4. El Halcón Debe Adaptarse

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El pequeño Lyon que apenas había conseguido su nombre ya no se sentía feliz, no podía entender cómo todo había pasado de una vida tranquila con sus padres, al sonido de una vieja carreta cubierta por metal que avanzaba hacia lo que era su nuevo "hogar".

Habían varias familias y sobre todo menores que eran usados para pagar lo que hacía falta, este movía su cabeza a todos lados buscando algo conocido, pero ya estaba tan lejos que hasta el sonido de las hojas al caer era distinto, era aterrador, todo era nuevo.

Las personas que le acompañaban en la carreta lloraban con desesperación, el chico solo lagrimeaba en silencio, sabía que no había nadie que pudiera ayudarle por lo que solo quería mantenerse en calma, al llegar la noche todos se callaron al quedar dormidos, pues el llanto era lo que les había cansado.

No tardaron mucho en llegar al lugar, la casa de esclavos, un lugar enorme, cubierto de metal, todo era hecho para que los esclavos no escaparan, mientras que el recaudador de impuestos bajaba el chico se acercó al borde de la carreta para alejarse de la puerta, como bien la mayoría hicieron, pero tres adultos tenían una idea distinta.

Hubieron gritos y una fuerte desesperación en el aire, pero pronto el chico sintió tres llamas apagarse, mientras un fuerte olor nuevo llegaba a su nariz, un olor metálico, de sangre, está inundaba su nariz y hacían que sus bellos se erizaran hasta que estuvieran de puntas.

-Bajen, no me hagan bajarlos yo- Dijo el hombre con una voz amenazante y casi al instante el chico se levantó.

Este sabía bien una cosa y era hacer caso a los demás, no podría hacer nada para defenderse así que lo mejor era hacer caso si quería evitar ser lastimado, sus pies tocaron la tierra húmeda, pero el chico notó al instante que no era agua, era muy espesa y estaba caliente, no quiso preguntar por miedo por lo que tragó en seco temblando para acercarse al hombre.

-Veo que sabes comportarte chico, sin duda puedes ser un buen producto- Dijo mientras pasaba la cadena por el collar.

Empezaron a colocarle collares a los que aún no tenían para luego hacer que todos vayan por solo una cadena, como prisioneros fueron llevados al patio donde fueron desnudados en busca de cosas que "bajaron los precios". Tras eso separaron a las mujeres para revisiones "extra".

-¿Este no tiene pupilas?- Dijo uno de los lacayos confundido mientras revisaba al chico de cabello plateado.

-No señor, soy ciego, y si tengo, solo son blancas- Dijo el chico manteniendo todo el respeto posible.

El hombre le miraba con seriedad pero solo suspiró enviándolo con los demás, aunque algo confundido por cómo caminaba. Un fuerte golpe en la espalda del muchacho lo envió al suelo.

-Camina bien, nos vas a costar más si piensan que estás herido- dijo el hombre con un grito al chico obligándolo a ponerse de pie para luego que este se esforzara en caminar.

Una vez pasó todo eso, fueron llevados dentro se les colocaron en jaulas individuales en las cuales las personas solo podrían estar en posición fetal.

El pequeño colocaba su cabeza hacia un lado, con la oreja hacia fuera para poder escuchar mejor lo que sucedía, mientras las personas normales miraban hacu al frente este miraba para un lado, a lo que muchos les confundía.

Dos días después

Era el primer día de compra, no habían muchas esperanzas, hasta ahora eran alimentados con un pedazo de pan sucio o expirado y un poco de agua, suficiente para sobrevivir, pero no para vivir de manera digna.

Había escuchado a los guardias hablar antes, por lo que entendía mejor, los compradores entraban, miraban todo, y así decidían a quien comprar, podían hacer todas las preguntas que querían y el esclavo era obligado a responder y tomar acción.

Entonces los potenciales compradores empezaron a entrar, un fuerte olor a glamour y perfume caro inundó la habitación que antes olía a tierra, pero que no confunda la idea de que por ser perfume caro olía bien. Era demasiado solo para una persona.

El primer comprador pasó, un adulto de cabello marrón, una barriga que podía pesar varias personas ya de por sí y mostraba que no le faltaba dinero para la comida, así que comprarse un esclavo no era algo difícil.

-¿Cuáles son sus nuevos productos?-Dijo el comprador, era una voz pestilente, preferible hablar con un cerdo, pero el chico solo se mantuvo al margen mientras era sacado de la jaula y colocado de pie contra la pared de ladrillos.

El hombre empezó a pasar por cada mujer ignorando a los hombres. Muchas estaban en silencio pero el olor a agua salada que brotaba de los ojos de estas era muy notorio.

Se llevaron a una de las mujeres, no tenía marido, este era uno de los tres que quiso ser el héroe el primer día, pero los heroes no existen en un mundo así, si lo hicieran ¿permitirían algo así?

El chico se quedó en silencio mientras entraban otros dos compradores.

Una mujer en vestiduras elegantes entró, por el sonido de la fricción se podía saber que era seda, una tela que el muchacho no había escuchado mucho en su pequeño pueblo, pero que parecía que iba a volverse normal en su nuevo entorno.

La mujer estaba junto a su marido, la fricción del metal en su armadura hacía notar que era un caballero, probablemente de alto rango si era capaz de comprarle ropa cara a su mujer y aún más un esclavo.

-Alguien fuerte y obediente que pueda hacer trabajos pesados- Dijo la mujer observando al vendedor.

-Castrado- Añadió el marido, no era una práctica poco común castrar a los esclavos como burla, castigo o evitar otros temas.

Entonces empezaron a mostrar a los hombres más grandes del lugar, pero al que eligieron aún no estaba listo, los guardias lo sujetaron con fuerza llevándolo a otra habitación donde un fuerte gritó se escuchó, para luego la risa del vendedor y sus compradores.

Eso era aterrador, pero el chico solo se mantenía en silencio. No quería decir nada.

Empezaban a pasar los días y los meses, si venía alguien a verlo lo rechazaban al ver los ojos del joven, ¿de que sirve un esclavo ciego?

El chico solo se mantenía en silencio mientras el cartel sobre su cabeza cada vez mostraba menos dinero. Entonces un día sintió el olor de las bayas rojas, habían marcado con rojo su cartel lo que quería decir que era la oferta final.

Si llegaba a un número muy bajo, el esclavo no valía la pena de ser mantenido, por lo que era "desechado" a lo que solo causaba más terror al chico.

Entonces, casi el último día se escuchó la puerta abrirse con una figura extraña que entraba por esta.

El Ojo Ciego Del Halcón [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora