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—Muy bien día - saludó una de mis secretarías con amabilidad y bastante energética.

—Días.- respondi de forma suave y ví aquellos papeles que me entregaba, mirando después estos hojeando de manera rápida. —¿Son los únicos? - Frunci el ceño extraño.

—Oh por supuesto que no, solo son hasta esta hora, vendrá otros en un par de horas.

Joder.

Asenti entrando a mi oficina sonriendo más relajado al ver aquella taza de té en el escritorio con un croissant.  Perfecto. Me senté soltando un suspiro tomando mis anteojos mirando el trabajo pendiente que tenía  escuchando después un toque en la puerta.

Apenas eran las siete de la mañana, era ocho de enero ¿quien quería darme estrés  temprano?

—Disculpa - habla y rodé los ojos al ver de quien se trataba y el Alfa me miró en una sonrisa divertida entrando mientras después me miró. Su cuerpo delgado pero musculoso además de que tenía un traje parecido al mio como una bufanda roja.

—Balto. - Habló y blanqueo la mirada al escuchar aquello y después me senté en el escritorio mirando atento a mi hermano mayor.

—No me llames Balto.

—Balto, me recuerdas tanto a ese perro que rechazaban - murmura y me tiende una carpeta — Papá lo quiere para las dos de la tarde.

Y yo como por qué debería hacer eso.

Se encogió de hombros y se dio vuelta para marcharse dejándome con aquella carpeta color azul, abri esta de forma lenta viendo varias cosas que me hizo sentir apenas un poco nervioso. Apenas iniciaba el año y tenía que ver contratos además de comenzar a hacer varios ajustes.

Las horas pasaban, simplemente logrando que mi cabeza doliera por el cansancio y dejé aún lado todo, levantándome y tomando mi gabardina, colocando aquella bufanda alrededor de mi cuello.

Todo lo que llevaba estaba completamente de negro, una gabardina color negro, una camisa de cuello largo en un gris muy muy oscuro casi pareciendo negro, unos pantalones ajustados a mis piernas y una botas, no parecía ese típico magnate pero aún así daba esa vibra de que de algún modo si era.

Pasé mis dedos sobre mi cabello rubio, peinando este mientras soltaba un pequeño suspiro saliendo, tomando mi billetera agradeciendo que tuviera efectivo.

El blanco paisaje me recibió además de frío, di pequeños pasos en la nieve para al fin después de un largo rato llegar a una cafetería, pasé mi mano sobre mi rostro, sintiendo lo frío que me empezaba a sentir, escuchando aquel típico sonido de la campana al entrar, con la más increíble discreción ingresé.

No podía arriesgarme fácilmente a ser reconocido, escuchando una voz familiar mientras tomaba la carta en la esquina de la última ventana, sintiendo mi estómago gruñir.

—¿Gatito? - alcé de forma rápida la mirada, encontrandome con esos ojos negros y bastante hermosos, notando aquel uniforme en su cuerpo haciéndole ver demasiado bonito.

—Richard - Hablé y el sonrió, sus abultadas mejillas estaban coloreadas de rojizo —Pensé que no te vería pronto - el encogió sus hombros y me dió una mirada tímida cuando le invité a sentarse, lo ví dejar su mochila a un lado y me prestó atención.

—Mi abuela solía decir que los destinados una vez que se encuentran son como imanes - menciona y quita su gorro dejando ver sus tiernos rizos.

—Tiene mucha razón.

El asintió temblando y frota sus manos, su uniforme se me hacia conocido, sin embargo no sabría identificarlo.

—Hace más frío que ayer - habla y se estira por encima de la mesa besando mi mejilla —Buenas tardes gatito.

Y esta vez yo fui quien se sonrojó.








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