26: emoji durmiendo

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Llamo al timbre de su casa, muerta de frío y por segundo día consecutivo muy borracha. Las comidas familiares siempre me dejan así, aunque me lo he pasado genial, debo reconocerlo. Y pese que había gente a la que no me gustaría ver ni en pintura, pues ha estado bien.

Damiano abre la puerta y me mira extrañado. Sonrío regalándole un abrazo y él me responde sin pensárselo.

- No te esperaba hasta mañana, ¿vas borracha? Porque te veo todos los días, que si no pensaría que eres alcohólica - ríe en mi oído y me deja pasar.

- Bueno, si no hubieses mandado esa foto igual y habría venido para traerte el desayuno - lamo mi labio inferior recordando la imagen del italiano con el espejo y sin camiseta. Joder, otra vez me entra ese calor sofocante.

- Dicen que el alcohol pone violentos a los jóvenes - sigue burlándose de mí y sé que me está provocando. - Aunque en tu caso te pone cachonda, ¿no? - golpeo su nuca y me dejo caer en el sillón del pequeño salón. Ni me he quitado el abrigo ni el gorro. Aún tengo el frío calado en mis huesos.

El italiano no tarda en aparecer con una botella de agua, dos vasos y patatas. Debo parecer una muerta de hambre porque poco más y le gruño cuando ha intentado coger comida.

- ¿Quieres venir a cenar a mi casa? Puedes quedarte a dormir, hay camas de sobra - me encojo de hombros y Damiano me mira de esa forma que joder, me vuelve loca. Me tiento a no besarle.

- Eso implica conocer a tus padres - alza las cejas varias veces a modo burla, y puede que me sienta un poco estúpida ahora mismo por mi propuesta. Lo nuestro no es nada serio, ni siquiera hay un nuestro realmente. Creo que Damiano se da cuenta de mis pensamientos negativos o no se, pero agarra mi mentón y manteniendo sus ojos fijos a los míos me regala una sonrisa. Os juro que voy a morir. - Has olvidado el detalle de que la familia de Fer me lo han ofrecido antes, ¿no? - cierto. Asiento y apoyo mi cabeza en su pecho.

- ¿Qué se supone que somos? - preguntó. Sé que no es el mejor momento para hacerlo, soy consciente que voy borracha y que en estas condiciones no se debe hablar nada serio.

El italiano tarda en responder o quizás a mí se me hace eterno. O ambas cosas. Suspira y siento que eso no es una buena señal, y de nuevo, las inseguridades empiezan a comerme por dentro. No quiero ser la chica tirita, no otra vez. Continúa sin responder y honestamente empieza a molestarme, es sencillo dar una respuesta. Pero no me apetece pelear. Justo cuando voy a cambiar el tema Damiano decide responder a mi pregunta.

- No quiero cagarla - resopla y acaricia mi pelo, aunque su objetivo principal era sacarme el gorro. Frunzo el ceño pese a saber que no me está viendo. - Me encantaría decirte que somos algo más que... ¿amigos con derecho? O bueno lo que realmente sea esto, porque no me gustaría llamarte "il mío flirt" porque eres más que eso - sus manos me distraen sacándome los guantes de las manos. - Y tengo competencia, podría hacer oficial lo nuestro, pero no quiero apresurarme porque no quiero joder esto.

- ¿Pero te gusto? - susurro en cuanto sus manos abren mi abrigo y me ayuda a sacármelo. Damiano sonríe de lado y pasa su brazo por mis hombros.

- Tus padres me pagan por ello - se encoge de hombros y le golpeo una vez más. - Voy a tener que pedirles una subida de sueldo, tus golpes duelen. - Cuando voy a darle de nuevo, su mano me detiene y sin previo aviso me besa. Siento como sonríe en cuanto le respondo y de nuevo creo que me voy a morir. - Non sai quanto mi piaci, Gabbi.

- No se que has dicho, sigues sin darme clases... - susurro sobre sus labios. El italiano suspira y tras besarme una vez más se acomoda en el sillón conmigo.

- Me niego a darte clases, quiero decirte cerdadas sin que te des cuenta - se burla y yo blanqueo los ojos.

- Te odio - murmuro mientras vuelvo a apoyar mi cabeza en su pecho.

Mamá, ¿te gustan los italianos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora