UNIDO A TI

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Por ancalce

CAPÍTULO 1

BETTY, estoy desesperado. Tienes que ayudarme.
Beatriz Pinzón oyó aquella apasionada súplica a través de los cascos. Y aunque le proporcionó cierta satisfacción, no fue suficientemente intensa como para responder con algo más que un pestañeo.
-Me estoy limando las uñas, Armando -contestó-. Limándome las uñas y bostezando. Así que fíjate cuánto me has impresionado.
La respuesta que llegó hasta ella fue un sonoro juramento. A pesar de los más de trescientos kilómetros que mediaban entre ella y Armando Mendoza, el sonido le llegó claro como el cristal. La tecnología moderna era realmente sorprendente.
-Mi vida está pendiente de un hilo -replicó Armando-. Maldita sea, Betty, haz algo.
No era exactamente una súplica, pero se le parecía mucho. Suspirando levemente, Betty dejó la lima y miró hacia la media docena de monitores que tenía en la consola.
Tecleó para penetrar en el impresionante sistema de seguridad del computador del Vicepresidente Financiero de ECOMODA, en la que Armando estaba intentando entrar. Este tenía serias sospechas que estaba Fredyando pero debía demostrárselo a su Padre, ya que Don Fredyerto Mendoza tenía confianza ciega en Gustavo Olarte el vicepresidente financiero recomendado por Daniel Valencia.
Armando conocía la secuencia de los códigos de la puerta de la oficina ya que estás contaban con un sistema de clave, pero a veces las cosas se ponían difíciles y era necesario un toque femenino.
-Teclea un espacio.
Armando asintió, presionó una tecla y esperó.
Betty utilizó su propio teclado para volver a introducir los códigos. Como continuaba sin ocurrir nada, se sirvió de una nueva forma de entrada al sistema para desbloquearlo desde dentro. Armando alzó la mirada hacia la cámara que mostraba su posición y levantó el pulgar en señal de victoria.
-Eres la mejor -musitó.
-Sí, eso dices ahora. Pero ayer me dejaste muy claro que no necesitabas mi ayuda para hacer este trabajo. Me dijiste que eras perfectamente capaz de hacerlo solo.
-Y lo soy.
-Ya lo veo.
Betty buscó otra posición de la cámara y vio a los guardias de seguridad avanzando por el pasillo de la empresa.
-Entonces no necesitarás que te diga que estás a punto de tener un encuentro con tus anfitriones, ¿verdad?
A través de la pantalla, vio que Armando se quedaba paralizado. Recorría el pasillo de arriba abajo con la mirada y se escondía en una habitación. Cinco minutos después, los guardias de seguridad doblaban la esquina y pasaban por delante de la puerta cerrada.
-Camino despejado -dijo Betty cuando desaparecieron los guardias de vista-. Si ya no me necesitas, me voy a mi casa.
En la zona industrial, Armando exhaló un pesado suspiro que en milésimas de segundo llegó hasta la zona Norte de Bogotá.
-¿Qué quieres de mí? -preguntó resignado.
Betty sonrió de oreja a oreja ante su victoria.-Dinero, pero como no estás aquí para dármelo, de momento me conformaré con una disculpa.
Armando regresó al vestíbulo y se colocó ante la cámara de seguridad.
-Eres la mejor -dijo con resignación-. No podría hacer esto sin ti.
Betty sonrió.
-Todavía te estás olvidando de algo...
-Me equivocado, sí, estaba equivocado, ¿de acuerdo? Y ahora, ¿vas a ayudarme a entrar en el computador?
-Por supuesto -Betty estaba dispuesta a ser generosa en la victoria.
Betty consiguió entrar en el sistema y abrir las dobles claves que protegían el computador y habló con Armando a través de los sensores láser. El disco duro externo, tiene que estar escondido en uno de los armarios, no estaba conectado al sistema informático central, de modo que en eso no podía ayudarlo, pero desconectó temporalmente los detectores de movimiento y las cámaras de la oficina para evitar que supiesen que ellos estuvieron ahí y los pusieran en alerta.
Armando reviso rápidamente del armario y dos segundos más tarde, encontraba el disco externo rápidamente lo respaldo en otro que llevaba cuando termino se le escucho decir.
-Lo tengo -dijo, mientras se lo metía en la mochila-. Ahora, sácame de aquí.
-Debería dejar que te agarraran, para darte una lección.
Armando miró a la cámara y sonrió.
-Pero no lo harás.
Y tenía razón, pensó Betty mientras localizaba a los vigilantes.
-De acuerdo. Baja por las escaleras de la zona de producción hasta la entrada principal. Yo te abriré las puertas antes de que llegues. Pero sal a toda velocidad.
Cuando Armando estuvo a suficiente distancia del edificio, Betty restauró todo el sistema de seguridad, conectó las alarmas y desconectó la conexión de su ordenador. No había manera de ocultar que alguien había conseguido penetrar en el sistema informático de la compañía, pero no tendrían forma de seguirle el rastro. Betty se había asegurado de borrar todas sus huellas.
Por supuesto, a las nueve y cuarto de la mañana siguiente, el socio de Armando, Mario Calderón, revisaría los ordenadores y encontraría un número considerable de búsquedas no autorizadas. Y decir que no le haría mucha gracia era ser excesivamente cauto a la hora de definir lo que se avecinaba.
-Te debo una.
La voz de Armando llegó hasta ella a través de los cascos.
-Lo sé -contestó mientras apagaba el ordenador.
Armando se echó a reír.
-¿Quieres que mañana te lleve buñuelos para desayunar?
-No creo que basten para pagarme lo que he hecho, pero de acuerdo. Y esta vez no te comas todos los de azúcar.
-No me los comeré, te lo prometo. - ¡Ja!
Sabía exactamente lo que valían sus promesas sobre los buñuelos. Con un poco de suerte, llegaría a mordisquear alguna miga.
-Ahora me iré a mi casa -le dijo.
-Cuidado con el coche. Y, ¿sabes una cosa, Betty?
-¿Sí?
-Eres la mejor.
-Lo sé. Buenas noches, Armando.
Betty desconectó y dejó los cascos sobre la consola.

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