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Era otro día como los demás, aquel mago solitario despertó abriendo lentamente sus ojos y mirar al techo, por la pequeña ventana ya entraban los primeros rayos de sol, suspiro con pesar y se levanto de la cama para tomar su cetro como su capa y colocarla en el, pensaba ir a tomar una ducha al río encantado y luego ir por algo de fruta en el bosque; abrió la puerta de su pequeño hogar y salió para cerrarla atrás de el.

Comenzó a caminar por el bosque, su mirada cambio al ver varios arboles empezando a consumirse por la oscuridad, antes de que el mal existiera el bosque daba gran vida para quien lo viera...pero poco a poco sus colores se  iban perdiendo.

Tamaki continuo su camino hasta llegar al río encantado, el río brillaba gracias a la luz del sol provocando que siguiera viéndose hermoso, miro a los lados para ver si no había nadie cerca, al estar seguro de que estaba solo, comenzó a retirar sus prendas y entrar al río, el agua estaba a una buena temperatura lo cual Tamaki disfrutaba y comenzar a darse un baño.

Cuando termino, solo volvió a vestirse y algunas gotas de agua aun caían de su cabello, comenzó a caminar alejándose del río y adentrarse de nuevo al bosque para buscar un poco de frutas.

Una vez estando en el lugar correcto, se coloco en cuclillas y comenzó a tomar algunas frutas para llevarse las pero algo llamo su atención, dejo de hacer lo que se encontraba haciendo y se levanto, tomo su cetro y empezó a caminar lentamente hacia el lugar, se escondió atrás de uno de los arboles y asomo un poco su cabeza para ver de que se trataba encontrando se con la mas dulce mirada que en toda su vida jamás conoció.











EL HADA Y EL MAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora