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Cuando tenía doce años, se presentó como un omega en medio de una reunión familiar. Es más que obvio que después de ese día, sus padres y hermanos dejaron de tratarlo como a un miembro más de la manada, en cambio fue repudiado por ellos el resto de los años siguientes.

Aunque no estaba de acuerdo, los entendía de cierta manera. Todos ellos eran alfas y betas, incluso antes de sus abuelos no había existido otro gen que no sea perteneciente al dominante alfa. Y de la nada, él se presentó como un omega ante la vista de todos. Si fuera sus padres también se sentiría molesto al no entender lo que sucedía, si fuera sus hermanos podría entender el odio a la casta omega, ya que jamás les habían entregado la información suficiente para saber que era algo normal.

Incluso él siendo omega se había sentido triste de serlo. Más que todo por el contexto, ya que no creció sabiendo exactamente lo que era, su cuerpo era un misterio que tenía miedo de descubrir y sus pensamientos tenían que ser censurados por él mismo.

Digamos qué, sus padres no estuvieron interesados en ayudarlo con su condición, en brindarle información necesaria... En cumplir con su labor de cuidadores, en cambio, lo trataron como un alfa más de su familia, hablando biológicamente. Porque si hablamos del trato que le dieron como persona, ni siquiera lo trataron como un hijo.

Creció tomando supresores alfa, que no es exáctamente lo más saludable para un omega en formación. Con el tiempo se había acostumbrado a estos químicos, pero era terriblemente doloroso hacerlo, y gracias a ello, a día de hoy tenía problemas que aún lo perseguían a sus veinticinco años.

Tenía dolores de cabeza constantes e intensos la mayoría del tiempo, y su vientre ardía desde los días antes del celo. No pudo alcanzar un correcto desarrollo físico, su fuerza era menor a la promedio y era delgado de una manera poco saludable, aunque esto había mejorado con el tiempo. Pero lo que más le dolía, era que padecía de enfermedades mentales y tenía problemas de identidad.

Sus celos no eran regulares, incluso por una etapa de su vida dejó de tenerlos como un método de autodefensa que él y su lobo habían optado ante el dolor que estos le provocaban, que era casi insoportable.

Dejó de usar los supresores alfa cuando tuvo veinte años, a la misma edad que abandonó la casa de sus padres. Cuando intentó empezar a usar los supresores omega, su efecto era aún peor en su cuerpo, no solo por el dolor físico si no por el estado mental que le provocaban.

Es por eso que no los usaba durante el celo, en cambio se quedaba en su casa todos los días que este duraba. Y no era precisamente bonito... digamos que sus celos no era normales.

Se supone que los celos son una época en el que el cuerpo del omega se prepara para tener hijos con un compañero; pero a él no le funcionaba de la misma forma, sus celos eran diferentes, ya que estaba muy lejos de tener deseo sexual, en cambio su cuerpo dolía. Se supone que en los celos el vientre de los omegas duele de manera placentera, y cuando se calman con algo sexual, dejaba de doler; en cambio en sus celos su vientre ardía y quemaba de manera poco saludable, era demasiado intenso. Su cabeza dolía y no podía ni levantarse de su cama antes de tener un pensamieto suicida.

En sus celos debería tener un deseo incontrolable de tener cachorros y encontrar un compañero, pero él en ellos solo tenía ganas de morirse, de acabar con su dolor.

Era realmente una jodida tortura.

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No sabía ni para que había salido ese día, pero se arrepentía profundamente ya que su celo lo atacó de pronto apenas estuvo una cuadra lejos de su casa.

El dolor se hizo insoportable de un momento a otro y su lobo chillaba asustado al no sentirse seguro. Se vió tirado en la calle, sosteniendo su vientre por el ardor y con sus cabellos platinados tirados en su rostro. Su vista le fallaba, pero en cambio sus otros sentidos se tornaron más agudos.

Podía sentir cuantas personas pasaban a su lado sin siquiera bajar su vista para ver sus pasos, era eso en lo que trataba de concentrarse para distraerse del dolor y para no perder la consciencia, sin embargo se estaba volviendo una tarea imposible.

El sol le quemaba en el rostro y cada pequeño ruido le daba ganas de salir corriendo y refugiarse muy lejos, pero no tenía la fuerza suficiente para pararse de la vereda en la que estaba tirado.

¿Es este el fin? Se preguntó.

Tal vez no era tan malo... Si moría en ese lugar no tendría que volver a soportar el dolor que significaba su vida, y nadie lloraría su partida ya que no le importaba a absolutamente ninguna persona. Era lo mejor que podría pasarle, aunque no negaría que le hubiera gustado morirse de otra manera; salvando una vida, o después de hacer algo provechoso.

Igual no estaba tan mal.

Solo cerró los ojos, sintiendo como sus lágrimas calientes caían por sus pestañas y mejillas, había empezado a temblar a pesar de que hacía un calor impresionante a la par que el dolor de su vientre y cuerpo se intensificaba, casi como si su propia anatomía no le estuviera dando permiso para morirse.

Había perdido la noción del tiempo, así que no supo en que punto, pero alguien se había acercado a él, alguien diferente a todo el resto de personas que pasaban por el lugar.

Sintió como las suaves manos de aquel se pasearon por su rostro hasta donde el inicio de su flequillo estaba, apartando un mechón de cabello para poder verle el rostro. Más lagrimas cayeron por sus mejillas al ver al chico; su rostro era realmente tranquilizador, al igual que su aroma a chocolate oscuro y café. Se sentía cálido, familiar.

No pudo evitar llorar fuerte cual bebé al ver una pequeña sonrisita del chico, quien poco a poco se acercó a él y lo abrazó, él correspondió con algo de dificultad, soprendiéndose. Mientras más tiempo pasaban así, menos dolor sentía.

Chishiya estaba sintiendo por primera vez en su vida que alguien se estaba preocupando por él, alguien que ni siquiera conocía. 

Sintió que el chico lo alzaba en sus brazos, y antes de caer dormido, pudo observar que la ropa de aquel estaba manchada de sangre.

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⏰ Última actualización: Feb 15, 2023 ⏰

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