JUAN
Sé que las cosas no han estado muy bien, pero estoy seguro de que esto la va a poner feliz. Este perfume le encanta.
Pensé en hablarle, pero la puerta está abierta. Creo que le daré la sorpresa...
¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué chingados es eso?! ¿Es un... cadáver? Ah, ya, tal vez decidió jugarme una broma porque sabía que vendría. A veces tiene un sentido del humor muy macabro. Cálmate, Juan, debe ser utilería...
Pero se ve muy real, demasiado real. Hay algo clavado en su pecho...
«Sigues tú».
¡¿Qué es esto?!
Dejó las cosas a un lado, en una silla para asegurarme.
-¿Davina?
Miro su brazo y a pesar de que deseaba con toda el alma que fuera utilería, no era así. No pude contener más las lágrimas.
-¡¡¡¿Qué te hicieron, Davina?!!! ¡¡¡¿Quién te hizo esto?!!!
Salgo corriendo de ahí, olvidando todo lo que traía en las manos cuando entré y qué, seguramente, me cause problemas después.
-¡Juanito! ¿Qué haces aquí tan temprano?
-¡Llamé a la policía, Fanny! ¡Davina! ¡Davina está muerta! ¡Davina está muerta ahí adentro!
Quise seguir corriendo, pero las arcadas me dominaron y acabé vomitando en el piso del pasillo.
FANNY
Así que ya la encontró... Pobre Juanito. Yo la vi hace rato, cuando la trajeron, pero cinco mil dólares son muy buenos para perder la memoria. Al fin esa perra está donde tiene que estar. Eso pasa cuando te metes con quienes no debes, querida.
Esto va a ser un escandalazo. ¡Qué asco! Maldita sea Juan, por qué no pudiste esperar a guacarear afuera.
NICOLÁS
Berenstain está llamando. Ya deben haber encontrado a la zorrita muerta.
-Dime...
-Señor, encontraron a Davina Gascón muerta en su camerino.
-Encárgate, Julián.
-Claro. Solo quería avisarle. Tal vez tengamos que cerrar mientras estén investigando.
-Qué hagan lo que tengan que hacer.
-Sí, señor.
-Julián...
-¿Sí?
-¿Quién encontró el cadáver?
-Juan Pérez, señor.
-Vaya, debió ser un evento muy traumático.
-Sin duda, señor, creo que sigue llorando y vomitando.
No pude evitar reír un poco por la satisfacción del trabajo bien hecho.
-Pobre Pérez. Gracias, Julián, hasta luego.
Mensaje enviado, mensaje recibido.
JOÉL TREJO
Cuando llegamos, el área estaba acordonada ya y los forenses analizaban el lugar.
Yo solo la vi de lejos, Huerta fue la que se acercó. No le simpatizo mucho, cree que porque mi tío me metió a la corporación, no soy un policía digno. Solo por esta vez, la dejaré actuar. Yo ni quería estar en homicidios, yo lo que quiero es estar en narcóticos. Pero estoy dentro y ya veremos después si me trasladan.
Vaya, qué buen caso. No creí que en esa ciudad tan pinche pasarán estas cosas tan turbias. Huertita llama y yo obedezco.
-¿Qué ves? -pregunta Gloria con un tonito de maestra en examen oral y me da unos guantes qué me pongo de inmediato.
¿Aparte de una morra sin ojos y sin media cara? Pienso, pero muy profesionalmente digo:
-Veo odio, mucho odio, envidia... Venganza tal vez. Hasta su vestidito de bolsas de basura le hicieron. Ah, y no la mataron aquí.
-¿Cómo sabes?
-No hay sangre. La mataron en otro lugar y la trajeron aquí.
Observo el cadáver más detenidamente. Le arrancaron la parte inferior de la mandíbula, le sacaron los ojos, pero se notan las cuchilladas en la cara. Tres al menos.
-Querían castigarla, humillarla. Era muy bonita, alguien seguro la envidiaba, una mujer tal vez. Se ensañaron mucho con su cara. ¿Quién la encontró?
-Está allá afuera.
-Pues vamos -sonrió. Huerta sonrió. Parece que pasé el examen.
-Buenos días -saludó cuando nos acercamos al testigo. Un tipo alto, rubio y con cara de asustado.
-Nos dijeron que usted fue el primero en encontrar el cuerpo.
-Sí. ¡Pero no es un «cuerpo», se llama Davina, Davina Gascón!
-Claro, lo siento ¿Cuál es su nombre? El suyo...
-Juan José Pérez Sandoval. ¡Yo no fui, yo la amaba!
-Nadie ha dicho eso -responde Huerta.
El resto fue solo llanto y mocos. Ya no pudo decir nada más. Se veía muy perturbado. Tuvimos que dejar el interrogatorio para más tarde.
NICOLÁS
No pude estar tranquilo después de salir de con Eleodoro. Estoy tan furioso y resentido, que temí que pasará de nuevo lo de hace veinte años. Llego a la casa, pero inmediatamente vuelvo a salir. No he dormido nada, pero estoy tan alterado, que no siento la necesidad tampoco.
Debo dejar esta porquería. No quiero que me encierren otra vez. Necesito dejar atrás esa pesadilla. No quiero hacerle daño, a él no. Tampoco quería hacérselo a Javier, pero ya no puedo hacer nada.
Está amaneciendo.
¡Tengo que estar con él, tengo qué verlo! ¡Dios, lo amo tanto! ¡Haz qué me ame! ¡Haz qué me perdone!
Estaciono el coche atrás del suyo y subo de prisa para tocar la puerta.
-Ele... Ele ábreme por favor... No me dejes solo, te necesito.
Tal vez había conseguido dormir y yo estaba a punto de despertarlo. Arrepentido por la intromisión, me dispongo a marcharme, pero la cortina estaba abierta y vi cómo Allan caminaba de un lado para otro, pintando sus huellas con algo que parecía ser sangre. El pobre gato maullaba desesperado y entonces supe que algo no estaba bien.
Ele me dio una copia de sus llaves, por si algo se ofrecía, no tirara la puerta a patadas como la otra vez. Por fortuna lo recordé y abrí para encontrarlo como lo había dejado, solo con la bata puesta, pero tirado en el piso con una de las muñecas abierta.
Aún respira y en medio de un ataque de pánico, yo mismo lo llevo a un hospital.
Dijeron que si no lo hubiera hecho, si hubiera esperado más tiempo, él no hubiera sobrevivido.
Ahora está bien, se va a poner bien. Duerme profundamente mientras yo acarició su hermoso cabello castaño. No maldita Davina, no te lo vas a llevar. Tuviste tu oportunidad y la desperdiciaste. Ahora es mi momento.
Beso sus labios, su nariz, las pequitas de su cara y hasta los párpados y me retiro. Volveré mi vida. No te dejaré nunca.
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ELE (Versión Extendida)
Romance(Ele, versión extendida). Un escritor inicia una relación clandestina con la esposa de su peor enemigo, mientras al mismo tiempo, descubre que siente algo más que una entrañable amistad por su amigo Nicolás. Lee este drama con toques finos de humor...