CAPITULO 4 LA BOVEDA

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"Buenas noches". Esas fueron las palabras que cerraron el capítulo 3 y dio comienzo a otro. Después de haber dicho esas palabras, el señor Hopkins decidió alejarse de las personas que lo entrevistaban para ya descansar.

-Señor Hopkins, otra pregunta.

-Si, 5 minutos más.

-Lo siento, - dijo el señor Hopkins- pero cada cosa tiene su momento y este no lo es.

Y con esta frase, se marchó del lugar.

Mientras, el hombre caminaba hacia su hogar, la policía y los periodistas se esfumaron entre la oscuridad de la noche. El señor Hopkins caminaba alegremente en la oscuridad silbando con alegría, como si fuera un musical. Parecía como si nada le importara en estos momentos. Mientras caminaba alegremente se adentraba a un callejón oscuro. El callejón no tenía ninguna luz que lo iluminara; Había basura y unas pocas ratas alrededor, pero al señor Hopkins no lo inmuto de hecho seguía SILBANDO y parecía más contento. Entonces, llegó al final del callejón y giró a la derecha. Enfrente de él había una gran puerta metálica, que estaba grafiteada y debajo de la puerta metálica había un candado. El señor Hopkins sacó, de su bolsillo, una llave de cobre y la puso en el candado. De repente, el candado se abrió; luego de eso levantó la puerta metálica. La bóveda era un lugar amplio y enorme. En ella había un montón de cosas comunes (para un hogar), excepto que al fondo de la bóveda había un laboratorio científico con todos los cachivaches; como pociones, tubos con agua de colores extraños, batas de laboratorios colgadas, algunos inventos e prototipos y todo lo que debería necesitar un laboratorio científico; Más un pizarrón y muchas/os placas y diplomas. El resto de la bóveda cubría una casa común. Tenía 3 sofás (y en el medio un tapete; al cual tenía una mesita), una lámpara que alumbraba el lugar, un refrigerador, una cuelga sacos y unas pinturas que estaban en las paredes. El hombre misterioso entró a, lo que aparentemente, su hogar. Se quitó su esmoquin y lo puso en la cuelga sacos. Después, se acercó al sillón más cercano; se quitó los zapatos y apagó la luz.

A la mañana siguiente, se respiraba un aire paz y tranquilidad en las calles, porque sabían que su héroe había vuelto. El señor Hopkins (para Londres en esos tiempos), era un santo caído del cielo para todos los ciudadanos. Ha empezado desde 1958 y no ha parado ayudando, desde los más ricos hasta los más pobres y necesitados. Ya eran las 11:40 de la mañana y el Señor Hopkins recién se levantaba. Como todo ser humano, decidió empezar su día bañándose y limpiándose los dientes y la cara. Después de eso, el Hombre fue a la cocina y preparó un huevo revuelto con bacon y ensalada acompañado de un rico café. Literalmente, era un modelo a seguir. Después de haber tomado ese desayuno rico y nutritivo desayuno; el señor Hopkins salió afuera con su café. Ya iban a ser las 12:00 en punto y el Señor Hopkins se veía que estaba esperando a alguien. De repente, a lo lejos se veía un hombre que caminaba con rapidez. Sé veía desde lejos un hombre delgado vestido con un saco, pantalón y un sombrero (de cartero) azul. Traía un bigote y pelo negro, y para toque final traía una-común- maleta de cartas. Entonces, el cartero llegó justo enfrente del señor Hopkins y muy alegremente exclamó lo siguiente:

-Buenos días, señor Hopkins.

-Buenas tardes, querrás decir, Jerry-le respondió el señor Hopkins corrigiendo al cartero.

-Ah, si perdón...-dijo Jerry confundido.

-No te preocupes-dice el Sr. Hopkins-oye, ¿qué hay de nuevo en mi correspondencia?

-Pues...-dijo Jerry mientras buscaba en su maletera- tienes tu periódico (de cada mañana), más tu revista de hombres elegantes con esmóquines, cartas de tus fans y por último...-saca la última carta y lo mira con curiosidad- y esto... ¿Qué es esto?.

-¿Qué?, ¿qué tiene la carta?-dijo el señor Hopkins confundido.

-pues... mírelo por usted mismo.-dijo el cartero enseñándole la carta. La carta parecía normal en todos sus aspectos. Tenía dirección, fecha y destinatario; pero lo curioso es que la carta tenía un sello dorado.- Esta es una de las cartas más raras y extrañas que he visto en mi vida y ¿para usted?

-también.-dijo el señor Hopkins atontado y sorprendido al ver la carta- A ver, qué es lo que tendrá adentro.

Entonces, tomó la carta y la abrió. En ella había una hoja y estaba escrito lo siguiente:

Estimado Señor Hopkins:

Sus grandes hazañas nos han llegado, no solo desde el periódico, sino también desde los ciudadanos de Nueva York. Nuestra familia, los Wormwood, siempre hemos admirado la valentía, la lealtad y el honor. Así que, nos gustaría que viniera a nuestra gran fiesta/gala de honor. Tenemos todo preparado para usted y su viaje. El vuelo inicia el 26 de noviembre, tomará asientos de primera clase, se quedará en un buen hotel y el resto nos los puede dejar a nosotros. También, conocemos a unos amigos de una aerolínea que lo podría llevar de regreso a Londres. Lo único que tiene que hacer es respondernos de inmediato con un telegrama, porque el correo tardará más y necesitamos que responda AHORA.

Le dejo un gran beso y abrazo de la Señorita Magdalena.

El señor Hopkins (después de haber leído la carta) quedó asombrado. Él sabía que muchas de las cosas que ha hecho; ha ayudado a muchas personas y que ha sido una tendencia en casi toda Europa, pero nunca imaginó que llegaría hasta América. Entonces, decidió preguntarle al cartero.

-oy Jerry, ¿conoces o has oído hablar de una tal Magdalena?

-mm... Magdalena... Magdalena... ¡Ah!.. No, creo que no-dijo el cartero-. Pero si he oído hablar de los wormwood. Son gente muy rica y fina. Tienen 2 hijos uno se llama Jaxon y la otra...

-Espera ¿otra?(perdón por interrumpirte)-dijo El señor Hopkins al cartero- ósea ¿qué es una mujer? Pensé que eran dos hermanos.

-si, si son dos hermanos, pero uno es hombre (al cual ya te dije como se llama) y la otra se llama Elizabeth, Elizabeth wormwood.

-pues nunca he oído hablar de los wormwood y esa tal... magdalena o Elizabeth.

-bueno, y ¿qué vas a hacer?-preguntó el cartero.

-a decir verdad, creo que me conviene aceptar la invitación-le respondió el señor Hopkins.

-¿por qué?.

-pues, es un vuelo pagado, el hotel (también) está pagado, además no tengo nada que hacer el 26 de noviembre.

-Entonces, ¿si iras?.

-claro.

Y con estas palabras cerraron la conversación y nuestro héroe regresó a su hogar con una gran sonrisa en el rostro.

El viaje de Nicolas Harpert y Robert Hopkins. "El inicio: El asesinato"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora