💞Imaushi Wakasa💞 - Mi último amor

Repelente Imaushi

¡¡Hola!! Como sabrán esto originalmente iba a ser un one-shot, pero ya saben lo que pasa con lo personajes... se ponen a hablar y no puedo callarlos jajaja. En fin, a lo mucho pensaba hacer esto una trilogía dependiendo de su éxito.
Es un género mucho más tranquilo que "Acero Blanco" otra de mis obras que es mucho más dramática y policial. Siendo comedia romántica, quiero que os relajéis y vengáis dispuestas a reíros. 
Exploro a Wakasa poco después de que Brahman sea fundada ¿OoC? probablemente porque no tengo todas las herramientas para hacer un buen estudio de personaje canónico como Bonten o los Haitani en mi otro contenido.
En fin, ojalá lo disfruiteis.

Algunas notas:
obaasan - abuela
obasan - tía
ojochan - señorita
ojisan - tío

baka - idiota

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El que una mujer cumpliera veinticinco años no quería decir que estuviera obligada a retirarse. Sobre todo cuando tenías tras de ti dos décadas repletas de amor. El hecho de quedar por ahora soltera no te impidió sentir numerosas pasiones, con sus fases completas de "me gusta", "me complementa" y "ya no quiero verte". Ninguna podía tener un baúl amoroso tan repleto como el tuyo.

Era este un baúl auténtico, de aquellos claveteados y horribles con aplicaciones rojas sobe raída pintura negra que encontraste en la subasta escondida de un okiya; según oyeras, había pertenecido a una pobre maiko que nunca llegó a ser geisha; la pobrecilla hiciera voto de no salir del okiya más que de la mano de un danna o a espaldas de los empleados de la funeraria... implementando así, este último sistema de salida.

Desde temprana edad comenzaste a guardar en él tus cartas de amor, y aunque por su capacidad fuese de tres metros cúbicos, quedó lleno hasta los topes. Los sellos, de diversas regiones en el país, hubieran hecho la felicidad de un filactélico. Viajaste mucho, contemplaste muchas cosas y amaste honestamente en muchos idiomas.

Al cumplir veinticinco no pudiste sentirte pesimista ante el espejo, que devolvía la imagen de una esbelta mujer de bello rostro ovalado y grandes ojos tristes; generalmente no estaban tristes pero la reciente enfermedad que te produjo el último trastorno sentimental había dejado su huella.

"Sigues siendo endemoniadamente atractiva, Tsubaki querida"- te animaste a ti misma. "Continúas siendo inmodesta y elegante. Las hadas te colmaron al nacer"

No eras en efecto, ni inmodesta o mucho menos pesimista. El espejo decía que no estaba todo perdido, aunque tras el último desengaño sufrido fuese irrevocable tu decisión de renunciar al amor. En adelante considerarías a los hombres como material inutilizable y te crearías una nueva existencia con distintos horizontes. Pensabas trabajar en algo e irías a visitar algún centro beneficiario cercano para que los funcionarios contasen contigo para todas las buenas obras. Así se lo habías prometido solemnemente a tus sobrinos.

Tenías doce sobrinos que te adoraban, lo cual era lógico. Habías sido y continuabas siéndolo, la Tía Maravillosa por excelencia. Junto a ellos sudaste doce sarampiones, tomaste centenares de purgas para dar ejemplo, te disfrazaste como un payaso para divertirlos, resolviste problemas de álgebra con la secreta ayuda del mejor promedio de tu clase en secundaria, ferviente admirador tuyo. Lloraste junto a tus sobrinas cuando les rechazaban los chocolates de San Valentín. Bailaste con tus sobrinos cuando, agobiados por el acné puberto, se morían de complejos. Escribiste y representaste numerosas funciones de teatro, para satisfacer las inagotables ansias de obras que aquejaban a todos los colegios -además del tuyo-. Cumpliste en fin, a consciencia tus sagrados deberes de tía.

Tus sobrinos ya estaban todos en la escuela media y a algunos solo les superabas por algunos años; bien colocados en universidades de prestigio o en su defecto, trabajos honestos. Conservaban un tenaz cariño a su tía, y así como tú te habías interesado en sus problemas, a su vez compartieron ellos las azarosas dichas o penas en tus historias amorosas.