tenue luz de la luna.

Justo ahí estaba, frente a un lugar que sin darse cuenta se convirtió poco a poco en un hogar para el... Un hogar tan preciado porque sabía de antemano que alguien siempre estará esperando su llegada cuando caía la oscuridad.

Tome una gran bocanada de aire antes de que mis pies empezarán a moverse por su sola cuenta, pero por cada paso que daba sentía un gran peso cayendo sobre su espalda, sus ojos picaban y su garganta dolía, el tormento en su mente se intensificó aún más estando dentro de la posada Wangshu.

Por alguna razón en la recepción de la posada no encontré a Verr quien era la encargada de recibir a los invitados, ni el gato que siempre estaba pegado a ese lugar no daba señales de aparacer, no pude seguir indagando porque ahora sentía que no era solo mi cabeza la que me estaba matando, mi cuerpo empezó a reaccionar de forma negativa. Mis piernas temblaron y caí al suelo, un dolor sentía en todo mi cuerpo y nuevamente un zumbido invadía mis oídos. Cerré los ojos con fuerzas y puse ambas manos sobre mis oídos intentado parar ese desagradable sonido.

Pasaron largos minutos antes de que el dolor poco a poco se apaciguará pero el zumbido seguía ahí insistiendo en querer perforar mi cabeza por ambas partes. Me levante con esfuerzo del suelo y seguí caminando piso arriba, por cada escalón que subía sentía esa sensación de asfixia en mi garganta y los ojos me picaban con más fuerza pero ninguna lagrima se asomaba.

La leve brisa acaricio mi rostro y supe en ese momento que había llegado a mi destino, levante la mirada y ahí estaba el... Recargado sobre el barandal de madera observando el paisaje que siempre podría mostrar esta posada, su cabello oscuro con tonos color menta se movían debido al viento que lo golpeaba con delicadeza al igual que toda su ropa. Observe con detenimiento su ropa pero no había nada nuevo, siempre llevaba lo mismo.

Baje la mirada a la madera vieja, apreté con fuerzas ambas manos, no se sentía con el coraje de estar ahí con el no cuando su cabeza lo estaba asesinando. Decidido a volver a bajar por aquellas infinitas escaleras, giro sobre sus talones y bajó algunos escalones pero una voz lo detuvo.

—¿Porque no me llamaste? —

Dudoso en si voltear o no, me mantuve quieto y en silencio por unos segundos.

—Puedes voltear a mirarme. —

Mi mandíbula empezó a temblar al igual que todo el cuerpo, tome el valor y gire mi cuerpo mirándolo, sus ojos dorados me miraban sin expresión alguna como siempre había sido. Sin poder mantener más la mirada la baje.

—Aether... No tenias que venir y menos con tu estado actual. —

Se dibujo una pequeña sonrisa en mi cara, no había necesidad de decirle el como me sentía porque el ya lo sabría con solo verme a los ojos.

Otra vez sentía como mis piernas estaban fallando para mantenerse de pie, el zumbido volvió a asaltar mis oidos y el dolor de cabeza ya me estaba derrumbando. Retrocedi algunos pasos recargandome sobre el barandal de las escaleras, ya no podía aguantar un segundo más y sujete con fuerza mi cabeza como si hacer esto fuera a parar la jaqueca, me incline con dolor.

—Aether. —

Otra vez esa voz.

—Solo necesito un descanso y estaré bien... Solo necesito irme y tomar un descanso. —Mi voz tembló como si se fuera a romper en un llanto.

Pero no pude dar algún paso adelante antes de sentir como mi cuerpo dejaba de reaccionar, el como mi cuerpo caía hacia atrás, escuche la madera del barandal de madera romperse y mi cuerpo cayó hacia el vacío, fueron los pequeños segundos que vi con una mirada borrosa a Xiao, aquel adeptus que de alguna forma lo hacía sentir seguro, alguien que lo hacía sentir... amado.

Cerré los ojos con fuerza esperado el golpe de la caída, la voz de Paimon se escucho como un grito que poco a poco se iba alejando.

Fueron eternos los segundos de la caida al igual que el tormento que me perseguía todos los días. La imagen de mi hermana apareció ante mi con una sonrisa en su rostro, era como una luz antes que se apagara. Detrás de ella estaba... Teppei con su uniforme de la armada y tenía una sonrisa en todo su rostro, algo que siempre quiso persumirlo después de convertirse en capitán de su propio escuadrón, nunca pude ponerme ese uniforme de la armada junto a el. Me lamentaba todos los días de no haberlo hecho.
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Xie Xie -Xiaoaether-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora