VI

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Odio el tema "citas".

Me pongo nerviosa y literalmente arruino todo. Lo que no se puede arruinar simplemente lo omito y la cursilería en general... Sinceramente no sé si me gusta o no me gusta, solo sé que sale mal si me involucra. Mal nivel ataque de pánico.

En fin, comencemos.


Asfixia


El sol estaba especialmente sofocante ese día, principalmente porque ya no había verdadera motivación de su parte en atravesar el desierto, más allá de simplemente tener que regresar a casa con las manos vacías.

–¿Podré visitar a tu madre pronto?

–Solo si me prometes no ponerte a llorar después –bromeó, pero esta vez la capitana si logró hacerla tambalear luego de un movimiento brusco intencional con la moto, ya que se había acostumbrado al ritmo lento que llevaba hasta ese momento. –Ey –llamó su atención luego de otro rato de silencio– dentro de poco partiré a Noxus. Si quieres, puedes pasar ese tiempo donde mis padres.

–Relájate –respondió un poco molesta– no pienso colaborar con Noxus si eso es lo que te preocupa. Tengo cosas que hacer aquí.

–¿Ah sí? –acarició suavemente su espalda, sin pensarlo demasiado. El impulso llegaba hasta abrazarse a ella, pero decidió detenerlo a medio camino– te estaba hablando en serio, esta vez... Respecto a quedarte con mis padres.

–¿De verdad? –preguntó con alegría repentina.

–Oh, ¿logré contentarte? –Samira, al escuchar el sonido de su propia voz, se preguntó si su cara reflejaba la misma bobería, era como si un mago la hubiese hechizado o algo así.

–¡Tengo planes maravillosos! –aceleraba el vehículo a la par de cómo se iba sintiendo– pero necesitaré algo de tiempo para darme a conocer por aquí –rió confiada, contagiando a la morena, aunque esta no supiera bien a lo que se refería– ¿recuerdas aquel hombre que?... Umh... –Sus ojos se cerraron de golpe, en respuesta a la oleada de calor que le invadió el cuerpo desde su vientre– No hagas eso –intentó exigir, pero su voz sonó entrecortada, lo que envió el mensaje contrario a la morena, quien al sentir mayor seguridad en lo que hacía profundizó un poco más las caricias, pegando más su cuerpo al de ella.

–Eres muy sensible –susurró en su oído, haciéndola escarmentar. La mujer luchó por mantener la estabilidad del vehículo, sintiéndose estúpida porque definitivamente aquello que decía Samira no era cierto. Sonrió, burlándose así de sí misma al hacerse consciente de ese detalle.

Se sentía débil. A pesar que desde el principio del viaje había sido ella misma quien buscaba mayor contacto, incluso desde que la conoció buscaba acercarse a ella descaradamente lo más que pudiera, entonces, ¿Qué le pasaba a su cuerpo ahora? ¿por qué reaccionaba de esa forma? –Sam, no aguanto más...

–¿Ehh, está todo bien? –Samira se puso un poco nerviosa, la voz de la capitana apenas había salido de su garganta en un hilo tenue. Se despegó un poco de ella, alerta.

–¡Hace un maldito calor insoportable! –Detuvo repentinamente la moto en medio de la nada, girándose para buscar con desesperación algo a la espalda de la morena, a quien, ante la privación del pequeño alivio que le otorgaba el viento, el aire empezaba a faltarle.

–¡Estamos en un desierto, estúpida!

Sarah tardó un poco más en encontrar lo que buscaba, debido a la torpeza y el frenetismo. Destapó la botella de agua y se la empinó derramando parte de su contenido sobre ambas, ya que, a pesar del calor, se mantuvo prácticamente subida al cuerpo de la otra –¡Has que pare, me estoy asando! –respiraba con dificultad, como si estuviera a punto de tener un paro respiratorio.

Un buen condimentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora