Capítulo 1: ¿Prefieres ir a mi habitación?

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Bien, era necesario repasar la lista:

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Bien, era necesario repasar la lista:

Gafas negras= Listas.

Abrigo con capucha más grande que mis ganas de vivir= Listo.

Felicidad: La perdimos en el camino, caballero.

Ahora solo falta saltar por la ventana y rezar a Diosito para tener un gran aterrizaje. Remojo mis labios y acomodo mi cabello en una cola alta asegurándome de no dejar ningún mechón de pelo suelto. Me coloco las gafas negras y me adelanto para abrir la ventana de mi habitación. Viendo el panorama desde aquí todo lucía muy alto, demasiado.

Pero como decía mi abuelita: quien le tenga miedo a morir mejor que no nazca.

Estaba en el segundo piso de una de nuestras fincas y quizás la mejor opción sería salir por la puerta como alguien normal, pero no, ahí estaba yo a pocos minutos de saltar por la ventana esperando volar como una mariposa. Era una mala idea, muy mala idea, pero era mucho mejor que lo que me esperaba allá abajo.

Mis padres estaban aguardando por mí para empezar la celebración, y bueno, la verdad era que yo no quería participar. Al fin y al cabo era lo de siempre, una estúpida cena conmemorando algo de forma hipócrita. Así que, como una persona razonable, decidí huir.

—Solo será un salto... —me digo a mi misma respirando hondo—. Quizás te partas la cara, pero no es algo del otro mundo, ya te ha pasado antes cuando te tiraste del autobús en movimiento creyéndote Batman. —El recuerdo de la vez en la que me ofrecí para grabar un anuncio y tuve que actuar de Batman indaga por mi mente; Todo estaba saliendo bien, pero me metí mucho en el personaje y se fue a la mierda.

Y sí, tener monólogos cuestionando malas decisiones que he tomado es mi pasión.

Tomo impulso con mis manos en el alféizar de la ventana y doy un pequeño salto hasta quedar sentada a horcajadas en el mismo. Un escalofrío me atraviesa el cuerpo haciéndome tambalear un poco. Ahogo un chillido y trago saliva, nerviosa.

Sonrío para mis adentros cuando logro estabilizarme, y estoy a punto de celebrar con un bailecito bien perrón cuando la puerta de mi habitación es abierta revelando a la figura que protagoniza mis pesadillas:

Jade Williams.

No era la típica chica dulce y de la cual te enamorarias a primera vista. Ella era una víbora, una aberración. Aquella chica era un total dolor de cabeza y tenía todos los puntos para poder sacarme de casillas. Aunque bueno, tampoco era como que teníamos un pasado amistoso y feliz, así que, sumando todo eso, las razones que tenía para mantenerla fuera de mi vista eran más que válidas.

—Alex, guapa, ¿acaso es que prefieres tirarte de una ventana a verme a los ojos por unas cuantas horas? —La arrogancia en su voz no me pasa desapercibida. Su pose expresa confianza y seguridad. La sonrisa pícara en sus labios y su forma de mirarme... Dios, claro que no quería estar junto a ella tantas horas, sería un calvario—. Baja de ahí, ahora.

No hay un final feliz para cenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora