Chifuyu amaba a Kazutora pero Kazutora no podía superar a su antiguo amor, no podía superar aquel chico que dió la vida por su felicidad y seguridad.
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Las cálidas yemas de los dedos de Chifuyu acariciaban con amor su rostro. Podría decir que en cierto punto se le hacía extraño sentir aquel tacto que el pelinegro le otorgaba en tardes como esas, en tardes donde ambos se daban un descanso de la tienda de mascotas y disfrutan su tarde en el departamento que habían alquilado a duras penas.
Kazutora no pudo evitar sentirse culpable, Chifuyu era tan amable con él.
No podía evitar preguntarse si estaría bien si aceptaba al pelinegro. Hace ya varios meses Chifuyu se le había confesado, le confesó que estaba enamorado de él, haciendo que el de orbes oro pensará que era una vil broma que seguramente se le había dado Mitsuya o Pah.
Pero el pelinegro lo negó, Matsuno verdaderamente lo amaba.
Matsuno había preparado una cena romántica, una velada tranquila la cual se arruinó por su culpa.
Kazutora rechazó esos sentimientos, no podía aceptarlo.
Aún amaba a alguien más, tenía un antiguo amor.
Un amor el cual había muerto hace ya doce años y todavía no lo podía superar.
— Chifuyu...— Pronunció bajo, intentando quitárselo de encima.
Kazutora no se sentía bien.
El pelinegro se percató de esto y al instante se alejó con cuidado, observándolo, como si en una sola mirada pudiera entender lo que pasaba.
Sonrió con tristeza.
Matsuno lo sabía, Kazutora no lo amaba a él, amaba a Baji.
— Lo siento...
El azabache desvío la mirada, no quería ver la expresión de culpabilidad en el rostro de Kazutora, el chico el cuál había acogido desde que salió del reformatorio.
Nunca había pensado que aquel chico de orbes color oro sin vida, los cuales carecían de calidez alguna, le hayan llamado tanto la atención, hasta el punto en el cuál estaba dispuesto a curar todos sus males. Dispuesto a darle todo el amor posible, el amor que Kazutora merecía.
Pero había algo que lo impedía y eso era su pasado.
Kazutora no podía superar a su primer amor, al chico el cual dió su vida para protegerlo, aquel chico que sacrificó todo para que Hanemiya pueda ser feliz.
Por ende todos los intentos de Chifuyu eran inútiles.
— No pasa nada. — Sonrió trantando de ocultar la tristeza la cual desbordaba en sus orbes cielos. — Esperaré lo que sea necesario, ¿Te lo dije, no?
— Lo sé... — Murmuró. — Gracias por eso...
El ambiente que había formado aquella habitación era muy tensa, haciendo que el de hebras largas se estremeciera.
Suspiró.
— Voy a salir...
Chifuyu lo miró resignado, sabía perfectamente a dónde iba.
— ¿Quieres que te lleve?
Kazutora se levantó del sofá en el cuál estaban sentados, miró a Chifuyu fijamente, haciendo que el contrario lo mire ansioso.
— Creo que deberías dejarlo... — Contestó Kazutora. — Esto te hace daño...
Y sin poder dejar hablar al chico de ojos cielos salió del apartamento.
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