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Había estado merodeando por ahí por bastante tiempo, cauteloso, mirando a los lados cada tanto para asegurarse que estaba completamente solo por ahí, y que nadie podía ser testigo de lo que planeaba hacer. Aún no estaba seguro de tener el suficiente coraje, sabía que no debía hacerlo, pero el hambre que venía arrastrando hace días retumbaba dentro de su cuerpo y lo que esta bien y lo que esta mal ya estaba nublando dentro de su cabeza.

Inseguro, escuchando las hojas crujir debajo de sus arruinados zapatos, volvió a treparse al arbol cercano a aquella casa que parecía despejada (se aseguró anteriormente que lo estuviera por mucho tiempo) y volvió a asomarse por la ventana. Sentado en la rama, y apoyando sus manos en los vidrios llenos de polvo, pudo observar su objetivo. Se veía tan tentativo, tan llamativo, aquellos billetes olvidados en lo que parecía ser una caja pequeña que su tapa se había volado, que se había manchado con quien sabe qué, y que posaban pequeñas telarañas.

Decidido, posó sus manos en el borde de la ventana, e inhalando profundamente, se preparó y empujó la ventana hacia un costado con la intención de abrirla. Se llevó una gran sorpresa cuando la ventana no cedió ni un centímetro. Frunció el ceño, volviendo a intentar, pero no lograba nada. Con más furia, siguió intentando con tal magnitud que la rama debajo de él se movía y las hojas se sacudían. Se detuvo abruptamente, pensando.

-¿Qué intentas hacer?

Pegó un grito por el susto, soltando rapidamente la ventana y yéndose para atrás. Con suerte, se sostuvo de la rama y evitó caer al duro suelo. Se volvió a acomodar, y volteó a donde venía la voz. Una niña lo observaba en la rama de al lado. Él se preguntó en qué momento apareció y desde cuándo estaba mirándolo.

-¿P-puedo ayudarte en algo?-intentó disimular.

-Bueno, me preguntaba por qué estas intentando abrir la ventana.

Dudó por un segundo.-Es mi casa, olvidé las llaves.-mintió y se rió, rascándose la nuca.-Soy muy torpe.

Aquella niña lo miró de tal manera que le causó escalofríos. Quedó callada durante tanto tiempo que él creyó que no iba a hablar más, o que no pudo comprender lo que acababa de decir. Fue justo cuando volteó a mirar al frente cuando ella habló.

-Que curioso, porque esta también es mi casa.

Se le heló la sangre.-No se lo digas a tus padres.-fue lo único que se le ocurrió decir.

Ella alzó una ceja, sin comprenderlo, y lo expresó:-No logro comprenderte.

El chico suspiró, al final, su mente se despejó y se regañó a si mismo diciendo que no tuvo que haber hecho eso. A punto de pedir disculpas, la nena volvió a hablar.

-Quieres los billetes, ¿no? Te los puedo dar.

La miró, sorprendido, intentando comprobar si le estaba mintiendo o no. Aceptó sin pensarlo.

-Acompañame.-dijo ella.

Ella se bajó como si de una hoja tranquila se tratara, pausada y sin siquiera mover tanto polvo del piso. Comenzó a trotar hacia detrás de la casa, y él se apuró a seguirla, mirando con curiosidad el tamaño pequeño de la niña, y su anticuado y colorido vestuario.
Llegaron a un pequeño hueco escondido detrás de unos arbustos, ella se metió y a él le costó un poco más pasar por ahí, apoyándose en las paredes llenas de moho.

Una vez pudo incorporarse normalmente, se dió cuenta que sí estaba dentro de la casa. Pudo reconocer las ventanas por donde él miraba, podía ver las hojas y la luz solar. Sonrió triunfante, aún cuando un olor putrefacto se colaba por su nariz. Se quedó admirando un poco, las paredes con un feo tapizado, casi todo empolvado, y con los muebles olvidados con la madera ya arruinada. Pensó en luego pedirle tambien algún que otro objeto de por ahí a la niña, quizás si tenía suerte podría regalárselo.

-Mhh, déjame pensar dónde estaba aquella habitación.-comentó, con su mano es la barbilla, entrecerrando los ojos pensativa. De pronto comenzó a escabullirse por ahí.

-¡Espera!-la siguió al instante, a penas pudiendo ver los pliegues de la larga falda que llevaba puesta.-¡Hey!

Ella no le prestó atención, siguiendo, metiéndose por ahí y por allá. Él comenzaba a cansarse, y casi sin oportunidad de pensarlo, se dió cuenta de algo: ¿cómo es que había tantas habitaciones y pasillos por ahí?
La niña paró de repente, curiosa al ver una puerta. Él lo agradeció, recuperando el aliento a su lado. De pronto sintió el ambiente muy pesado.

-¿Y esto? No lo recuerdo.-ella se acercó y la abrió, luego entró. Él la siguió sin prestar atención.-Esta muy oscuro, ¿no?

-Así parece.-confirmó, mirando a sus alrededores, era una habitación vacía, donde quizas solo destacaba la gran puerta que llevaba. Al parecer la niña también lo notó.

-¡Qué extraño!-dijo la muchacha avanzando cautelosamente.-¡Que puerta mas pesada!

La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.

-¡Dios mio!-dijo el chico.-Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!

-A los dos no. A uno solo.-dijo la muchacha.

Pasó a través de la puerta y desapareció.

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Los tesoros de un lugar al que no deben de accederDonde viven las historias. Descúbrelo ahora