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Ercole's POV
Verano, 1965
El fuerte ruido de la locomotora de aquella imponente máquina se escuchó por toda la estación de trenes, para que minutos después las personas comenzaran a bajar, reuniéndose con sus familiares y amigos que los esperaban.
Por mi parte, yo no esperaba a nadie, sólo me encontraba de paso por ahí.
Mi vista se topó con una cabellera marrón que andaba con rapidez entre la gente, en un intento desesperado de abrirse paso para llegar más rápido a su destino.
Tan pronto como se liberó de la multitud, sus brazos envolvieron de manera cálida a un chico moreno y ojos verdes.
Luca Paguro y Alberto Scorfano se habían reencontrado nuevamente, así como cada verano desde 1959.
Era una escena tan común a inicios de estación, para que después de unos segundos tras ellos apareciera aquella melena pelirroja.
Giulia.
La muchacha de ya 19 años recogía con algo de esfuerzo la maleta que hasta hace unos segundos Paguro había dejado caer para lanzarse a los brazos del oji-verde.
Habían cambiado demasiado a mis ojos, ya no eran aquellos mocosos obsesionados con ganar la carrera.
Oh vamos Visconti, esa carrera también era tu obsesión.
Me di una cachetada mental ante aquel replicar de mi conciencia, rodando los ojos y recordando que tan infantil podía ser teniendo ya 18 años en aquel entonces.
Pero conforme el tiempo pasó, teniendo ya 24 años, pude darme cuenta de mis errores, de mi infantilismo y mi manera tan errónea de enfrentar mis miedos.
Porque ¿qué mejor manera de sentirte superior comparandote con figuras más pequeñas e inexpertas?
Grave error, un error que me costó tanto remediar con las personas del pueblo, tantas disculpas que tuve que ofrecer.
Pero aún no estaba completo, aún faltaba alguien a quien dañe en la lista que merecía una disculpa.
Y esa persona era la mismísima Giulia Marcovaldo.
Los primeros años de su regreso de Génova junto con Paguro fueron un fastidio, pues siempre me miraban con un gesto burlón, pero las últimas llegadas eso había cambiado.
Ya nisiquiera me prestaban atención, no se molestaban en perder el tiempo con un gesto infantil a modo de burla hacia mi. Ya no, creo que ellos habían madurado al igual que yo, pero aún no sellaba aquello en el pasado, puesto que, por alguna extraña razón, no podía acercarme a pedir una simple disculpa.
