7 escritos que van desde el 12 hasta el 18 de Diciembre sobre diferentes versiones de Oswald Cobblepot y Edward Nygma. Organizado en Twitter y Tumbrl por @RiddlebirdWeek
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Sus palabras fueron dirigidas hacia Oswald con la evil intención de ocasionarle daño y que sufriera para compensar el descanso que su propio asesinato le brindaría en unos minutos.
—Yo no te amo, Oswald —le dijo Edward, clavando puñales en su corazón con cada letra que emergió de su boca.
Observó con gran precisión cómo aquella frase cargada de tantos sentimientos que diferían entre sí unos de otros afectaba al pingüino. En cuestión de segundos, éste asimiló el pesar de un amor no correspondido, la pérdida de un leal amigo, un sufrimiento opaco y su cercana muerte, todo al mismo tiempo y combinado de la peor manera posible para él.
Y es que Edward quería tener ese mismo efecto en él, y a pesar de estar también profundamente adolorido —haciendo un gran esfuerzo por ocultarlo—, y no pronunciar aquellas palabras con la misma seguridad que deseaba transmitir, lo había conseguido. Nygma quería que Oswald sufriera así como él lo había hecho por su culpa; y aunque esto lo atribuyese principalmente a la muerte de su amada —cuyo nombre aún Oswald ni se había esmerado por saber pronunciar correctamente—, lo cierto es que había algo más profundo detrás: la traición que había sentido por parte del más bajo en estatura.
Sólo hizo falta un disparo y un pequeño empujón para presenciar la caída de Oswald Cobblepot. Su venganza, finalmente, estaba completada.
Aunque no se volvería a sentir en paz consigo mismo.
La sangre brotó del cuerpo de Oswald, esparciéndose por el agua, y Edward se dio cuenta de que ya era demasiado tarde para futuros arrepentimientos. No estaba seguro de si lo prefería así, pero era como había sucedido.
Oswald lo había traicionado. En un inicio, vio su amistad como algo brillante, del que presentía un gran y próspero futuro, pero ahora, sólo se trataba de un viejo deseo marchitado. En el fondo de su maltratado corazón, le hubiera gustado que las cosas no hubieran salido de esta manera, pero Oswald sabía lo que había hecho, y merecía un castigo por ello.
Observó por unos segundos cómo su amigo asomaba la cabeza a través del trasparente líquido que se empezaba a hacer menos nítido a causa de la sangre, y reprimió todo lo que amenazó por cruzar en sus pensamientos para levantar la cabeza y darse la vuelta.
Los siguientes segundos estuvo intentando convencerse a sí mismo de que había hecho lo correcto, y daba completamente igual el dolor que pudiera sentir o sus sentimientos por el pingüino, pues ésto era, simple y llanamente, el precio que Oswald debía de pagar por su traición.
