Capítulo 1

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Kaia

Santo Dios, que mala suerte.

- ¡Papá, ¿por qué no me levantaste?!- Reproché con el teléfono en mi oreja-. Son las 7 de la mañana y apenas estoy desayunando.

-Por favor Kaia, tienes que empezar a ser responsable- dijo con tono muy tranquilo-. Me tengo que ir, voy a tener una reunión. Te quiero, por favor cuídate.

-Yo también te quiero papá- colgué metiéndome una tostada en la boca.

No podía enojarme con él. Yo era la única responsable al no escuchar la alarma.

Cómo odiaba levantarme temprano, pero los libros no se iban a leer solos.

Aún que viendo el lado positivo, perdería la primera clase con la señora Fabiola, quién nos daba física. ¡Es que por favor, tener la primera hora física un lunes era una tortura!

De todos modos, tenía que llegar a clases si no quería que el director me llevara a detención.

Salí rápidamente del pequeño departamento para poder tomar el autobús que me dejaba cerca del instituto para su poder llegar temprano a la próxima clase. Pero como siempre, las cosas me salían mal.

El autobús no paró, ni siquiera porque grité que se detuviera.

¡Oh, genial!

Poniendo los ojos en blanco me encaminé a otra calle para tomar un taxi. Dejo mi mochila colgar de un solo hombro para sacar el dinero que tengo.

Mierda, no es mucho.

El dinero que gana mi padre siempre va para pagar mis estudios, los pasajes del bus y la comida. Lo que se me dificulta para ahorrar.

Me muerdo el labio inferior, contando las monedas que me quedan. Si pago un taxi ahora, no tendré para el autobús el resto de la semana.

Suelto un suspiro y vuelvo a guardar el dinero en mi mochila, supongo que tendré que tomar el camino más corto para poder llegar.

Aventurarme por las calles desconocidas me causa un poco de terror, pero todo sea por llegar al instituto.

Tomo una reparación profunda y sujetándome fuertemente de las correas de mi mochila comienzo a caminar por las solitarias calles.

Mientras camino mirando en todas las direcciones, recuerdos de mi padre y yo comienzan a llegar a mi mente.

- ¡Mira Papi, es un perrito!- grité emocionada, señalando un pequeño cachorro.

-Si hija, es muy bonito- sonrió y se arrodilló hasta quedar a mi altura.

- ¿Lo podemos llevar a casa?- pregunté haciendo puchero.

Él me miró con una sonrisa triste para luego tomarme en brazos y empezar a caminar. Lo que ocasionó que me distrajera del pequeño animal.

-No podemos llevarlo hija, dónde vivimos no permiten las mascotas.

-Pero se quedará solo y triste- hice un puchero sintiendo mis ojos aguarse-. Eso es injusto.

-Kaia, a veces la vida puede ser muy injusta con nosotros. Y las cosas no siempre saldrán como lo planeamos- me explicó-. Y por más que la vida se complique, tu siempre lucharas para salir adelante. ¿Me lo prometes?

-Está bien- respondí triste.

Salgo de mis pensamientos cuándo empiezo a sentir una energía pesada justo al inicio de un callejón.

No muy segura camino hacia el ya que era lo último por atravesar y llegaría al instituto. Siento como si alguien me estuviera persiguiendo y por inercia miro detrás de mí.

Mi Ángel Y DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora