Única parte

25 2 0
                                    

El frío invierno golpeaba su rostro, esperaba impaciente que su compañero por fin llegara. Hoy era el gran día y no quería ponerse nervioso, tenía que confesarse sin mayores rodeos o engaños. Abrazo su cuaderno una vez más, el tiempo avanzaba tan lento pero eso lo tranquilizaba, no quería que el timbre de su puerta sonara.

Justo cuando pensó que nunca llegaría el sonido irritante hizo vibrar sus tímpanos, ¿Por qué siempre se empeñaba en tocar el timbre si sabía cuánto le molestaba el sonido? Era un dolor de cabeza pero aún así estaba seguro de sus sentimientos por él, bajó las escaleras y abrió la puerta sin más apuros. Su corazón paró por un momento, siempre olvidaba acomodar esos rebeldes mechones, se acerco sin decir ni una sola palabra y los lanzo hacia atrás.

Sus ojos brillaban cada vez que hacia algo así, ¿también sentía algo por él? Le gustaba pensar que sí, se sentía bien ilusionándose a pesar de que el rubio tenia novia ya. Pasaron después de unas cuentas risas y chistes que provocaron más, tenían su propio rincón para pasar tiempo juntos, eran almas gemelas y ambos podían confirmarlo.

—¿Lo de siempre? —asintió sin esperar más detalles, era así, no necesitaban de mayor explicación para entenderse. Corrió felizmente hacia la cocina, hasta ahora no había cometido ni un solo error y no lo haría. Saco las palomitas y las repartió en dos tazones de igual tamaño, Puso miel en el tazón de su compañero y subió con las manos llenas, por suerte su equilibrio era bueno.

Las entrego mientras sonreía, no entendía como podía comerse todo ese tazón de palomitas dulces, él no las soportaba.  ¿Por eso era tan dulce? Era increíble lo mucho que le gustaba, pero no era un sentimiento normal. No, definitivamente no lo era.

—Doblas. —amaba decir su apellido, era una cosa especial para ambos ya que el otro hacia exactamente lo mismo.

—Dime, De Luque.

Su voz, hace una semana que no la escuchaba y cuando lo hizo pudo confirmar sus sentimientos, aquí es donde empezaba a ponerse nervioso. Sus manos sudaban y su corazón palpitaba, ni siquiera tomo una sola palomita de su tazón y Doblas ya iba por la mitad.

—Tengo algo que decirte.

—Hazlo, que no muerdo.

Sonrió y lamio sus labios, era una costumbre que tenía cuando se ponía nervioso. ¿Por donde debía empezar? Así se quedo durante unos minutos, Doblas no estaba apurado ya que sus palomitas le robaban la mayoría de la atención. Tomo una bocanada de aire y luego la soltó, estaba listo. Las palabras estaban listas y no podía equivocarse ya, no había forma.

—Él me dijo que eres… increíble.

—¿Quién? —ni siquiera se dio cuenta de lo que había dicho, estaba tan distraído viendo el desastre en sus dedos, había sido demasiada miel. El tazón estaba repleto de palomitas pegadas a una capa dulce de miel. Cuando cayó en cuenta de su respuesta soltó un largo suspiro, ya no había vuelta atrás.

—¿Recuerdas a…David? —era el peor de todos sus amigos a los cuales podía mencionar pero su cabeza no daba para más, no cuando Doblas estaba tan tranquilo y distraído frente a él.

—Sí, ¿él dijo eso de mi?, ¿ese tonto?

—¡Claro! —podía seguir con esa pequeña mentira, tal vez al final lo arreglaría de alguna forma, ahora ser rápido era su objetivo ya que tenía toda la atención de Doblas.

—¿Cómo? —bien, era el momento de soltar todo lo que había mantenido en secreto durante más de 2 años.

—Bueno… me dijo que no había nada parecido a tu sonrisa, tan perfecta, sutil y honesta. También me dijo que nunca sabría cómo se sentía cada vez que la veía y él sabe que cuando te aburres haces garabatos en las paredes de tu habitación… Además él se dio cuenta que sigues rellenando esos quiz tontos que vienen en las revistas para adolescentes pero se lo guardo todo en su cabeza. —sabia que ya había llamado su atención con esas palabras, sus ojos brillaban y lo ponía nervioso tener toda su atención— Todo eso se lo guardo para él, aunque lo quisiera nunca fue capaz de hablarte. No sabía cómo comenzar o siquiera que decir pero él seguía repitiendo “Si pudiera decirle, decirle todo lo que puedo ver. Si pudiera decirlo… que él lo es todo para mí pero estamos tan alejados… y no sabría como comenzar.”

—¿Estás mintiendo? Él me odia, eso es imposible. Dime la verdad.

—¿Puedo terminar? —tenía más cosas que decir aún, no quería confesar la verdad todavía. Doblas asintió y susurro un “perdón.”

—Él me dijo que le duele no poder defenderte correctamente…también se dio cuenta de que tu voz es su cosa favorita en todo el mundo. Tenía tantas ganas de regalarte algo pero nunca fue capaz de hacerlo, no sabía ni siquiera que decirte. Le gusta llamarte “Príncipe”, dice que eres tan hermoso incluso cuando actúas como un tonto. —pasó saliva y empezó a toser, estaba a punto de soltarle toda la verdad y eso lo ponía muy nervioso. Por fin se podría confesar, después de tanto tiempo de silencio— ¿pero que puede hacer cuando hay tanta distancia? Y ¿cómo debería de decir…te amo? Te amo… ¡Te amo!

Ambos se miraron, Doblas había entendido el mensaje, ahora lo tenía más que claro. ¿Qué debería de decir? No entendía porque pero los ojos de su amigo brillaban, era la primera vez que los veía así, podía apostar que eran lo suficientemente brillantes como para reflejarse en ellos.

—Sin ti estoy perdido…

No hubo más palabras, solo sus miradas. Se comunicaban a través de estas y De Luque agradeció eso, se estaba muriendo de la vergüenza sin hablar y no se quería imaginar cómo se sentiría si lo estuvieran haciendo.

—Eres un idiota…

Doblas se lanzo sobre él y lo atrapo entre sus brazos, De Luque no se lo podía creer. Esperaba que ese calor que sentía en su corazón fuera positivo a toda costa, quería que Doblas entendiera sus sentimientos y que tan siquiera los apreciara antes de rechazarlos.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por unos suaves labios sobre los suyos, lo único que pudo ver fueron los ojos cerrados de su compañero. Eso no se lo esperaba ni él ni su corazón, el cual salió disparado. Correspondió mientras una sonrisa se iba robando protagonismo en su beso, se separaron y se volvieron a mirar.

—¿Por cuánto tiempo? —De Luque paso saliva nervioso y desvió la mirada, ¿era necesario este interrogatorio?

—2 años y 3 meses.

Doblas soltó una carcajada ganándose un golpe de parte del avergonzado chico, aún se preguntaba cómo es que nunca se había dado cuenta de los sentimientos de su mejor amigo.

—Ahora tú eres un tontito, princesa. Ven aquí. —ese cálido abrazo quedo sellado en el corazón de ambos. Hoy era su primer día y había sido el más especial.

Sweet Confession [Rubegetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora