Hasley:
Nunca fui una persona que pensara con claridad. Recuerdo que mamá solía decirme que meditarmucho las cosas podía hacer que salieran mal, pero también que sería un error tomar la primeraopción sin consultar.Vivía en Sídney, Australia. Sí, en ese país donde encontrarás a los animales más exóticos ysalvajes: los canguros golpeadores, wombats con patitas cortas, koalas comiendo eucalipto ycocodrilos con mandíbulas muy fuertes. La bella fauna de Australia.Mi casa, que se ubicaba en los suburbios de la ciudad, solo era habitada por mi madre, BonnieWeigel, una excelente psicóloga que amaba su trabajo, y por mí.Por otra parte, papá nos abandonó a mis dos años de edad, justamente el día de mi cumpleaños.Lo extrañaba. Quiero decir, extrañaba tener una figura paterna, sentir que estaba conmigo esapersona que me pintaban en muchas historias y con la cual podía contar. Sin embargo, tenía a unamujer que nos sacó adelante con todo su esfuerzo, que no se alejó nunca y permaneció a mi lado.Eso para mí era suficiente.Todos solían preguntarme por la pronunciación de mi apellido. El origen de este fue gracias a miabuelo, «el Alemán» pues así le apodaban aquí en la ciudad. Él nació en Hamburgo y conoció ami abuela cuando cruzó el océano gracias al trabajo de su padre, mi bisabuelo. Contaban con tansolo dieciséis años la primera vez que hablaron y se casaron a losdiecinueve. Mi madre nació un año después en esta ciudad, donde actualmente vivimos. Fue hijaúnica y yo también.Me gustaba usar más el apellido materno. En el instituto, todos los profesores me llamaban porese y les agradecía tanto. El Derricks se volvió común.Estudiaba el último año en el campus y aún no tenía planeado en cuál universidad presentaríaexamen. Estaba segura de querer estudiar diseño gráfico; había tenido debates con mi madreacerca de las licenciaturas, desde las que mejor pagaban hasta las que casi desaparecerían en untiempo.Yo tenía un serio problema con asistir a clases, sobre todo a las primeras, esas que iniciaban a lasiete de la mañana. Casi nunca oía la alarma y cuando despertaba, solo uno de mis dos ojos seentreabría.Si mi madre entraba a su trabajo temprano, podía llamarle salvación pues de esa forma era ella quien me llevaba hasta la puerta del campus, porque para llegar hasta al establecimiento senecesitaba coger dos autobuses. El instituto se encontraba a las afueras de la ciudad, cerca de lacarretera, en donde los tráileres y camiones desobedecían las señales. A pesar de el letrero de lavelocidad requerida, el peatón y de que existía una comunidad estudiantil, ellos parecían serlibres, sin ningún tipo de señalamiento.Habíamos hecho huelga para que se cambiara la ubicación hace unos meses atrás. No obtuvimosrespuesta.Igual odiaba su programa educativo, siempre me quejé de las clases los sábados. ¿Por qué noshacían sufrir de esa forma?, ¿no era suficiente con las once materias que llevábamos cada año?,¿las quejas de los estudiantes era una forma de vivir para la rectoría? Tal vez.De esa manera se movía mi vida quejumbrosa. Sin embargo, me animé a que ese año sería elúltimo en el que llegaría tarde con una mancha de pasta dental en mi blusa, pero fue ese mismoúltimo año cuando mi perspectiva de la vida cambió cuando lo conocí a él: Luke HowlandMurphyCapitulo 2...
Hasley:
Siempre dije que yo era algo así como un tipo de imán que atraía la mala suerte casi todo eltiempo, pero ¿acaso estos no tenían un polo negativo y otro positivo?No lo sé.Mis piernas dolían por el gran esfuerzo que me encontraba haciendo al correr a toda velocidadpor los pasillos del instituto. Estaba llegando más de veinte minutos tarde a la clase de literatura,que la impartía el profesor Hoffman, el mismo del año pasado que tenía conocimiento de mi faltade puntualidad.Esto estaba yendo mal. Muy mal.Respiré hondo cuando estuve frente a la puerta del salón de clases y me preparé mentalmente paratocarla y perder la dignidad una vez más, excusándome con el hombre por mi falta deresponsabilidad. En menos de un minuto esta se abrió, dejándome ver a un hombre calvo que memiraba con el ceño fruncido a través de sus anteojos, con su cara notablemente irritada por mimala costumbre de llegar casi siempre tarde a su clase.Le di una sonrisa tímida, intentando ocultar debajo de ella la vergüenza que me comenzaba ainvadir.—Hasley —pronunció firme, intentando intimidarme con sus ojos sobre mí—. Así que, dígame,¿cuál es su excusa esta ocasión?—Me quedé dormida —confesé antes de que pudiese evitarlo.Apreté mi mandíbula y me golpeé mentalmente por la estupidez que había dicho y,lamentablemente, ya no podía revertirlo. Tal vez no debí decir eso; tal vez debí mentir y no decirla verdad.—Bien. —Me sonrió con sorna—. Espero que la próxima vez no se duerma.Por un segundo pensé que me dejaría pasar, pero fui demasiado ingenua.El hombre se metió de nuevo al salón y solamente me dedicó una señal de despedida con su mano.—Profesor... —intenté hablar.Entre sus planes no estaba el querer escucharme, por lo cual solo me interrumpió volviendo ahablar:—Hasta la siguiente clase, Derricks. Dé las gracias que hoy no quiero ir a dirección con usted.Él sabía que yo odiaba ese apellido.Sin más que decir y yo sin poder defenderme, cerró la puerta. Me quedé estática en mi lugar, sinmoverme o siquiera parpadear. Estaba anonadada, repasando lo que había ocurrido. ¡No podíahacerme esto! ¡No lo había hecho! Pero, qué digo, sí lo hizo.¡Oh, genial!Poniendo los ojos en blanco con cierta molestia, bufé girando sobre mi propio eje y comenzar acaminar por el pasillo para así arrastrar conmigo la poca dignidad que me quedaba.Esta era la primera vez que no me dejaba tomar la clase. Había llegado tarde en unas cuantasocasiones, unas cinco, seis o nueve veces. Aunque pensándolo bien, eventualmente llegaba tardepero cumplía con mis tareas y siempre trataba de prestarle atención, a pesar de que me dierasueño su clase.Literatura me aburría, simplemente lo hacía. Me gustaba leer pero no las historias que él solíadejar. Llegaba tarde por el simple hecho de que era amante de dormir hasta muy tarde y eso medificultaba oír el despertador.Rendida, inflé mis mejillas y me encaminé hasta las gradas. El pasto del campo hacía contacto conla suela de mis zapatos y el aire revolvía micabello tapando mi rostro.A una determinada distancia, donde la sombra caía ligeramente sobre una de las gradas,justamente ahí, un cuerpo se encontraba sentado a horcajadas dándole la espalda al campo, el cualse hallaba desierto. Ni equipo de rugby, ni equipo de fútbol.La escena se me hizo llamativa, mi cabeza se ladeó y solté el aire atrapado en mis mejillas alobservar cómo sacó algo del bolsillo de su pantalón y empezó a rasgarlo. Ante la curiosidad quesentí, me obligué a caminar vacilante hacia el sujeto, subiendo cuidadosamente cada grada pero sin ir a su dirección. Sin embargo, ese día había despertado con el pie izquierdo, ya que cuandoestaba a punto de llegar a su altura, torpemente mi zapato se resbaló y caí a bruces.—¡Mierda! —me quejé.Cerrando los ojos, le supliqué al Todopoderoso que me desapareciese en ese instante.Apoyé ambas manos sobre el puente de metal y ejercí fuerza para poder levantarme. No pude, mibrazo me dolía. Sentí la mirada de alguien y sabía de quién se trataba. Con la humillacióncargando sobre mis hombros, alcé mi vista encontrándome con la mirada azul eléctrica de esechico.Él estaba de pie delante de mí y con su entrecejo arrugado.—Yo... Lo siento.A pesar de que quise sonar segura, un balbuceo fue lo que salió de entre mis labios.Me quedé pensando sobre lo que dije. ¿Por qué lo sentía? No lo lamentaba en lo absoluto. Bueno,tal vez sí, sea lo que estuviese haciendo yo lo había interrumpido por mi falta de disimulo y migigante torpeza.Él relamió sus labios y gracias a aquella acción me pude fijar que un pequeño aro negro adornabael lado derecho de su rosado labio inferior.Volcó los ojos, soltó un suspiro lleno de fastidio y dando una sola zancada se acercó a mí y meofreció su mano incitándome a que la cogiera.Avergonzada, accedí para ayudarme y ponerme de pie. Su altura fue lo primero que pudeconfirmar una vez que recuperé mi postura, pues aún estando un escalón más arriba de donde él seencontraba, seguíarebasándome. Era muy alto.—Gracias —susurré por lo bajo, tratando de que el color carmesí en mis mejillas se desvanecierapor completo.—Uh-huh... —Fue lo único que musitó sin despegar sus labios.Por un segundo me sentí torpe, aunque luego comprendí que lo fui.Lo miré fijamente sin darme la tarea de disimular. Era muy lindo: sus ojos de un color azuleléctrico, su cabello rubio moviéndose por la ligera brisa que hacía, causando que su flequillocubriera su frente, sus labios que tenían un tono rosado bajo que resaltaba con su piel clara, casipálida.Fue entonces que me di cuenta que lo estaba viendo sin descaro alguno al momento en el que élempezó a toser. —¿Estás bien? —pregunté bajando el escalón de la grada.Hizo una seña con su mano que no supe interpretar, no sabía si trataba de una afirmación a mipregunta o simplemente me pedía que me alejara.Quizás ambas. Inflé mi mejilla derecha un poco incómoda y levanté mi mochila.—¿Qué haces aquí? —demandó al aire libre una vez que recuperó el aliento.Pero quedé embobada por su voz: suave y un poco ronca.Lo miré y su cara no tenía expresión alguna, era vacía y neutra; daba pequeños escalofríos laseriedad que poseía. Algo tenía claro y es que no le iba a decir que la curiosidad de saber lo quehabía sacado de su bolsillo me trajo hasta aquí porque, pensándolo bien en ese instante, sonabaacosador.Pensé en una respuesta antes de contestarle algo que pudiese ser creíble.—Solo quería pasar el tiempo —dije indiferente y me encogí de hombros.Y creo que fue lo más estúpido que había dicho en toda mi vida.—¿No se supone que deberías estar en clases? —atacó con una ceja alzada.Se burlaba, su tono desbordaba jocosidad.—¿No se supone que tú también deberías estar en clases? —contraataqué sujetando con fuerza la correa de mi mochila, remarcandocada palabra con un poco de superioridad.El chico desconocido ladeó la cabeza y sonrió de lado, pero era una media sonrisa burlona,aquella que escondía tanto pero decía todo.—¿Acaso esta vez no te dejaron entrar a clases, Hasley? ¿O estás empezando el año con el pieizquierdo?¿Qué? ¿Cómo sabía mi nombre?Todo se detuvo y rápidamente fruncí el entrecejo para mirarlo extrañada por su pregunta.—¿Cómo sabes mi nombre?—Compartimos una clase juntos —contestó rodando los ojos con indiferencia—. Aparte, lamayoría de las personas te conocen: ser la mejor amiga del gran Zev Nguyen sube tu estatus —élironizó la última frase con un poco de ego fingido.¿Compartíamos clases? No lo había visto en ninguna, aunque en realidad no conocía a la mayoría del salón. Desde el inicio de clases habían unido a otros grupos y yo no era una persona que solíarepasar la cara o nombre de sus compañeros de aula. Mientras tanto, la otra razón tenía algo decoherencia: Zev era mi mejor amigo y el capitán del equipo de rugby, por lo que la mayoría de losestudiantes lo conocían. Yo iba a los juegos y a sus prácticas, pero siempre pasaba pordesapercibida.—¿Cuál clase? —inquirí.—Historia, con la profesora Kearney.Hice un mohín y asentí. El chico desvió sus ojos hasta sus pies y estuvo así durante unos segundos,llevó su mano hasta el bolsillo de su pantalón y sacó un papel blanco enrollado. Sin molestarsepor mi presencia, encendió aquel rollo y se lo llevó a sus labios sin pudor alguno.De esa manera, se me olvidó por completo de lo que estábamos hablando.Yo era tonta, pero no demasiado. Eso no era un simple cigarro.—¿Qué es? —Con cierta curiosidad, me atreví a preguntar—. No creo que sea tabaco.Él dio una risita cínica y antes de hablar dio una calada.—Joint.Se divertía. El humo salió de sus labios y llegó hasta mi rostro.El olor fue un poco fuerte y diferente al de la nicotina, no sabía que eraun joint. Hice una mueca de asco y me alejé un poco.—¿Por qué lo haces en el instituto?Me preocupaba. Si me veían con él, ambos estaríamos en detención o, peor aún, en la cárcel. Sinembargo, me tranquilicé al tener en cuenta que todos estaban en clases y casi nadie venía por esterumbo. Los campos eran un infierno para muchos.—Porque quiero y puedo —contestó de forma grosera.—Eso es desagradable —farfullé arrugando mi nariz.—Al igual que tú —siseó y lamió con la punta de su lengua el arito.Decidí no tomarlo tan personal, pues no lo conocía y no dejaría que una simple frase me afectara.—¿Qué es eso? —Apuntó con su dedo índice hacia mi blusa entrecerrando los ojos.Mi mirada viajó a la dirección donde apuntaba y sentí mis mejillas arder.—Pasta de dientes. El chico me miró con una pizca de diversión durante unos segundos para luego empezar acarcajear; su risa fue un poco contagiosa, me uniría si yo no fuera la causante. Por esa mismarazón, puse mi cara en alto y apreté mi mandíbula.—Te levantas con los ojos cerrados, ¿no es así? —murmuró entre risas.—¡No soy buena despertándome! —confesé en un chillido, dándole un golpe a la grada de metalcon mi pie.—Lo he notado —admitió mirando el rollo entre sus dedos.Hizo una mueca de dolor y su expresión cambió a una seria; dejó el joint en una grada y lo apagópara luego cogerlo. Pasó su mochila por encima de su hombro y de zancadas de dos en dos bajócompletamente las gradas. ¿A dónde iba?—¿Qué haces? —pregunté, tratando de seguirlo.Él se dio la vuelta para encararme.—Me voy. ¿No es obvio?—¿Por qué? —pregunté casi en un grito.—Las clases siguen, Weigel —pronunció solemnemente, se giró y siguió caminando.Me había llamado por mi apellido, ¿cómo es que lo sabía? « Está contigo en una clase», gritó misubconsciente. Me di cuenta de que no me había mencionado nada de él, ni siquiera se presentó,así que volví a hablar:—¡No me has dicho cómo te llamas! —grité poniendo ambas manos alrededor de mi boca,creando un megáfono con estas.Él se giró, pero no se detuvo, siguió caminando de espaldas y solamente alzó los pulgares paraluego volver a girarse. Su forma de caminar era diferente. Caminaba como si nada le preocupara,su espalda relajada y sus piernas entalladas a esos pantalones negros levemente ajustados.Me dejé caer en una de las gradas y mi vista se perdió por el campo verdoso, repitiéndome denuevo cuánto odiaba al profesor Hoffman.La hora de receso llegó. No me gustaba comer en la cafetería, desde pequeña no toleraba el olor acomida y el cuchicheo de varias personas al mismo tiempo. Solo lo hacía por Zev, me agradabaacompañarlo y ser parte de su espacio durante el desayuno.Empujé con la punta de mi tenis la puerta de la cafetería y caminé directo hacia la máquina dejugos, rebusqué unas cuantas monedas para depositarlas y después coger mi jugo de uva por elorificio de abajo. Mi cuerpo se tensó al sentir unos brazos atraparme por la espalda haciendopresión, aunque me relajé al instante cuando escuché la familiar risa ruidosa de Zev,ocasionándome cosquillas en el lóbulo de la oreja. Me removí de entre sus brazos y una vez que me soltó, me giré hacia él con una sonrisa.—¡Hey! —saludé revolviendo su cabello.—No hagas eso —gruñó divertido con un mohín causando que la ternura se presentara ante él.Yo negué con burla y repetí mi acción.—Es en serio, Hasley —me reprendió riendo. Zev sujetó mis muñecas, volviéndome a abrazarpero ejerciendo un poco más de fuerza.—Déjame respirar —reí.Él deshizo su agarre, pasando un brazo por encima de mis hombros y así atraerme a su cuerpo,brindándome protección. Empezamos a caminar a una de las mesas del centro donde seencontraban algunos de sus compañeros del equipo, quienes al instante en que nos vieron, nosregalaron una sonrisa a ambos.—¿Irás hoy a mi entrenamiento? —preguntó Zev.Algo que adoraba de él eran sus ojos color avellana, un color muy bonito. Una gran ventaja, puescuando te pedía un favor se te hacía imposible negarte.—Claro —respondí en un asentamiento de cabeza. Él esbozó una sonrisa de oreja a oreja—.¿Cómo podría faltar?—No yendo —Neisan bromeó.—Uy, gracioso —reprendí.El chico no dijo nada, solo me sacó la lengua como toda persona madura haría. Oh, vaya que sí.—¿Te paso a buscar? —Zev retomó la plática.Sabía que, aunque me negara, él iría de todos modos. Eso ya era como una pequeña costumbreentre nosotros, pero aún tenía la decencia y sutileza de preguntar por ello.Una vez que llegamos hasta la mesa, el castaño empujó a uno de sus amigos para él sentarsedespués. El pelinegro —a quien sacó de su lugar—, lo miró con recelo mientras masticaba su pedazo de pizza.—¿Tú qué crees, Zev?—Entonces te paso a buscar —confirmó sonriente ante mi sarcasmo.—¿Vendrá al entrenamiento? —preguntó Neisan.Dirigí mi vista hacia el chico pálido con cabellera negra e iba a responder, pero Dylan me interrumpió.—¿Cuándo no ha ido Hasley a un entrenamiento de Zev? —Este rio para después darle un sorbo asu bebida.—El día en que murió su perrita —respondió mi mejor amigo, mirándolo con una de sus cejas enalto.—De hecho, sí llegó al final del entrenamiento —atacó Dylan—. Me acuerdo porque fue el día enque fuimos a comer pizza y para que no estuviera triste nos metimos a los juegos infantiles.—Tampoco olviden que nos sacaron del local —completó Neisan.Todos en la mesa rieron.En ese tiempo, los compañeros del equipo de Zev se habían vuelto cercanos a mí y también seacoplaron a mi presencia durante el último año. Ir a sus prácticas, oír sus conversaciones y ser laúnica chica entre ellos cuando comían ya era algo normal en nuestras vidas. Tuvieron queaceptarme poco a poco. Y sí, desde cualquier punto de vista me podrían llamar entrometida,quizás ellos querían pasar tiempo de chicos y yo simplemente les estorbaba.Dios, ¡qué tragedia!—Casi todo el instituto piensa que ustedes tienen una relación —informó el castaño, Daniel.Él comía papas fritas mientras sus ojos se dirigían a mí y a su amigo el castaño.—Pero aquí sabemos que Has babea por Matthew —Nguyen indicó rápidamente, a lo que yo lelancé una mirada feroz.El instituto tenía varios equipos de diferentes deportes y mayormente el de fútbol americano,baloncesto y voleibol se iban a los estatales. Matt era el capitán del equipo de baloncesto y elchico que me gustaba desde hacía dos años aproximadamente. Zev se molestaba siempre con él,ellos cruzaban palabras cuando los llamaban por el simple hecho de que eran los capitanes de losequipos más importantes del instituto.Matthew Jones era un chico alto, de cabello rojizo, de ojos verdes y tez muy blanca. Zev decíaque se parecía a Casper, el fantasma.En un abrir y cerrar de ojos, todos en la mesa me miraban con una ceja arqueada, causando que yoganase un color rojizo en mis mejillas. Esto pasaba muy seguido.Jugué con mis labios una vez más antes de hablar.—Voy a comprar algo de comer, —avisé, queriendo evadir la situación.Me puse de pie y Neisan copió mi acción al instante, añadiendo: —Te acompaño.Asentí y nos alejamos del grupo. El chico me avisó que iba hacia el otro extremo de la cafetería ydesapareció de mi vista. Miré la comida quetenía en frente buscando algo apetitoso, pero nada fue de mi gusto.Después de unos minutos intentando que algo se me antojara, decidí pedir una pieza de pizza yraíz.—Eso es asqueroso, —escuché que dijeron detrás de mí.Di media vuelta, encontrándome con el rubio de hoy en la mañana con quien tuve una —¿lo notan? — agradable conversación en las gradas.—¿Qué? —pregunté confundida ante su declaración.—Eso —respondió, haciendo un ligero movimiento con su cabeza indicando el vaso que conteníael líquido negro.¿Cómo podía decir aquello? Era mi bebida favorita y él la había insultado, así como a mí haceunas horas atrás.—Es raíz y sabe rica —me defendí frunciendo mi entrecejo.Él ladeó la cabeza sin quitar su mirada de mi vaso y negó unas cuantas veces.—Sabe a medicina. —Arrugó su nariz.—¿Qué haces aquí? —pregunté copiando su acción y tratando de desviar el tema.—Vengo a comprar comida —mencionó con una sonrisa juguetona, entrecerrando los ojos yhaciéndome sentir imbécil—. Eso es lo que hace la mayoría de la gente normal cuando viene acafetería.Quise defenderme cuando las puertas de la cafetería se abrieron revelando al pelirrojo. A su lado,venían algunos de sus amigos del equipo de baloncesto. Se veía demasiado hermoso. Su sonrisabrillaba en su rostro mientras sus ojos se enchinaban.—¿Quieres una toallita? —La voz del rubio hizo que saliera de mi órbita y quitara la vista deMatthew para dirigirla a él—. Casi inundas la cafetería con tu baba —remarcó jocoso. Sentí mismejillas arder de la vergüenza y quise ocultarlas.Él rio y me empujó con suavidad por mi hombro para pedir un jugo de naranja. No entendía porqué mis pies no se movían y de esa forma irme de ahí. Sin embargo, cuando me di cuenta de ello,su voz volvió a sonar:—¿Te gusta el capitán de baloncesto? —preguntó, poniéndose de nuevo al frente y prosiguió—:Mejor no respondas, es demasiado obvio — rio—. ¿Por qué no has intentado acercarte a él?—Es inútil —hablé sin muchas ganas de seguir esta conversación.—¿Él? Lo creo.—No, el intentarlo —expliqué.Sorbí un poco de líquido por mi pajilla mientras miraba hacia todos lados. Algunos ojos estabanencima de nosotros. ¿Acaso él esperaba por alguien más?—No lo sabrás si no lo haces —cotilleó volcando los ojos al mismo tiempo que daba un suspiro.Relamió sus labios y rascó su barbilla.—Apenas nos conocemos y ¿ya me estás dando consejos? —inquirí.Lo decía con un poco de diversión, no para sonar tan borde y grosera ante su ayuda o lo fuese queél estuviese haciendo.—Tómalo como quieras, Weigel —farfulló sin ganas. Metió su mano libre en el bolsillo de supantalón e hizo una mueca de disgusto.Repetí en mi mente de nuevo lo que había dicho y lo miré con cautela.—No me has dicho tu nombre.—Si te importa tanto... —dejó de hablar, cortando su oración y así acercarse a mí para podersusurrar cerca de mi oído— ¡Investígalo!Iba a protestar por lo cruel que estaba siendo al no decirme de una buena vez su nombre. En serio,tenía una pizca de curiosidad por él aunque la voz de Neisan pronunciando el mío a distancia melo impidió.—¡Hasley!El rubio y yo dirigimos la mirada al pelinegro, que se encontraba con el ceño levemente fruncidopor la escena que observaba.—Hasta luego, Hasley, te están esperando —El desconocido se despidió. Antes que pudieracontestarle, ya estaba caminando lejos.—¿Qué hacías con él? —preguntó Neisan una vez que estuve a su lado.—Estábamos hablando —respondí neutra, sin darle tanta importancia al asunto peroaparentemente para él era todo lo contrario... O eso parecía.—¿Lo conoces? —intentó saber y volteé a verlo con determinación. Sus ojos se clavaban sobre los míos esperando mi respuesta clara y precisa.—Lo conocí hoy en la mañana —confesé un poco perezosa—. Pero siendo honesta no sé sunombre.Lo último fue pronunciado cuando llegamos a la mesa y tomé asiento.Zev quitó la vista de su celular con una sonrisa simpática y me miró moviendo sus dedos sobre lamesa.—¿De quién no sabes el nombre? —preguntó, llevando su vista hacia Daniel y beber de surefresco. El dueño se quejó en un gruñido.—De un chico que conocí hoy en la mañana —repetí lo mismo.—¿Ah, sí? —Alzó una ceja con una risa burlona y me miró pícaro—.¿Quién es el galán que le quitará el lugar a Matthew?—Creo que preferirías que siguiera siendo Jones —admitió Neisan con desliz de ojos.Por su cara, pude ver que se arrepintió de ello y dio una bocanada de aire.—¿Por qué? —Zev frunció el entrecejo ante el comentario de su amigo y lo miró—. ¿Quién es?—¿Lo conoces? —intervine interesada preguntando hacia Neisan.El chico rodó los ojos.—Howland.¿Ese era el nombre del rubio?Zev rápidamente me miró con una expresión dura haciendo notar su mandíbula tensa. Su rostro semiraba enojado, como si lo que hubiese dicho su amigo fuese demasiado malo.—¿Desde cuándo te hablas con él? —demandó rudo, con la voz firme y dura.—Ya lo dije, apenas lo conocí hoy en la mañana. —Relamí mis labios defendiéndome, volví misojos al pelinegro y pregunté—: ¿Su nombre es Howland?—Es su apellido, se llama Luke —Esta vez, respondió Dylan.—Luke —repetí.—¡Importa una mierda su nombre! —espetó mi mejor amigo—.Hasley, aléjate de él. —«¿Porqué?» —pregunté.—Solo hazlo —ordenó ecuánime.—Sino me das un porqué, no hay validez —dije irritada por su comportamiento tan repentino.—¿Quieres saber? El chico se droga —informó con desdén.Abrí ligeramente la boca y traté de procesar lo que había dicho. Ahora entendía lo que habíasacado de su bolsillo y lo que había fumado en frente de mí. Había inhalado droga o lo que fueraese papel.—Luke tiene problemas psicológicos —volvió a hablar, pasándose una mano por su cabello—.No te conviene tener una relación de amistad con él.—Si es así, solo necesita ayuda —musité.—Sí —asintió—, pero tú no se la darás.—¿Y por qué no? —ataqué. Me estaba enfadando.—Porque no sabes nada de él ni cómo actúa con esas sustancias circulando por todo su cuerpo —espetó irritado por mi actitud tan necia.—¿Y tú sí? —Me levanté de mi asiento—. ¡Tú tampoco sabes nada!Cerró los ojos durante unos segundos intentando contenerse. Sus amigos presenciaban la escena ensilencio, no mencionaban nada. Zev abrió sus ojos nuevamente para hablarme severo.—Sé lo suficiente para decirte que te alejes de él.—Deja de ser tan dramático —bufé cruzándome de brazos.—Ya paren, nos están viendo. —Neisan fue el único capaz de meterse entre nosotros,sentenciándonos desde el otro extremo de la mesa.—Hasley, es en serio... —Antes que pudiese terminar de hablar Zev, lo interrumpí.—¿Sabes? No quiero seguir, estás actuando como un completo idiota—dije tajante, ahora yo siendo la dramática y queriendo alejarme del lugar.—¡Hasley! —Oí que gritó, pero lo ignoré.Salí de la cafetería dirigiéndome a mi casillero. Zev sabía algo que no me quería decir. Entendíaque se preocupara por mí, era mi mejor amigo y su intento de protección hacia mí se lo agradecía,pero yo podía cuidarme sola.Llegué a mi casillero y lo abrí para depositar unos cuantos libros. Por el rabillo del ojo pude ver la silueta de alguien; por un segundó se me cruzó la idea de que podría ser Zev. Me equivoqué, nose trataba de él.Matthew venía caminando con su pantalón azul mezclilla ajustado y su camisa blanca con negropor el pasillo. Su mirada se dirigió a la mía y me sentí desfallecer. Él guiñó uno de sus ojosverdes y me sonrió para luego seguir caminando.Oh por Dios, oh por Dios.La sangre subió hasta mis mejillas y mordí mis labios para evitar soltar un grito de alegría. Metíla cabeza en mi casillero y reí.Era completamente hermoso, de pies a cabeza. También mi crush desde hace un tiempo. El simplehecho de verlo a lo lejos me hacía revolotear mariposas en mi estómago, que mis mejillas sevolvieran de un color carmesí y mi cara ardiera ante mis pensamientos.
YOU ARE READING
boulevard
RomanceEs como si cada uno fuera un cielo. Uno es tormenta y el otro un día soleado». Luke y Hasley no eran el prototipo de una pareja perfecta. Sin embargo, ambos le pusieron definición a lo que ellos crearon