Tuve que correr, no estoy orgullosa, pero era eso o ser arrollada por una docena de germani. Además, las palabras de Nerón resonaban en mis oídos. Destruir los fasces sería letal. No podía permitir que ninguna otra persona corriese ese riesgo. Tal vez al Leontocéfalo la situación le había parecido divertida pro motivos que Lu no había entendido. Tal vez mi sacrificio no se podía evitar tan fácilmente como ella creía.
Tropecé con Luguselva, que consiguió atraparme sin matarme de una cuchillada. Will, que seguía brillando como una lamparilla superpotente, había apoyado a Nico contra la pared y estaba curándole las heridas. Criii-Bling lanzó un silbido agudo, y más trogloditas llegaron a montones al salón y atacaron a las fuerzas del emperador en un frenesí de chillidos de minero y sombreros elegantes.
Me costaba respirar e hice un gesto de asentimiento con la mano a Rachel.
—Ve a ayudar a Percy—le pedí—. Yo me haré cargo de los fasces.
Lu frunció el ceño.
—Diana, ¿estás segura de que puedes destruirlos? Sin morir en el intento, quiero decir.
—No y no—contesté.
Rachel se quedó mirando al aire, como si estuviese descifrando una profecía escrita en los juegos de luces de la bola de discoteca.
—No puedo ver el resultado—dijo—. Pero tiene que intentarlo.
Tomé los fasces, esforzándome por no desplomarme a causa del peso. El arma ceremonial zumbaba y vibraba como el motor de un coche de carretera al sobrecalentarse. Su aura hizo que se me abriesen los poros y me pitasen los oídos. El costado me empezó a sangrar otra vez, si es que había parado en algún momento. No me entusiasmaba que me gotease sangre por el pecho hasta la ropa interior cuando tenía una importante misión que cumplir.
—Cúbranme—pedí.
Lu entró a combate dando estocadas, tajos y patadas a cualquier germani que conseguía superar a los trogloditas. Rachel sacó el legendario cepillo de plástico azul para el pelo y se lo lanzó al bárbaro más próximo pm le dio en el ojo y le hizo gritar.
Ese germanus debería haberse sentido honrado.
Rachel echó a correr para intentar arrastrar a Percy hacia el resto de nosotros. Al otro lado de la sala, Meg se encontraba bien. Más que bien. Había convencido a todos los hermanos adoptivos que le quedaban de que tirasen las armas. Ahora se encontraba enfrente de ellos como una general que intentaba animar a sus desmoralizadas tropas. De momento los semidioses obedecían sus órdenes y permanecían quietos, pero cualquier señal de debilidad por parte de Meg, cual alteración en la temperatura del combate, y podían romper filas y matar a todo el que pillasen.
Tampoco resultaba de mucha ayuda que Nerón diese saltos en el sofá gritando: "¡Matad a Diana! ¡Matad a Diana!", como si yo fuese una cucaracha que acabara de ver correteando por el suelo.
Por el bien de todos, tenía que darme prisa.
Agarré los fasces con las dos manos y traté de separarlos. El haz dorado de varas emitió un brillo más radiante y más cálido que iluminó los huesos y la carne de mis dedos, pero no cedió.
—Vamos—murmuré, volviendo a intentarlo, con la esperanza de recibir un arranque de fuerza divina -. ¡Si necesitas otra vida inmortal como sacrificio, aquí me tienes!
Debería haberme sentido ridícula negociando con un hacha ceremonial romana, pero después de mis conversaciones con la Flecha de Dodona, me parecía un acto de lo más razonable.
Los trogloditas prácticamente estaban humillando a los germani. Lu lanzaba tajos, pinchaba y paraba golpes con los puñales que tenía por manos. Rachel había logrado arrastrar a Percy y lo había dejado junto a Will antes de ponerse en actitud protectora delante de mí y de vez en cuando murmuraba: "Diana, ahora estaría bien", cosa que no me ayudaba.
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Las pruebas de la luna: La Torre de Nerón
Fiksi PenggemarFinalmente el viaje de la antigua diosa de la luna está por terminar, después de cuatro misiones mortales, la diosa se dirige a Manhattan para terminar con un último trabajo y recuperar su divinidad, o morir en el intento. La historia está completa...