Dependencia emocional.
Veo como el hilo se estira, se tensa, se aleja de mí.
Y en vez de sujetarlo para que no se rompa, lo observo quebrajarse. No soy tan valiente para impedirlo ni tan cobarde para soltarlo.
Dependo de ese hilo.
Pero tenerlo amarrado en las manos me duele.
Y no tenerlo me dolería más.
Conozco a ese hilo de revés y derecho, pero él no me conoce a mí. Sólo me describe como la mano al que está sujeto.
Ahora que hirió mis muñecas, quemó la piel sobre la que estaba y desgastó mis músculos...se va.
Se marcha para que otra mano lo sujete con más fuerza.
Sin embargo, me deja aquí. Sola.
Con una mano herida, sin posibilidades de volver a sostener a otro hilo nuevo.
Aún así no es tan triste, ella dejó su marca sobre mí muñeca. Tanto tiempo que estuvo en mí carne, se tatuó su medida a la perfección.
Cuando vuelva (porque lo hará) no tendrá que hacer ningún esfuerzo, ya dejó la marca en donde estaba, sólo tiene que acomodarse a la piel herida y todo estará bien.
El hilo llegará dañado. Quizás no tanto como ya lo está la mano.
Pero no se debe olvidar nunca, que el hilo nunca podrá soportar tanto como una mano.
Que no podrá ser tan fuerte como ella.
Y si es que alguna vez ese hilo se corta, la misma mano que ella dejó, la va a reparar.