Prologo: Tonto zorro

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Perspectiva: Judy

Acababa de recuperar la conciencia y con ello siento los parpados tan cansados que decido ni molestarme en hacer el intento de abrirlos. Y en lo que es una mera intención de mover un poco mi acostado y rígido cuerpo para encontrar más comodidad, tiendo a sentir un fuerte dolor de cabeza que provoca que produzca una mueca.

—¡Auch! —exclamaba de dolor para al instante llevar mis manos a mi cabeza.

Al hacerlo pude sentir algo asemejado a una tela que cubría tanto mi frente como la parte posterior de la misma, prácticamente rodeando mi cabeza.

—¿Qué es esto?

—Se llama vendaje y sirve para cubrir heridas, por si no lo sabías —respondió de forma obvia y sarcástica una voz que al instante de escucharla me provocó una sonrisa.

—¿Nick? —Dejé de lado la pesadez de mis parpados y los abrí lentamente para ver un zorro sentando al lado de la camilla en la me encontraba, mirándome con su típica sonrisa engreída.

—El único y verdadero, ¿o acaso tienes dudas al respecto?

—No, tranquilo, sé que eres tú. —respondí para luego agregar de forma juguetona. —Después de todo eres el único zorro acosador que conozco que le encanta verme mientras duermo.

—¿Y cómo no hacerlo?, si te ves tan adorable cuando lo haces.

Sólo rodé los ojos e intenté no reírme con su bobo comentario en respuesta, pues él sabe muy que no me gusta que me diga adorable o tierna.

Miré un poco mejor el entorno y al instante asimilé que este era un cuarto de hospital.

—Nick, ¿qué sucedió?

—Digamos que... De ahora en adelante tendremos que patrullar a pie...

Mientras lo miraba confundida, lentamente llevo mi mano a mi frente en la parte superior derecha y siento un fuerte dolor que me hizo recordar.

—¡Ay no! ¡Ay no...! —El pánico y angustia me invadieron. —¿Nadie salió herido? ¿El sujeto se escapó? ¿Cómo está el coche?

—Ya, ya, cálmate Zanahorias. —intentaba calmarme.

—¿Quieres que me calme? ¡Ni siquiera sé qué sucedió luego de... —Hasta ahora no lo había notado, pero luego de mirar detenidamente a Nick, quedé atónita. 

No puedo creer que fui tan tonta como para fijarme en todo menos en mi mejor amigo.

Sí... Él estaba sentado al lado de la camilla como mencioné en un principio... Pero lo que no me había percatado, es que estaba en una silla de ruedas. Sin dejar de lado que tenía el brazo izquierdo envuelto en un pañuelo sostenido por el rededor de su cuello.

—¿Estás... estás bien...? —Casi se me quiebra la voz al intentar preguntar.

—¿Lo dices por esto? —Sonreía pasivamente mientras le daba un vistazo a la silla rueda en la que estaba. —Probablemente no pueda volver a caminar por un largo tiempo, pero al menos sigo aquí, ¿cierto?

—Nick... En serio lo siento... Yo... Yo...—Intentaba disculparme mientras evitaba las fuertes ganas de echar el llanto.

—Hey, no hace falta que te disculpes, ¿me escuchaste?

—Pero yo era la que iba conduciendo y fui yo la que provocó el accidente...

—No lo hiciste porque querías hacerlo. Lo hiciste porque debías hacerlo, con tal de que ese loco no atropellara a animales inocentes en su intento de huida.

—Debí ver una manera mejor. Una en la que no salieras herido...

No aguanté más en retener las lágrimas y echar el llanto, aunque al instante de hacerlo sentí un suave y cálido abrazo algo incompleto dado a que él tenía incapacitado un brazo, pero eso ni me hizo dudar en corresponderlo.

—¿Por qué ustedes los conejos son tan sentimentales? —se quejaba fingiendo molestia.

En respuesta sólo enterré mi rostro en su pecho.

—Hey, no te sientas mal. Sabes muy bien que si algo me disgusta me quejo al instante, y nunca me quejé porque hicieras lo correcto... Exceptuando cuando te conocí, claro. —decía acariciando mi cabeza en consuelo.

Yo di una pequeña risa en respuesta.

—Sí, al principio eras un zorro muy quejoso y torpe —comenté para al instante caer en cuenta. —Aunque ahora que lo pienso siempre lo fuiste.

—Dejando de lado que lo de torpe está de más —señaló sin ganas. —¿Qué puedo decir? Es parte del paquete de lujo para una de mis mejores amigas.

—¿Cómo que para una de ellas? —pregunté fingiendo indignación. —Soy la única. Y más vale que te quede claro.

—Qué coneja tan posesiva —comentó entre risas. —Pero muy cierto, eres la única quien tiene para sí sola a este encantador zorro. Así que siéntete afortunada y deja de llorar por favor, ¿sí?

Sonreí y apliqué más fuerza al abrazo mientras acurrucaba mi rostro en su pecho.
Me encanta cuando se pone en plan de animarme porque siempre logra hacerlo. Es algo muy dulce de su parte.

Luego de un rato de estar abrazados, me percaté de algo que me provocó molestia

—Lo hiciste a propósito para que me sintiera culpable, ¿cierto?

—¿Hm? ¿A qué te refieres? —dejó de abrazarme y se apartó un poco mirándome sin entender.

No le conteste, sólo crucé mis brazos y lo miré de forma molesta. Él tardó un poco en asimilar a qué iba hasta que miré sus piernas y el hizo lo mismo.

Ya no está en su silla de ruedas...

Se había parado con tal de abrazarme...

...

—¡Es un milagro! ¡Puedo caminar de nuevo! —exclamaba sorprendido.

—¡Eres un tonto!

Siempre conmigo (Nicudy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora