Capítulo 20: Amaneciendo

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AMBER

Un agudo rayo de luz traspasó mi párpado derecho y me despertó, provocando que abriera los ojos y cegandome por completo. Mi cabeza dolía y sentía como si mi cerebro estuviera en llamas, un sabor amargo y viejo invadía la parte trasera de mi paladar. Ya conocía aquel sentimiento, tenía resaca, pero seguía confundida. No tenía idea dónde me encontraba y me asustaba no recordar los últimos sucesos de la noche.

Luego de que mis ojos se acostumbraron a la vista, mire a mis alrededores. Estaba en una habitación, era amplia y casi no tenia decoraciones, sin colores mas que el blanco y negro. Dentro solo había un pequeño mueble con cajones, una mesada y la cama de doble plaza con un acolchado negro en donde me encontraba.

Por fortuna, no parecía haber señales de que alguien más la hubiera ocupado, ni siquiera estaba deshecha, yo me encontraba encima de ella, sin mantas o almohada para usar.

Luego de juntar las fuerzas, me senté al borde de esta para echar un vistazo por la ventana, a lo lejos podía ver el final de un parque, lo reconocía, era el mismo que llegaba hasta mi departamento.

De repente, pequeños flashes de recuerdos me invadieron el cerebro, la noche anterior había estado en ese parque, me perseguía un infrano, me había derribado, y parecía no tener escapatoria..., ¿como mierda me había librado de aquello?

Intenté recordarlo, pero luego del rostro del Okupra, todo era negro.

Suspiré con decepción al no lograr desbloquear aquellos recuerdos, y volteé nuevamente hacia el interior de la habitación para echarle otro vistazo, necesitaba encontrar algo que me ayudara a entenderlo.

Me dirigí al estante para husmear, un reloj de marca con manga de cuero negra, un anillo y unas gafas de sol negras eran lo único encima, parecían haber sido arrojadas con poco cuidado. Primero, tomé el reloj para aprovechar y fijarme la hora, era la una de la tarde..., luego levanté las gafas, pero no eran más que unos simples anteojos, y por último, tomé el grueso anillo plateado.

Al voltearlo, instantáneamente hice la conexión, era el mismo anillo que había visto en la oficina de Devon, con las letras "D.H." impregnadas en ellas.

Estaba en su habitación, y mis nervios se dispararon por los aires, no debía estar allí, no sabía que tramaba Devon al traerme allí, debía largarme de inmediato.

Caminé sin hacer ruido hasta la puerta, e intenté girar el picaporte lo más suave que pude para no ser reconocida, no sabía quién se podría encontrar al otro lado, hasta donde yo sabía, dos enormes guardias podrían estar vigilando la entrada en ese mismo instante.

Una vez de lograr llevar la manija hasta abajo, procedí a intentar tirar de ella, atrayéndola a mi cuerpo con cuidado, pero algo me lo impidió. Volví a intentarlo, ahora un tanto más fuerte y bajando la perilla hasta abajo, pero nada.

El hijo de puta me había encerrado dentro.

–Mierda Devon. –masculle hacia mis adentros.

Aunque me encontraba sola, me sentía humillada por el esfuerzo inútil que acababa de hacer.

Estaba enfadada y nerviosa, no sabia que hacer, solo sabía que debía largarme de inmediato.

Una vez más, miré a mis alrededores en busca de respuestas, y una puerta doble al otro costado de la pared me dió esperanzas.

Caminé hacia ella y las abrí con rapidez, procurando improvisar con lo que sea que se me presentara delante, pero nada saltó hacia mí.

Era un simple ropero.

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⏰ Última actualización: Dec 22, 2021 ⏰

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