VI

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Después de lo que había pasado en el ático de Lucifer, a Chloe le costó conciliar el sueño. Seguía dándole vueltas a su conversación con él, a lo que él le había confesado y el momento que habían compartido. Quizás esta había sido la vez que más cerca había estado de entrar en el corazón de Lucifer. Después de todo, él siempre alzaba un muro entre ellos cuando se trataba de sentimientos, pero aún así, no era suficiente para que ella pudiera estar tranquila. Lo que había pasado no le garantizaba nada en cuanto a que él pudiera volver a huir cuando las cosas se pusieran más serias. Y por otro lado estaba Pierce. Estaban en medio de una relación que parecía ir viento en popa. Él era serio, confiable, responsable y sobre todo, comprometido. No había huido cuando las cosas se estaban asentando, todo lo contrario, había sido él quién había dado el paso demostrando que quería estar con ella. Tenía las cualidades que le faltaban a Lucifer, pero aún así, no sabía si eso era suficiente para salir con él. ¿Qué sentía por Pierce? Estaba claro que le atraía, que le gustaba, sino no hubiera empezado algo con él, pero ¿sentía amor? Esa palabra todavía era muy grande para describir el sentimiento por él. Pierce sería muchas cosas, pero no la hacía sentir como lo hacía Lucifer. Jamás había experimentado con Pierce un beso como el que vivió con Lucifer en su ático; esas mariposas en el estómago, ese calor en el bajo vientre, ese deseo que va creciendo a medida que nota su toque. Eso es algo que jamás podría tener con Pierce.

Chloe acabó cayendo en las garras del sueño después de tener una larga charla consigo misma sobre qué decisión debía de tomar. Su despertador sonó como todas las mañanas, devolviéndola al mundo real y haciéndola consciente de que hoy sería un día largo.

Llegó a comisaría puntual como siempre, pero sintió un vacío al ver la silla vacía que había junto a su escritorio. "Sabes cómo me siento y por eso, seguramente mañana no me presente en comisaría " habían sido las palabras de un Lucifer abatido. Quizás estar sin él le vendría bien para aclararse las ideas.

-Decker vamos, tenemos un caso – dijo el teniente mientras se dirigía a las escaleras.

Podría librarse de Lucifer durante todo el día, pero no de Pierce. Durante su viaje en coche hasta la escena del crimen, Pierce notó a Chloe distraída.

-¿Qué ocurre Chloe?

-Nada – contestó ella demasiado rápido – no he dormido muy bien esta noche.

-¿Ha pasado algo? – insistió él.

-No, todo está bien.

Pierce notó que Chloe no estaba diciendo toda la verdad, pero no quiso seguir presionando. La escena del crimen se encontraba en un parque a las afueras de la ciudad. Una vez llegaron, Ella los puso al corriente de la situación.

-Se trata de Lorena García, treinta y tres años, masajista en un centro de masajes ubicado en la calle Sunset Strip. La causa de la muerte es este golpe que tiene en la parte frontal del cráneo, aparentemente producido por bate de beisbol. El cuerpo lo encontró una mujer que casualmente, era clienta de ella. Fue quién nos facilitó parte de los datos de la chica.

-¿Dónde se encuentra la mujer? – preguntó Chloe.

-Unos agentes la llevaron a la parte del mirador. La mujer se encontraba muy nerviosa.

-Iré a hablar con ella, gracias Ella.

-Te acompaño Decker – agregó Pierce.

Ambos fueron a hablar con la mujer, que muy amablemente, contestó a todas sus preguntas. Después se dirigieron al apartamento de la chica fallecida.  Allí les abrió el novio de la víctima, que se quedó consternado al saber lo que le había pasado a su novia. Después de que se calmara, les dio toda la información necesaria. El último lugar al que fueron fue donde trabajaba la chica. Allí consiguieron mucha información útil, como que había un cliente que estaba obsesionado con ella, por lo que se había convertido en el principal sospechoso de la investigación. Aun así, citaron a varios clientes en comisaría para un interrogatorio formal.

Al llegar a comisaría, Pierce notó que Lucifer no se había presentado y aunque estaba contento de ello, preguntó por él para tantear como estaban las cosas.

-¿Por qué no ha venido Lucifer hoy?

-No lo sé – contestó Chloe con nerviosismo – no he hablado con él.

-Qué raro, con lo unidos que estáis siempre – respondió él dándole un ligero codazo.

-No empieces Marcus.

-Es broma Chloe – dijo él con una sonrisa – pero es extraño, siempre está por aquí. Quizás deberías llamarlo.

-Puede que lo haga – contestó ella recogiendo los papeles necesarios para dirigirse a la sala de interrogatorios – pero él ya es mayorcito para tomar sus propias decisiones.

Pierce la miró confundido por su respuesta mientras la veía alejarse a la sala de interrogatorios. ¿Quizás había pasado algo entre ellos? Normalmente Chloe siempre se preocupaba por él, era impropio de ella que dijera algo así. Aun así, se sintió contento con la respuesta; cuanto más alejada estuviera ella de Lucifer, más cerca podría estar él.

No hizo falta mucho para coger al asesino; él mismo se derrumbó durante el interrogatorio confesando que había seguido a la víctima hasta el lugar donde la había matado. El motivo había sido que ella no quería tener nada que ver con él y él simplemente no lo pudo soportar, acabando con su vida en el acto. Enseguida procedieron a llevárselo. Mientras tanto, Chloe volvió a su mesa para comenzar con el papeleo, la parte más aburrida de su trabajo. A medida que iba avanzando, pensaba en Lucifer. En estos casos, él solía jugar con su teléfono móvil o la molestaba, haciendo que ella perdiera el tiempo regañándolo, pero aún así ella echaba de menos eso. Echaba de menos a su compañero.

Cuando llegó la hora de volver a casa, recogió sus cosas y se dirigió a las escaleras que conducían al ascensor para bajar al parking. Mientras esperaba el ascensor, Pierce llegó para esperar también. Ella le lanzó una sonrisa de asentimiento y cuando las puertas se abrieron, ambos entraron. El silencio entre ellos se hizo algo incómodo, por lo que Pierce trato de cambiar el ambiente.

-¿Te apetece cenar conmigo hoy? O puedo pasarme luego por tu casa, como mejor te venga a ti.

-Lo siento Marcus, estoy cansada – contestó ella sin ni siquiera mirarlo a la cara – me meteré pronto en la cama.

Pierce se limitó a asentir sin decir nada y ambos se despidieron marchando hacía sus respectivos vehículos. Chloe condujo hasta su apartamento, no sin antes pensar en la mínima posibilidad de ir a ver a Lucifer. Al final optó por no hacerlo, él había pedido tiempo y era justo que se lo diera. Además, ella todavía no había tomado una decisión y presentarse en el ático solamente porque lo había echado de menos, no se sentía justo.

Gracias a que Dan tenía a Trixie esta semana y podía tener un tiempo para ella misma, nada más llegar a casa se preparó un baño relajante acompañado de una copa de vino. Después de cuarenta minutos, salió de la bañera, se colocó su pijama de tirantes y pantalón corto y se dirigió a la cocina a prepararse la cena. Estaba abriendo la nevera, cuando alguien llamó a la puerta.

-Buenas noches detective.

-Lucifer ¿Qué haces aquí? – preguntó ella con una sonrisa nerviosa.

-Te he echado de menos.

DignoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora