Hoseok era el chico del río. Se la pasaba flotando por horas y horas, solo viendo como el tiempo transcurría a su alrededor... Entonces en una de esas ocasiones le encontré, y fue inevitable el no sentir curiosidad por alguien como él.
Pero había un...
—Bueno, como no te mostré fotos supongo que ni siquiera pudiste hacerte una idea. ¿Cómo pensabas que sería?
—Una vez vi una estructura parecida cerca del río, pero más lejos de lo que te he llevado a conocer. Era mucho más pequeña, me hizo pensar en si podría meterme si es que lograba salir del agua.
¿Qué habría visto?, ¿una casita del árbol?, ¿una caseta?, ¿un baño? En medio del bosque las opciones no parecían muy creíbles, pero de seguro alguien lo tenía que haber construido, sea lo que sea, para darle algún uso.
La cabaña no estaba exageradamente amueblada, por lo que Hoseok podía ir de un lado para otro sin mayor interrupción. Parecía un pequeño cachorro descubriendo un mundo totalmente desconocido.
—¿Quieres comer o beber algo?
—La verdad es que no. Pero quiero ver tu habitación. Desde que mencionaste la cama tengo mucha curiosidad de verla.
—Está bien, aunque yo sí quiero beber algo, así que espérame un segundo.
Asintió tomando asiento en el sofá, por mi parte me dirigí a la cocina, antes fijándome bien en la lluvia. Parecía que incluso había aumentado su intensidad y aquello me hizo sentir un poco más tranquila. Aunque la tranquilidad no duró mucho, pues al tomar un vaso me percaté de que todavía no me había cambiado de ropa.
Bueno, al menos no tendría que tomar una ducha. Con el agua del río y la de la lluvia ya era bastante.
—¡Me voy a cambiar la ropa, así que no vayas a la habitación aún! —le avisé mientras bebía con rapidez para después salir de la cocina.
Hoseok seguía donde lo había visto por última vez, así que para no hacerlo esperar tanto me apresuré para ir a mi habitación. Me cambié la ropa a una velocidad que no sabía que poseía y dejé la que estaba mojada en una cesta en una de las esquinas. Ya lista, regresé a buscarlo.
—¿Ya puedo ir? —Asentí. Él se levantó del sofá y caminó hasta donde yo estaba.
Algo me decía que podía ser una larga noche, y esperaba que la lluvia estuviera a mi favor.
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