Una vívida sorpresa

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Candy se encuentra de nuevo en un estado de emociones extremas. Las fechorías de Neil y Elisa fueron más lejos de lo habitual. La voluntad de provocar miseria e infortunio a una huérfana desprotegida detonaba ingenio en los aburguesados cerebros de los hermanos Leagan. El torturar cachorros y animales pequeños ya no les resultaba tan entretenido como humillar y violentar mentalmente a la pobre desgraciada Candy. Aquella niña fuerte y resiliente que a pesar de vivir tragedias tras desdichas se aferraba a la ilusión de encontrar a su príncipe de la colina, en él encontrará el final de sus problemas, en él encontrará el amor y la felicidad.

El cielo está naranja en el crepúsculo, Dorothy charlaba con Candy mientras se dirigían al establo de los caballos, pero una sensación de angustia emanaba del rostro tenso de Dorothy.

Candy abre la puerta del establo y prende una lámpara. Con la mano hace un ademán de invitación a Dorothy. Ella perdida en sus pensamientos se percata que se había mantenido quieta con la mirada extraviada en la entrada del establo. Rápidamente reacciona y pretendiendo estar tranquila entra apresuradamente y se sienta en la cama.

-¡Dorothy está preocupada!- cabiló Candy- su sonrisa simulada y su mandíbula, contrita y temblorosa hacen que me pregunte por lo que debe pasar.

-¿puedo confiar en tí, Candy?- Dorothy susurró con mucho esfuerzo.

Candy intuyendo las intenciones de su compañera le responde con una sonrisa - agradezco mucho tu confianza Dorothy. Sabes que en mi tienes una amiga y lo que necesites decir no lo diré a nadie. Comprendo que necesitas desahogarte sobre algún menester.

Candy se acerca comprensiva a Dorothy y se sienta a su lado.

Dorothy contiene su puchero y su rostro se torna rojo como si toda su esencia quisiera salir y ella lo contuviera con todas sus fuerzas. -!Ella ya lo sabe Candy! !ella ya lo sabe!- exclamó Dorothy en llanto.

-¿Quién sabe qué, Dorothy? ¿A qué te refieres?- preguntó Candy en voz baja dándole palmaditas a Dorothy instando a la calma. -amiga mía, puedes volcar todo lo que te aqueja conmigo.

La señora Leagan, Candy. Ella ya descubrió quién es mi madre y no le gustó.- Dijo Dorothy entre llanto y sollozos.

¿Qué tiene de malo tu madre? ¿Por qué te preocupa tanto?- Respondió Candy intrigada.

La buena noticia es que ya no te enviarán a tí a México, sino a mí. Podrás continuar con tu búsqueda del príncipe por el que preguntas- añadió Dorothy intentando desviar el curso de la conversación.

Si lo recuerdas Dorothy, yo me puedo adaptar a cualquier situación y seguir buscando la felicidad pero eso no es de lo que precisas contar ¿Qué problema podría tener la señora Leagan con la pobrecita de tu mamá?- Respondió Candy.

Esto no puede salir de nosotras- Dorothy aseveró seriamente -!¡Promételo con tu vida!

Candy hizo un movimiento amplio haciendo una escuadra con el brazo derecho como muestra de juramento.

mi madre trabajaba en una casona y un día el señor Leagan llegó ahí por motivo de algunos negocios en la región - comenzó Dorothy a referir- El señor, como tu lo notaste, es muy tenaz con las palabras, con un porte imponente y en aquel tiempo un joven buen mozo.

¿Me estás diciendo...? -comenzó Candy a formular una pregunta muy personal- ¿tu padre es...?

!¡Claro que no!- interrumpió abruptamente Dorothy- de ninguna manera. De ser así mi suerte sería muy distinta. ¡Vaya si tengo motivos para saberlo!

creo que hacen falta muchos detalles para que yo pueda comprender la situación- Candy prosiguió- pero si no quieres ahondar en más datos, yo lo respeto y te prometo de nuevo que no diré nada sobre el asunto.

¡Candy es que todo va más allá de una simple aventura!- interrumpió Dorothy.

Candy observó detenidamente el rostro grave de Dorothy. Sintió algo de familiaridad en el gesto. Un gesto tan distintivo que sólo había visto en alguien más. Cuando resolvió a aquella otra persona del mismo gesto, Candy negó con la cabeza y descartó la idea de inmediato.

Dorothy, no deseo imaginarme cosas erróneas ¿deseas contarme todo?- añadió Candy con mucha seriedad en sus ojos.

¡Mi madre tuvo un bebé del señor Leagan! - confesó Dorothy en un salto de valentía- cuando los tiempos se volvieron difíciles mi madre concluyó que la mejor opción para solventar los gastos de todos mis hermanos era que yo trabajase de sirvienta en la casa de una de las familias más poderosas. El señor Leagan le debe a mi madre su silencio, por eso con una simple carta fui aceptada para trabajar aquí.

!¡Qué sinvergüenza resultó ser el señor Leagan! Yo hasta lo llegué a admirar. Pero que dejando a uno de sus hijos desprotegidos y aún teniendo tanta fortuna, deja esa gran responsabilidad a una pobre mujer que ya tiene suficientes problemas- Expresó Candy con molestia.

No dejó a ese bebé- Dorothy volvió a interrumpir- lleva sangre Leagan, era impensable dejarlo con una camada de pobretones. Ese bebé está aquí.

No me lo puedo creer- dijo Candy boquiabierta con los ojos casi saliéndose de sus cuencas - no me puedo imaginar quien es ese bebé.

Candy ¿Quién más tiene mi tono de cabello?- increpó Dorothy.

Candy se paralizó con el ceño fruncido y las manos tiesas porque no quería dar crédito a lo que pensaba, a la respuesta que las pistas de Dorothy guiaban.

Elisa es mi media hermana - continuó Dorothy pausadamente - por eso la señora Leagan conoce a mi madre, ella misma fue a buscarla recién nacida.

recién nacida - repitió Candy como de costumbre.

Elisa es la hija bastarda del señor Leagan, Candy- terminó por decir Dorothy.

¡Bastarda! - repitió de nuevo Candy.

Candy Candy:  Muerte en la casa LeaganWhere stories live. Discover now