"Ladies launching."

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Dormí sola por varias noches, en mi habitación podía estar sin la camisa de fuerza, pero no podía dar un solo paso fuera sin ella.

Eran los días previos a Navidad cuando justo antes de tomar mi medicación una chica entró por la puerta llorando, la venían cargando tres guardias.

Lloraba por su mamá, sus hermanas, su padre, su novio, su mascota y en general por todo a lo que se le pudiera llorar.

Me sentía mejor, si, los medicamentos siempre ayudan. El problema son las personas lloronas como esa chica, como Darcy.

- Estoy justo enfrente tuyo.

- Pero eras molesta, más que nada los primeros días.

- Tu eres molesta.

El punto es que, había demasiado gritos de por medio, y eso fácilmente me volvía loca.

A pesar de que el Langley Porter es un sitio lo suficientemente caro, los pacientes no veíamos todo ese dinero, quizá porque somos enfermos mentales, no estábamos ahí por una apendicitis, entonces el mal trato estaba mágicamente perdonado, es obvio, somos una bola de locos, ¿por qué aspiraríamos a ser tratados correctamente?

En la mañana del 24 de diciembre todo comenzó normal, Darcy y yo ya intercambiábamos un par de palabras. Ella tampoco sabía de su diagnóstico, pero en base a los delirios que le daban los primeros días pude descifrar que no era muy diferente a mí.

Ese día almorzamos pasta, y de cena tuvimos pedazos de pizza, lo cual fue... una novedad, nuestra comida siempre era verde, y cuando mucho obteníamos pollo. Me parecía irónico estar podrida en dinero y no poder disfrutar nada de ello.

Había días en los que deseaba amanecer muerta, o simplemente dejar de imaginar cosas.

Nadie habla de lo peligrosa que puede ser nuestra imaginación cuando se sale de control.

Estaba sentada en una de las mesas con vista a la ventana, la noche había caído y las estrellas se hacían presentes pero esta vez ya no hablaban. Supongo que era un alivio, que no hablaran, pero aún me miraban feo, me miraban con reclamo por haberlas hecho callar.

Lo siento, estrellitas, sus voces lastimaban mis oídos.

De la nada un par de brazos me sujetaron por la espalda.

- Tienes una visita, andando.

Camine siguiendo sus órdenes, honestamente yo esperaba ver a mi madre, y eso no me emocionaba en lo absoluto. Tan pronto llegué a la sala de visitas solo podía divisar hombres, me dirigí a la cuarta casilla y entonces la sorpresa fue grata.

El mismísimo Paul Bettany, una sonrisa se formó en mi rostro.

Tan pronto la guardia se marchó, ambos tomamos el teléfono.

- Feliz Navidad, Paul.

- Lizzie... - saludo con tristeza - no es así como deberías estar pasando tu navidad.

- No creo que mamá me desee en casa precisamente.

- ¿Por qué te entregaste de manera voluntaria, Elizabeth? - Paul comenzó a susurrar - he tenido que mover a la mitad de Estados Unidos para conseguir verte.

- Rompiste la regla de nunca involucrarte.

- Eres mi amiga, Lizzie.

Él colocó su mano sobre el cristal, pero yo no pude colocar la mía, estúpida camisa de fuerza.

M A N I A C > [Scarzzie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora