No todo tiene respuesta

Lluvia

Ahí está él, Jaime Rivera.
Está jugando al baloncesto en la cancha mientras llueve y su negro y precioso pelo se moja cada vez más.
¿Y yo? Yo estoy en el soportal de la entrada del colegio llamando a mi hermana para que me venga a buscar, no he traído paraguas.
Mi hermana Claudia es increíble, tiene 19 años y siempre ha sido la favorita, la de las mejores notas, la más popular en el colegio, la del mejor cuerpo...
Pero no coge el teléfono.
Decido caminar sola a casa, al fin y al cabo son solo 10 minutos.
Camino al lado de la cancha donde se encuentra Jaime, tan guapo como siempre.
Dejo de escuchar los golpes de la pelota, y escucho pasos dirigiéndose hacia a mi.
No por favor, no te acerques a mi
—Ey, te vas a empapar, ¿No quieres un paraguas?
Acaba de ofrecerme su paraguas
—no, la verdad estoy bien así, gracias— miento
—Toma, anda— Dice mientras me ofrece su paraguas
—Oh, vaya, gracias, mañana te lo devue-
—Quédatelo —me interrumpe
—Está bien, muchas gracias. Me alejo y mil pensamientos me invaden la cabeza mientras abro el paraguas. ¿Se ha quedado sin paraguas? ¿Ha traído ese solo para mi?
Llego a casa, y no hay nadie. Mi padre falleció a mis 7 años, y mi madre trabaja en el hospital, mi hermana tiene un piso con su novio de 21 años, Santiago. Nunca me cayó bien.
Dejo el paraguas, el paraguas, en el recibidor.
Llego a la cocina y hay un tupper con Arroz, mi madre me suele preparar algo.
Termino de comer y llamo a mi mejor amiga, Lucía. La explico todo lo sucedido, Jaime, la lluvia, la cancha, el paraguas.
—No te ilusiones se lo podría haber dado a cualquiera.
Auch, Lucía siempre tan directa.
Después de estar media hora hablando miro la hora y me preparo una pizza para cenar, a papá le encantaba.
Termino de cenar y me encierro en mi cuarto.
Me siento sola, me gusta sentirme sola.
Después de dibujar, estar con el móvil y estudiar, me voy a dormir, pensando en el paraguas.