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Ercole's POV:

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Ercole's POV:

Verano, 1966

   —No sabía que conservabas esos gustos tan pésimos en el helado, Apestulia

Y ante aquella oración recibí un pequeño golpe por parte de mi acompañante.

   —¿Qué te pasa? Si la fresa es deliciosa, no se que le ves tú a eso, pez gato

Señaló mi cono arrugando la nariz.

   —Con la vainilla y chispas no te metas

Exclamé, para después comenzar a reír a la par que la pelirroja.

Pero se preguntarán, ¿cómo es que el gran Ercole Visconti, orgullo de Portorosso terminó compartiendo un helado con su peor enemiga de la infancia?

Fácil, simplemente ese inicio de verano pude acercarme para ayudarla com aquella maleta que Paguro había dejado caer justo en su encuentro con el moreno de ojos verdes.

De una u otra manera debía recomenzar lo malo que había sido con ella durante su niñez, y aunque la contraria me había dicho infinidad de veces que eso era pasado, aún me sentía culpable.

Además de que siento una deuda enorme, porque a pesar de que en su momento me llenó de rabia, ahora veo que aquel choque de su bicicletas contra la mía me había hecho un enorme favor.

No era nada especial o fuera de lo común, solo éramos los dos frente al mar de Portorosso, comiendo un par de helados de los sabores más simples.

Mientras nuestrs estadía permanecía en un silencio cómodo, mi vista iba de aquí para allá vagamente, mirando lo que parecía ser el final del océano, aquella línea que se cruzaba entre el cielo y el agua, aque sabia que había mucho más allá, era entretenido mirarlo como si fuera una pintura.

Nuevamemte mi vista se topo con los rizos carmesí de mi acompañante, sin poder evitar ver por un momento a aquella niña de 13 años a la cual molestaba sin una razón aparente.

Solté un suspiro pesado.

Realmente había sido alguien muy cruel en mi pasado.
Es decir, Giulia era solo una niña tratando de disfrutar sus únicos días en aquel pueblo pesquero en compañía de su padre.

De verdad que siempre estaría en deuda con ella.

Una deuda que no se podía pagar con dinero o cosas materiales, porque en realidad ella lo tenía todo.

Una familia amorosa, amigos increíbles, lugar donde ir cuando esta triste o a quien contarle todo lo que le emocionaba.

Así como sus canciones favoritas en la radio, o la salsa de la pasta que le había quedado rancia.

Cosas tan pequeñas que aunque pudieran pasar desapercibido, para ella significaban tanto.
Y eso pudo notarlo al ver un brillo particular en sus ojos la vez que le contó cómo descubrió que el jitomate era una fruta y no una verdura.

¿De verdad no lo sabía?

Había visto crecer a aquella mujer que ahora disfrutaba un helado a mi costado, viéndola partir desde lejos cada final de verano y verla volver al inicio de este mismo del año próximo.

Veia cada detalle cambiado en ella, como su corte de cabello, su cambio de estilo en ropa, sus facciones más finas e incluso la cantidad de pecas en su cara.

Eran detalles tan imposibles de dejar pasar que ahora los memorizo.

¿Por qué? Ni yo lo sé, solo...es interesante ver cada cambio en ella, tanto físico, como intelectual.

Porque vaya que aprende demasiadas cosas en la escuela, llegando a ser tan irritante a veces.

O quizás no

   —Tierra llamando al pez gato —la voz de la menor me sacó de aquella burbuja de pensamientos—

   —Que molesta eres —solté, terminando de darle la ultima mordida a aquella delicia cremosa y fría que hasta hace un momento posaba en m mano—

   —Uy, perdón —habló haciendo un ademán exagerado— su alteza intocable, pero parecía que te habías desconectado

   —Estaba pensando —alcé los hombros restandole importancia—

   —Ajá ¿en qué exactamente?

Rodee los ojos mientras bajaba de aquella gran roca donde hasta hace un segundo ambos permanecimos en silencio.

   —No seas entrometida Apestulia

   —Mmmhj...

Escuché su queja, mientras bajaba también de aquella roca.

Aproveché para estirar un poco mis músculos, un momento de paz que no podía ser interrumpido por nadie.

Excepto por ella.

Un ligero empujón me hizo tambalearme, girando rápidamente hacia la fuente de este.

   —¿Listo para una carrera? —comenzó a trotar en su lugar— ¡El que gane paga la siguiente ronda de helados!

Expresó con total emoción

   —Tranquilo, solo tendremos que correr, nada de bicicleta, nadar l comer pasta —explicó— ¿listo? Bueno, no importa ¡comenzamos!

A pesar de haber visto cambios de pies a cabeza en ella, a veces sentía a aquel espíritu aventurero y optimista que tenía cuando la pelirroja era más joven.

Ella comenzó a correr, dándole una nueva vista a la pintura que apreciaba con los colores naturales de la vida misma, posandose frente al mar.

El mar que aunque siempre estuvo ahí, nunca había visto cuán hermoso era...

El mar que aunque siempre estuvo ahí, nunca había visto cuán hermoso era

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"Cadere" (Giulia x Ercole)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora