Ningún personaje me pertenece todos son propiedad de Kishimoto, yo solo los utilizo para darle vida a esta historia.
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Estoy observándote, siempre discretamente para no levantar sospechas.
El imbécil de Naruto eleva su mano y te llama, como es de esperarse te sonrojas y luego muy lentamente mientras colocas un mechoncito detrás de tu pequeña oreja vienes hacia nosotros o bueno hacia él, aunque debido a tu buena educación no sueles ignorarme.
Saludas y aunque deseo corresponderte, no es de mí, de quien deseas escucharlo así que guardo silencio mientras fingió no estar interesado.
Luego contengo la respiración mientras pasas a mi lado sin siquiera notarlo, para finalmente sentarte a su costado.
Tiemblas pero no es debido a mí, ya he logrado leerte.
Lo haces porque él está ahí, siendo tan imbécil que ni siquiera es capaz de entender que su acercamiento no es muy apropiado.
Pero no lo detienes, nunca lo harás.
Por fortuna Sakura está ahí y como en cada oportunidad intenta llamar mi atención a toda costa, aquello debería ser algo fastidioso, pero por el momento me sirve de cuartada.
Estoy irritado y ya debes saber él por qué.
Hace más de medio año que logre confesarme ante ti y tú simplemente sonreíste, me despachaste de la manera más cortes posible y te fuiste.
Por supuesto, no se puede obligar a nadie a amar, lo he comprendido finalmente y pese a ser un necio he respetado tu decisión.
Pero, hoy quizá el karma te lo esté cobrando.
Tú miras a Naruto mientras que para él, no existe nadie más que Sakura.
Te observo de reojo y es como si el mundo se detuviera, como el viento que ha logrado filtrarse por la ventanilla y ha revuelto tu cabello, pero aun así no me miras y duele tanto.
Me duele amarte.
Aunque lo deseo simplemente no puedo sacarte de mi corazón y eso es muy triste.
— Hinata, realmente no crees que el cabello de Sakura-chan luce increíblemente hoy —
— Lo creo — Sonríes ante aquello que te lastima.
De nuevo el idiota te usa de pretexto para intentar siquiera un acercamiento adecuado y tú a pesar de que luces afligida no dejas de sonreír y me irritas.
Deberías ponerte de pie, lanzarle la soda que al final terminaras pagando tú y decirle de una buena vez... Que se vaya al diablo!
Tonta, al final acabas por ocultar tus bellas perlas con ayuda de tu flequillo.
