Impuro

9 0 0
                                    

Los días calurosos estaban atenuandose, eran los días finales del mes de agosto. Las nubes y el viento acompañaban el eterno paisaje veraniego y un poco desértico. En una de las casas que adornaban los suburbios se encontraba Hiroshi, un chico tranquilo y callado. Era pequeño de estatura, con un comportamiento tierno a pesar de ya ser un adulto, aun conservaba un aire de inocencia y bondad. Con piel amarillenta, ojos almendrados oscuros y cabello negro, una apariencia simple pero linda. Una apariencia poco común para el lugar donde habitaba. En el norte de México, donde por su aspecto, por su origen, había sido la causa de incontables situaciones desagradables a causa de la discriminación.

Para bien o para mal, siempre había resaltado en la escuela. "Chino capuchino" seguido de risas que lo incomodaron, fue la primera frase que le dijeron al entrar a preescolar, un pequeño Hiro que sólo se limitó a observar el piso, triste y avergonzado. Incontables ocasiones en las que el "no podía jugar" por "tener la piel diferente" o los ojos "diferentes"...
Nisiquiera sus creencias eran iguales, pues Hiroshi jamás había sido "bautizado". A veces no tenía ni la más mínima idea sobre las costumbres que lo rodeaban.
Era un estudiante brillante, con buenas calificaciones. Al entrar a primaria como era de esperarse, fue el mejor estudiante, aún así por su aspecto sufrió muchas limitaciones, pues no era un "digno" representante de la escuela, no era como alguien de esa tierra "debía" verse o actuar. Al seguir en secundaria Hiro seguía siendo introvertido, ordenado y callado. Hiroshi no era lo que ellos buscaban, ellos querían a alguien blanco o moreno, extrovertido, alguien que supiera bailar, reir y tener el "carisma" que claramente le dijeron a Hiro que él no tenía. Durante la preparatoria consiguió entrar a una de las mejores, pues ya dominaba algunos idiomas. Una vez más no volvió a salvarse de los señalamientos de la sociedad.

-¿Eres coreano? - le preguntaron unos compañeros seguido de risas burlonas
Hiro se mostró incómodo, pues jamás supo el verdadero origen de su familia . Decidió ignorarlos.

-Tal vez no conteste porque no sabe hablar español - los chicos seguían burlándose.

Hiro se retiraba y los ignoraba. Finalmente para almorzar solo en algún escalón o rincón, pues a pesar de ser un chico muy tranquilo no tenía amigos.

Cuando por fin pudo entrar a la universidad, esa cruz seguía persiguiendolo. A veces era buscado activamente por personas que lo sexualizaban o lo veían como un mero objeto, eso era cuando tenía "suerte". Otras veces era buscado para ser humillado o violentado. Desde miradas incómodas, insultos, e incluso golpes. Para este punto Hiro había aprendido a vivir con todo esto. Hiro pasaba por cosas que ningun compañero o amigo suyo había pasado por esas razones en su propio país.

Aquel 23 de agosto por la mañana se encontraba descansando de la escuela, comiendo su cereal favorito y viendo caricaturas en la televisión. A pesar de llevar una vida muy triste, el chico se encontraba tranquilo, siempre lo había sido, guardando sus penas en el eterno silencio que lo acompañaba.

Después de desayunar se dispuso a trabajar en uno de sus proyectos escolares. Solo faltaban días para las vacaciones, o quizás para él, horas. Las horas pasaron y la tarde llegó, y cuando finalmente envió su proyecto por correo al profesor sintió un gran alivio, como si se hubiese quitado una carga de encima. Le estresaba estudiar esas cosas, pues él siempre quiso tomar el camino del arte. Le apasionaba la fotografía y la pintura. Tenía algunos cuadros y cientos de fotos sobre plantas, insectos o el cielo.

Se encontraba solo en su casa, sus padres no habían regresado en todo el día ya que se encontraban de vacaciones. La relación con su familia jamás iba bien. Constantemente había conflictos. Rara vez lo escuchaban o le ponían atención. Se encontraba totalmente solo... Pensando que sería bonito tener algo de compañía, cuando de pronto un fuerte viento sacudió todo y derramó un jarrón de vidrio que se encontraba en la sala. El chico rápidamente cerró la ventana y se dispuso a limpiar el desorden que el jarrón había causado. Dentro de él había flores, ya marchitas. Las observó con algo de melancolía, sonrió y las tomó entre sus manos. Quería salir un poco a ver el paisaje, quizás a tomar alguna foto o conseguir inspirarse en el paisaje para pintar un nuevo cuadro. El chico volvió a su cuarto y se recostó en su cama mirando hacia el techo, tratando de asimilar que por fin se encontraba libre de toda tarea. Quería despejar su mente de todo el trabajo que realizó, así que optó por tomar un baño para antes de salir . Se quitó la ropa y se vió frente al espejo. Vió su cuerpo desnudo y su rostro, sus ojos, su cabello, su cara, su baja estatura... A veces quería cambiar algunas cosas y ser como los demás, se preguntaba que se sentiría amarse a si mismo, o por lo menos aceptar su realidad. Los medios de televisión y la sociedad le imponían algunas cosas, como diciéndole que todos y cada uno de sus rasgos y comportamientos estaban mal. Entró a la regadera y decidió olvidar por un momento todo eso que lo perseguía, centrándose en las nuevas fotos que tomaría. Salió del baño para vestirse y emprender su pequeño paseo.

En la calle veía algunos árboles, el concreto irregular, las casas, el cielo ligeramente nublado mientras el viento soplaba un poco fuerte. Había estado trabajando tanto en sus proyectos escolares, que se había perdido de todo el paisaje que adornaba el lugar. Los últimos días del verano estaban presentes y algunas higueras ya habían madurado. Las flores de las higueras suelen ser blancas y pequeñas. Sin embargo los higos esconden muerte dentro de ellos. Recordó todo esto, cuando leyó hace tiempo en uno de sus libros...

"Cuando las avispas completan su desarrollo, nacen los machos y rasgan las flores y se arrastran para buscar a las hembras y copular con ellas. Los machos , rasgan las paredes del higo para que las hembras puedan salir. Para su desgracia, ellos no están destinados a salir del higo, una vez que se han reproducido y que han excavado los túneles, los machos morirán. Es por esta razón que nacen sin alas; no las necesitan porque nunca abandonan el higo."

Miró algunos árboles de naranja y algunos otros distintos, pero ninguno lo impactaba tanto como los higos.

" Para poder entrar al higo, el cual es demasiado estrecho, las avispas hembra pierden todo. Sus alas, sus antenas... Pierden parte de lo que fueron alguna vez sólo para poder reproducirse".

Seguía con esos pensamientos en su cabeza, mientras caminaba en la calle por unos locales y negocios.

Al pasar por un restaurante escuchó un hombre hablando sobre "el día en que el diablo anda suelto en la ciudad". Se detuvo un momento afuera a escuchar aquella vieja televisión colgada a lo alto de una pared, mientras el aroma a grasa y carne llegaba hacia él. Escuchaba de manera discreta mientras los comensales discutían o probaban sus platillos con indiferencia.

-Cuentan que a partir de las 11:00 de la noche del 23 de agosto el Diablo se suelta y la seña es que se viene una fuerte lluvia con rayos y aire. Además, el "maléfico" se pasea con apariencia de un hombre amable y se dispone a conquistar mujeres para desaparecerlas.

Se separó de aquel lugar temiendo que lo fuesen a correr, luego se puso a pensar en lo que había dicho aquel hombre de la televisión. Si de algo estaba seguro era que su vida ya tenía algo de infiernal. Continuó caminando y recordando algunas cosas, fotografió algunos árboles, insectos y flores. Hasta que llegó el anochecer...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 19, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Zona del Silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora