Capítulo 2

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Aquel gran señor que salvo mi vida ese día se llamaba Daniel, vino a rescatarme tan rápido como pudo al escuchar mis grandes gritos de desesperación, después de entrar a salvarme se horrorizo al ver como mi madre me golpeaba y más lo aterraba la idea de que mi madre me odiaba, me odiaba tanto que llego al punto de querer matarme.

El señor Daniel, actuó lo suficientemente rápido en contra de mi madre para quitarle mi custodia y meterla a la cárcel, cosa que logro en un parpadeo. La consiguió rápido ya que mi madre en ningún momento peleo por la custodia, mi madre peleaba por reducir su condena y trataba de no ser metida a la cárcel, pero no lo logro, entro a la cárcel sin más y mi custodia quedo a cargo del señor Daniel. Me mude con él y conocí a su esposa, la señora Sofí, quien tenía un carácter completamente dulce, se sentía cálido estar junto a ella y junto al señor Daniel.

También conocí a los hijos del señor Daniel, Hans y Caín, ellos en cuanto llegue me recibieron con los brazos abiertos, pero algo que me ponía celosa de ellos es que su padre daría su propia vida por ellos, eran su más grande orgullo, al igual que el señor Daniel, la señora Sofí los amaba con locura. Eso era algo que jamás había tenido con mi madre, ella nunca se sintió orgullosa de mis logros, ni por mucho que me esforzara, nada de lo que hacía la ponía contenta de la misma manera en que la señora Sofí se ponía con Hans y Caín.

Desde aquello que había sucedido todas las noches me preguntaba constantemente cual fue mi error, el porqué de que mi madre no me quisiera, constantes pesadillas me atacaban por la noche, no dormía correctamente gracias a eso. Hans se dio cuenta de esto y por las noches se metía a escondidas con su lámpara a mi habitación, me contaba historias, hacía figuras, intentaba todo lo que su creatividad le decía para hacerme reír y pudiera dormir tranquila, en varias ocasiones él se quedaba a dormir conmigo.

Con el paso del tiempo Hans y Caín se volvieron mis más grandes mejores amigos, también mis dos pilares para sostenerme, ellos hacían que tuviera la fuerza suficiente para seguir con mi vida y superara aquel gran obstáculo que llego a mi vida lamentablemente. En un suspiro ya me encontraba en la preparatoria, hice dos muy buenas amigas, todo iba bien, pero otro gran pensamiento inundaba mi cabeza de nuevo.

No quería llegar a ser una carga para Sofí y Daniel, por lo tanto busque un empleo, fue bastante fácil ya que mi amiga Rebeca buscaba una mesera para su cafetería. Era una hermosa, acogedora y tranquila cafetería, me agradaba demasiado trabajar ahí, hacía que pudiera escapar de mi propia mente, junte el suficiente dinero después de dos años, ahora tenía 18. Me propuse buscar un departamento por lo menos sencillo, varios estaban bien aunque quedaban muy lejos de mi preparatoria, hasta que encontré un gran departamento sencillo y que se encontraba cerca de mi preparatoria, así que de inmediato logre obtenerlo ya que era una estudiante.

Llego el día de mudarme, todo ya lo había colocado en cajas, estaba lista así que comencé a meter las cajas a la mudanza, Hans salió con una de ellas y la coloco dentro del camión - ¿Estas segura que quieres irte Jade? – Tomo mi mano para tratar convencerme – Si Hans, quiero independizarme y no llegar a ser una carga para tus padres. – Soltó mi mano y cruzo sus brazos algo disgustado – Sabes que mis padres jamás te han visto como una carga, eres como su hija. – Era cierto, pero no quería arriesgarme a convertirme en una futura carga, por eso decidí mudarme.

- Vamos Hans, no hagas que Jade se sienta más triste por irse. – Caín traía otra de mis cajas y la coloco dentro del camión también - ¡¿Cómo es posible que no te sientas triste de que nuestra pequeña hermana se va a mudar?! – Dijo algo molesto y me abrazo con mucha fuerza – Lo estoy Hans, pero tampoco puedo retenerla, madura.- Hans agacho la cabeza y me soltó algo triste.

- ¿Y si yo te pido que no te vayas? – Salió el señor Daniel con una mirada triste para después abrazarme – Lo siento señor Daniel, pero no puedo hacer caso esta vez je. – Correspondí su abrazo algo triste también, en ese momento Sofí salió con mi última caja y me la entrego, trato de aguantar sus lágrimas, pero no lo logro – Cuídate mucho mi pequeña Jade. – Deje la caja y abrace con mucha fuerza a la señora Sofí, como siempre sus brazo se sentían cálidos, seguros, aquello hizo que mis lágrimas salieran de inmediato.

Por última vez me despedí de mis personas favoritas y de mi gran familia, subí al carro sin más para dirigirme a mi nuevo hogar, llegamos rápido aunque el camino antes solía hacerse muy largo para mí. Baje y mire el edificio donde estaba mi apartamento, un nuevo comienzo - ¿Le ayudamos a subir sus cosas señorita? – Desperté de mis pensamientos y asentí con la cabeza, la mudanza había comenzado.

Todo ya estaba listo, solo faltaba una caja, pero decidí llevarla por mi cuenta, no sin antes despedirme del señor de la mudanza y pagarle por sus servicios, subí los escalones poco a poco, estaba de nuevo sumergida en mis pensamientos, hasta que choque accidentalmente con una persona – L-lo siento. – Mire a aquella persona que resultó ser un chico, un chico muy apuesto.

Pelo obscuro, ojos ligeramente claros, facciones finas y al parecer alto – No te preocupes, en otro caso, ¿estás bien tú? – Asentí con la cabeza algo apenada, mire mi caja y estaba abierta, todo se había caído. Comencé a recoger todo lo que se cayó y aquel chico me ayudo, termine de meter de nuevo todo a la caja – Muchas gracias de verdad. – Cargue mi caja de nuevo y me levante – No es nada nueva vecina, me tengo que ir, ya no choques con nadie más por favor. – Comenzó a reírse mientras caminaba, me sentía muy apenada y comencé a regañarme a mí misma por ser tan descuidada, no debería estar tan sumergida en mis pensamientos.

Y sin darme cuenta, ese día conocí a la personaque le daría un gran giro a mi vida.

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