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Estaba a menos de medio año de cumplir quince y eso le asustaba completamente, en los últimos doce meses estuvo yendo frecuentemente a un psicólogo pagado por sus padres, le diagnosticaron un trastorno de ansiedad leve por lo que tuvo algunos ataques de pánico en diferentes ocupaciones, por suerte aprendió a controlarlos aunque fuera un poco.
También aprendió a aceptarse en todo ese tiempo, al confesarle su orientación sexual a sus padres y después de una larga charla llena de lágrimas estos terminaron por apoyarlo, su psicólogo le ayudo a sobrellevar las inseguridades que llevaba a tener por ello, sus amigos lo aceptaron completamente, sintiéndose feliz de tener a personas que lo querían a pesar de todo.
Lo que le sorprendió fué el cambio repentino que tuvo cierta persona con él, en los últimos meses sentía que algo no estaba como normalmente en su rutina diaria, algo le hacía falta. Karchez había dejado de molestarlo desde hace mucho tiempo, demaciado; A veces lo veía pasear por el pasillo con sus amigos, cruzaban miradas, más este lo ignoraba completamente.
Por alguna razón se sentía ofendido, olvidado.
Se conocían prácticamente de toda la vida, se veían cada maldito día para joderse entre si, ¿Porqué de repente había cambiado tan abruptamente?
No era como si le molestaría, bueno, un poco sí. Sabía que no podía reclamarle su extraño comportamiento porqué después de todo no eran amigos, es más, se suponía que eran rivales.
No dejó de pensar en ello hasta que salieron a vacaciones, y al recordar un poco más se dió cuenta que todo lo que habían pasado juntos desde pequeños hasta ahora, aunque no lo aceptara Karchez le había ayudado varias veces de forma indirecta, al igual que él, por un momento cuestionó que tanto lo odiaba, ese sentimiento hace mucho tiempo que lo había olvidado.
De todas formas prefirió ignorar completamente todo eso, si Karchez lo hacía también él podía. Sus amigos lo invitaron muchas veces a salir en las vacaciones, sus padres los conocían de prácticamente años así que les tenían confianza, aparte de querer dejar que su hijo disfrute su apenas adolescencia.
Y hoy, como mucho días, se encontraba en la feria junto a sus amigos.
── ¡Juan, cómprame un algodón de azúcar! ─ Exigió con un tono mimado al de lentes, quien lo miró indignado.
── ¿Me vez cara de cajero automático para sacar dinero de mi culo o qué? ─ Soltó una risa ante el comentario, su amigo tenía un humor bastante divertido.
Algo que también había pasado ese último año eran sus nuevas amistades con los de un curso más arriba que ellos, tres chicos bastante amigables, Focus, David y Abril, aunque a los últimos dos los solían llamar Fargan y Ari.
Focus tenía una extraña e impresionante afición por los cuervos, así que ese solía ser su apodo.
── ¿Hey, alguno ha visto a Nia y Ocho? ─ Preguntó de repente la castaña, todos la voltearon a ver y luego pararon observando a sus alrededores, la jóven pareja ya no estaba con el grupo.
