Capítulo 8.

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Sarang

        Me sobresalté un poco al encontrarme con el chico blanco, de facciones marcadas y puntiagudas y flequillo que le cubría la mitad del ojo, cabello color negro como el carbón. Ya no tenía los lentes en forma de cruz, se los habían quitado hace mucho. Me pregunté por qué los solía tener. Me miró con una expresión tan seria, que creí que me preguntaría casi a los gritos la razón por la que invadía su espacio personal o algo por el estilo. Me pregunté como sonaba su voz, y me sonrojé un poco. Esperaba que no lo note.

        -Necesito....cambiarte las vendas.-dije en un susurro.

        Se corrió de la puerta, dándome paso, y una vez que entré, cerró y se sentó en la cama. Me tendió el brazo. Sus lastimaduras parecían un juego de niños comparado con lo que tenía el resto. Es cierto que solía tener vidrios clavados en ese brazo, pero por dios, uno de ellos tenía un agujero en el brazo. Además de eso, tenía un pequeño tajo en su mejilla, que parecía ridículo e irónico.

        En silencio, descubrí su brazo, limpié los pequeños agujeritos y le puse otra tela limpia. Le dejé el té en la mesa de luz y le dí una hoja con un fibrón naranja.

        -Por favor, necesitaría saber tu nombre. Sería de gran ayuda para poder convivir bien.

        Escribió algo sin ganas y dejó la hoja a su lado. La tomé e hice un gran esfuerzo por entender lo que decía, pero no lograba entender su caligrafía. Me pregunté hace cuánto tiempo ellos no escribían. Por fin, me rendí.

        -Lo siento, no entiendo lo que dice.

        Hubo un largo silencio. No pretendía que me respondiera, no entendía por qué le había dicho eso. Supuse que no sabría su nombre, y que tendría que preguntarle a alguno de los otros chicos, esperando que lo reescribieran de una manera un poco mas legible. Tal vez volvería con Hyuk. Su compañía me agradaba dentro de todo, y tenía una letra entendible.

        Me dí vuelta y caminé a la puerta. En el momento que tome el picaporte e iba a abrirlo, sentí su mano deslizarse por mi brazo con lentitud y dulzura y se me erizó la piel. Sentí que estaba cerca de mí cuando sentí su aliento caliente en mi oído y susurró.

        -Hongbin.

        Soltó mi brazo a la misma velocidad que lo había colocado, caminó a la cama y se acostó. Salí rápidamente, cerré la puerta y me apoyé en ella, procesando en mi cerebro todo lo que acababa de suceder. No solo me había hablado, si no que había establecido alguna clase de contacto físico conmigo. Y por alguna razón, eso me hacía empaparme en sudor.

        Me había puesto nerviosa. ¿Por qué razón?

        Bueno sí. Con mis 22 años no me importa nada más que mi carrera y mi trabajo y jamás había tenido el tiempo suficiente como para ponerme a prestarle atención a algun chico, o salir en citas. Aunque algunas veces Adam había intentado presentarme amigos siempre me habían parecido, geeks, raros, aburridos, o que simplemente necesitaban una buena revolcada que yo no les daría. 

        Sacudí mi cabeza. No podía desarrollar sentimientos por gente con la que tendré que convivir por Dios sabe cuánto tiempo. Tenía que evitarlo. Además, simplemente había sentido algo extraño por lo recien sucedido, no es como si fuese a pensar que nos vamos a casar y tener hijos solo por eso, pero ¡demonios! Hace mucho no sentía cosas así. 

        Anoté todo en el cuaderno y tomé una buena bocanada de aire antes de ir al cuarto del siguiente chico. Dejaría a lo que parecía ser el líder para el final. Toqué y entré. Encontré al chico que estaba tras la reja acostado en posición contraria a la que uno normalmente usa para dormir y mirando el techo, con los pies apoyados en el piso. ¿Qué le sucedería?

        Me miró. Creí que sus ojos se encenderían con fuego. Se paró de golpe y me asusté. El chico me llevaba como una cabeza. Sus hombros eran grandes y sus brazos largos. Sus ojos oscuros y penetrantes me miraban directo a los mios. Estaba asustada e intimidada. Las palabras no lograban salir de mi boca. 

        De golpe su mirada cambió. Ya no era intimidante. Había un brillo en ella que me transmitía una pequeña parte de el dolor que estaba sintiendo en este momento. Se arqueó casi a noventa grados y apoyó su frente en mi hombro, dejando colgar sus brazos a ambos lados de su cuerpo. Posiblemente debido a que habían sido atravesados por argollas hace no mucho.

        Rodeé su cuerpo con mis brazos, intentando confortarlo un poco, hacerle sentir que estaba aquí para él y que el objetivo de todo este caso era ayudarlos. Aunque iba mas allá del caso. Lo ayudé a sentarse.

        -Primero déjame limpiarte las heridas y cambiarte las vendas, ¿si?

        No esperé por una respuesta, simplemente lo hice, con sumo cuidado. Quería que sepa que estaba en buenas manos. Cuando por fin terminé, con mis dedos corrí un poco del cabello que cubría sus ojos, y le dí una sonrisa dulce.

        -¿Me anotarías como te llamas?

        Le dí una fibra y anoto bien grande y en azul "Leo".

        -Es un bonito nombre, Leo.

        Le dejé un té en la mesa de luz, le dí una pequeña caricia en el cabello y me fui del cuarto, deteniendome antes de cerrar la puerta tras de mi para mirarlo. Simplemente me miraba, sin ninguna expresión en su cara. Pero no estaba serio o enojado. Simplemente no había expresion. Moví la mano en señal de despedida y me fuí del cuarto.

        


Everything will come true [Vixx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora