Odette abrió los ojos, una pesada colcha azul la empujaba cada vez más hacia abajo, sobre ella, la visión del sol se fragmentaba en pedazos irregulares de un espejo roto, y el cielo mecía las nubes con cuidado. Sus pulmones se encogieron, sorprendidos al ver el gran pilar de espumillón blanco alzarse ante ella como una delgada columna que sostenía el firmamento, y sus ojos se abrieron con pánico al reconocer la fuerza de las olas salvajes, demasiado lejos para sacudirla.
Miró alrededor, intentando encontrar desesperadamente algo a lo que aferrarse y con lo que subir a la superficie, pero sólo encontraba las densas paredes de una furiosa neblina, fruto de una marea intranquila, alzándose, y los fragmentos de sol se veían más y más lejanos.
Trató de alcanzarlos, sus brazos estirándose, sus manos intentando arañar la espuma de la marea mientras sus dedos se encorvaban, desesperados por agarrar un pedazo descarriado de aquella luz distante, sintiendo una punzada de angustia estrujarle el pecho. La asfixia presionando su pequeño corazón como las espinas de un rosal.
La luz se encogía, y las sombras que la esperaban en el fondo del océano ahora teñían las aguas, cerrando sus afiladas garras alrededor de su cuello, cortándole la respiración para que no gritara. Sentía los oídos taponados y le dolía demasiado la cabeza, un sueño pesado comenzó a intoxicar sus sentidos, anulándolos, y pronto vio poco más que una tenebrosa paleta de azules con detalles verdes. Los ojos comenzaron a cerrársele, agotados, y su piel recibió las débiles caricias de su cabello ondulado, que se contoneaba al ritmo de la marea, como un dulce beso de buenas noches.Su cuerpo ya había empezado a entumecerse cuando sus ojos captaron un último atisbo de movimiento: una grieta se había abierto en el cielo, y de las nubes de espuma y marea goteó una delgaducha y menuda sombra que serpenteó hasta perderse en aquellas murallas de toscos verdes escoltados por la más negra oscuridad.
Y cuando sus ojos, derrotados, se hubieron cerrado, y ya no sintió las burbujas besar sus labios. Cuando algo rozó su mano inerte y la sostuvo firmemente, la noche la engulló.[…]
Su piel despertó antes de que ella pudiese abrir los ojos. Primero vino la húmeda sensación de su ropa apelmazada sobre ella, pesada, seguida de la irritación en su piel y el áspero tacto del suelo. Olía a salitre y humedad, y el sol la deslumbraba desde lo alto, haciéndola ceñir el ceño y escudriñar la vista al conseguir abrir los ojos por completo.
Ante ella, un gran cielo azul la recibía despejado de toda nube. En algún lugar lejano se oía el aleteo de un ave, y estaba convencida de haber oído un animal recibirla. Se había entretenido buscándolo con la vista desde donde estaba, aún tumbada en el suelo, cuando el rugido de una ola la hizo erguirse en un respingo y apartarse, despavorida.
Ya despierta del todo, parpadeó un par de veces, tratando de acostumbrarse a la nueva luz; el cielo se desteñía en melosos colores rosados y cálidos, derramados sobre la viva marea que dejaba pinceladas del atardecer sobre la arena, reflejando el degradado de color en la costa. Olía a salitre, viento y sabia.
Se encogió en el frío de su piel al mirar alrededor, sintiendo una ligera congestión en la cabeza cuando la brisa sopló con fuerza. Se sentía increíblemente cansada y aturdida pese a haber acabado de despertarse. Tenía frío y su ropa estaba apelmazada por la arena húmeda que se le había pegado, ¿dónde se suponía que estaba?A su alrededor había restos de cuencos hechos con lo que parecían caparazones de cangrejo vacíos, ropa doblada húmeda que descubrió que pudo haber sido la almohada improvisada sobre la que había dormido, el rastro de unas huellas que se extendían por la costa hasta perderse en la distancia, y estaba convencida de que no muy lejos de la ropa quedaban los restos de una fogata consumida. Frunció el ceño.
No tenía idea alguna de cómo había llegado a ese lugar, dondequiera que se refiriera a ese lugar, pero desde luego esas eran señales de que alguien había estado ahí antes que ella o, por lo menos, con ella inconsciente. Aunque parecía haber restos de cangrejos suficientes para unos días, lo cual se le hacía desmesurado para el rato que pudiese haber estado durmiendo.

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Ragnium
FantasyUna inmensa oscuridad que tiraba de ella, la asfixia y la sensación del mecer de la marea desdibujando sus recuerdos. Una sombra serpenteando hacia ella entre la espuma de las olas. Eso fue lo último que recordará Odette antes de caer en un profundo...