El cuento de FIDDLESTICKS

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Todo comenzó cuando el viejo Hubard, borracho hasta el tuétano luego de haber bebido hidromiel rancia y recordar las memorias insípidas de una batalla de la que posiblemente huyó, se encerró en una cabaña a las afueras de Bosque Dorado.
Como buen vecino, Davil trató de derribar la puerta, pero ese pedazo de vejestorio tenía más fuerza de la sospechada.
El viejo beodo apuntaló con todo su cuerpo la entrada mientras balbuceaba sobre alturas y arañas y ser picoteado hasta la muerte por pájaros.

Nadie creyó que el pobre hombre estaba siendo picoteado hasta la muerte por nada, salvo por una botella, así que todos nos marchamos a casa y asumimos, como cualquiera lo haría, que el calvario se resolvería luego de un día pasada la resaca.

Solo pasó una noche.

El primer grito atravesó toda la aldea como si alguien lo hubiera arrancado del pecho abierto de Hubard, seguido por un segundo alarido, casi igual que el primero, pero peor. Fue mucho más agudo, como el metal oxidado envuelto en una arpillera. Profería palabras casi humanas con un ritmo casi humano hasta que la esposa del panadero gritó: ''¡Magos!'', y se desató el infierno. La gente tomó sus armas, el alcalde (si es que así se le puede llamar al dirigente de un pueblucho de las tierras del interior) ahuyentó del salón de reuniones a cuantos pudo, se cubrieron con tablas las ventanas en un gesto de pánico desatado, todo eso. Quizás lo hayas visto unas cien veces, tal vez doscientas, desde que la Garra llegó al norte. Gente normal que enloquece frente al más mínimo atisbo de magia.

El punto es que eso sucedió cuando toda la situación se fue al garete. Pero siempre se puede tocar fondo, y lo que sucedió en Bosque Dorado fue incluso más allá.

¿No me crees?

Puedes comprobarlo. Bosque Dorado ya no está en ese sitio.

Pero me estoy adelantando y estaría siendo injusto con Davil. Verás, Davil era un espía de cuando aún se hablaba con honor sobre las pacificaciones del Fréljord. Posteriormente, estuvo al servicio de la corona en sitios tan lejanos como Shurima y las Islas de la Llama Azul. Había visto el mundo. Aquí en el oeste somos afortunados: lo peor que hemos avistado en las tierras del interior son unos cuantos dagarracos descarriados tras la temporada de eclosión, y tal vez uno o dos bandidos achicharrados, pero Davil sabía bien qué había allá afuera. Lo que podía estar allá afuera. Así es que congregó a cuantas personas estuvieran dispuestas a escucharlo y organizó un ejército campesino para que esos presuntos ''magos'' fueran presentados frente a la justicia.

Su plan era sencillo: al amanecer, iríamos todos de patrulla, de dos en dos. Nadie iría solo. Las cuestiones militares nos dan esperanza a todos, nos incitan a pelear. ¡Por nuestro rey y por nuestra nación! "¡Vamos, Demacia!" y todas esas cosas.

Hasta que sale el sol y una familia desaparece.

Todos sus miembros. Eran cinco en total. Su granja quedó hecha añicos; el ganado asesinado en sus corrales. Todas las puertas cerradas desde adentro; las ventanas trabadas. Todos desaparecieron. El alcalde convoca una reunión, pero un par de campesinos no se presentaron.

Cuando Davil los llama, algo responde. Pero no son ellos. Suena casi como ellos, como algo que se esfuerza por darle la forma adecuada a las palabras, pero ese sonido de jaula vieja y oxidada sigue penetrando, chillando y traqueteando como si no pudiera detenerse.

FIDDLESTICKS: Terror en Remnant (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora